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EL MEDITERRÁNEO: ¿CUNA DE LA CIVILIZACIÓN O TUMBA DE LA ESPERANZA?

“¡No debemos desanimarnos, no debemos rendirnos! Y ustedes, jóvenes, con sus sueños y su creatividad, pueden hacer una contribución fundamental. ¡Ahora, no mañana!” Con estas palabras, llenas de urgencia y esperanza, el Papa León XIV se dirigió esta mañana a los miembros del Consejo de la Juventud Mediterránea, recibidos en audiencia en la Sala del Consistorio del Palacio Apostólico Vaticano, en presencia del Secretario General de la Conferencia Episcopal Italiana, Su Excelencia el Arzobispo Giuseppe Baturi.

 

El Pontífice inauguró la reunión con un saludo cordial y bilingüe: “¡Queridos jóvenes, bienvenidos! Hablaré en parte en italiano y en parte en inglés”, destacando así desde el principio la dimensión internacional y plural de la asamblea: jóvenes de diversos países y culturas, pero unidos por el mismo deseo de construir una convivencia pacífica entre los pueblos ribereños del Mediterráneo.

 

El Mediterráneo como lugar de encuentro

 

El Papa recordó los orígenes del Consejo, surgidos de los viajes eclesiales de Bari en 2020 y Florencia en 2022, promovidos por la Iglesia italiana. En esas ocasiones, los obispos del Mediterráneo pusieron en el centro la necesidad de devolver al Mare Nostrum su auténtica vocación: no una frontera de conflicto, sino una encrucijada de fraternidad, una cuna de civilización y no una tumba para migrantes. «Vuestro Consejo», dijo León XIV, «es verdaderamente una obra-signo». Una obra que reconstruye vínculos levanta ciudades heridas por la violencia y hace florecer la esperanza donde reina la aridez.

 

El pensamiento profético de Giorgio La Pira

 

El Pontífice recordó la figura de Giorgio La Pira, alcalde de Florencia, quien veía la paz en el Mediterráneo como la condición previa para la paz universal. Esa visión, afirmó, «conserva hoy toda su fuerza y poder profético» en una época marcada por el conflicto, la carrera armamentista y la lógica de la opresión que sofoca el bien común. Precisamente por eso, León XIV instó a los jóvenes a no resignarse: su energía y creatividad son necesarias ahora, no en un futuro indefinido.

 

Los jóvenes como signo profético

 

El Papa enfatizó el valor simbólico de los propios jóvenes: «La señal, queridos amigos, son ustedes». No una generación pasiva, sino una generación capaz de no dar la espalda, de asumir la responsabilidad de construir el futuro. Esta misión, añadió, no se logra con proclamas ni lemas, sino con gestos cotidianos de paz, vividos en hogares, comunidades, lugares de trabajo y estudio, en la Iglesia y entre las iglesias.

 

Paz más allá de la política

 

El Pontífice criticó la reducción de la paz a un mero objeto de negociaciones internacionales o eslóganes retóricos: la paz debe cultivarse en los corazones, vivirse en las relaciones y materializarse en la conducta. Citó las palabras del Evangelio: «Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios» (Mt 5,9). No es un camino fácil, aclaró, sino una travesía que requiere valentía y la voluntad de contrarrestar la indiferencia y los intereses de quienes se lucran con el conflicto.

 

Las religiones como levadura de fraternidad

 

Un punto central del discurso se centró en el papel de las religiones nacidas en las orillas del Mediterráneo. Constituyen un patrimonio espiritual que puede y debe seguir generando paz, apertura y fraternidad. Sin embargo, el Papa denunció firmemente su instrumentalización cuando se utilizan para justificar la violencia y la guerra: «Debemos refutar con nuestra vida estas formas de blasfemia, que oscurecen el Santo Nombre de Dios». Por ello, pidió a los jóvenes que alimenten su compromiso con la oración y la espiritualidad, lenguajes universales capaces de unir.

 

La invitación final: signos de esperanza

 

Para concluir, León XIV confió a los jóvenes una verdadera misión: ser brotes de paz donde crece el odio, tejedores de unidad donde reina la división, voces para los que no tienen voz que exijan justicia y dignidad, luz y sal para reavivar la llama de la fe y el entusiasmo por la vida. Incluso ante los malentendidos u obstáculos, recordó, Dios guía la historia incluso a través de “vientos contrarios”, como escribió Charles de Foucauld.

 

AcaPrensa / Silere non possum

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