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LEÓN XIV: «NUESTRAS FRAGILIDADES SON UN PUENTE HACIA EL CIELO»

Durante la audiencia general de este 3 de septiembre en la Plaza de San Pedro, el papa León XIV centró su catequesis en la humanidad de Cristo en la cruz, recordando el momento en que expresa su sed antes de morir. En esa escena, el Pontífice invitó a reconocer las propias fragilidades como ocasión para abrirse al amor de Dios.

 

“En la sed de Cristo podemos reconocer toda nuestra sed. No hay nada más humano, nada más divino, que saber decir: tengo necesidad”

 

El valor de reconocer los propios límites

 

El Papa señaló que en un mundo que premia la autosuficiencia, la eficiencia y el rendimiento, el Evangelio enseña a no temer la debilidad ni la necesidad. “La medida de nuestra humanidad no se da por lo que conquistamos, sino por la capacidad de dejarnos amar y, cuando es necesario, también ayudar”, indicó.

 

Explicó que Jesús, en la cruz, no aparece como un héroe victorioso, sino como un “mendigo de amor” que pide ayuda con humildad. En este gesto, dijo, se manifiesta la verdadera salvación: no en la fuerza o el poder, sino en la debilidad del amor que se entrega.

 

La sed de Cristo como expresión de amor

 

El Papa aclaró que la sed de Jesús no era solo una necesidad fisiológica, sino la expresión de un deseo profundo de amor, relación y comunión. “Un Dios que no se avergüenza de pedir un sorbo nos enseña que el amor, para ser auténtico, también debe aprender a pedir y no solo a dar”, señaló.

 

Tras recibir la esponja empapada en vinagre, Jesús proclama “está cumplido”, mostrando que el amor se hizo necesitado y que precisamente en esa entrega se completó su obra.

 

Fragilidad, perdón y esperanza

 

León XIV insistió en que admitir la necesidad no es una derrota, sino un acto liberador que rompe la vergüenza generada por el pecado y abre a la comunión. “Jesús nos salva mostrándonos que pedir ayuda no es indigno, sino liberador”, dijo, animando a superar el miedo al rechazo y a descubrir en la propia vulnerabilidad un camino de esperanza.

 

“Si incluso el Hijo de Dios eligió no bastarse a sí mismo, también nuestra sed de amor, de sentido y de justicia no es signo de fracaso, sino de verdad”, afirmó.

 

El Papa concluyó señalando que en la fraternidad, en la sencillez de vida y en el arte de pedir sin vergüenza y de dar sin cálculos se encuentra una alegría profunda que devuelve al ser humano su verdad esencial: ser criaturas hechas para dar y recibir amor.

 

AcaPrensa / InfoVaticana

 

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