Más de 2.000 hombres participaron en esta marcha anual en la Provenza francesa, que se consolida como un espacio de encuentro, oración y fraternidad masculina en torno a la figura de San José.
Del 4 al 6 de julio, padres, esposos y jóvenes aspirantes a la paternidad, recorrieron los senderos de la región francesa de Provenza en la tradicional Peregrinación de Padres a Cotignac. Esta marcha espiritual, que cumplirá medio siglo de historia en 2026, ha traspasado fronteras y se ha replicado en países como Estados Unidos y Egipto, manteniendo siempre un mismo objetivo: ayudar a los hombres a renovar su vocación familiar y redescubrir la gracia que brota de su papel como esposos y padres.
Una tradición nacida de la gratitud
El origen de esta peregrinación se remonta a 1976, cuando Jean-Louis Bouzereau, angustiado por un embarazo complicado de su esposa, prometió a la Virgen María recorrer a pie los 120 kilómetros entre Aix-en-Provence y Cotignac si su hija nacía sana. Tras el feliz nacimiento de Emmanuelle en 1977, cumplió su promesa, dando así inicio a una devoción que desde entonces congrega a miles de varones cada año.
La localidad de Cotignac está estrechamente vinculada a la historia espiritual de Francia. En 1637, tras 22 años de espera, el rey Luis XIII y su esposa Ana de Austria recibieron el nacimiento de su hijo, el futuro Luis XIV, después de una novena encomendada a la Virgen María en el santuario de Notre-Dame-de-Grâce. En gratitud, Luis XIII consagró Francia a la Virgen. En 1660, el propio Luis XIV visitó Cotignac para dar gracias. Ese mismo año, el 7 de junio, San José se apareció a un pastor en el lugar, indicándole una fuente de agua en medio de una gran sequía. Esta aparición marcó profundamente la espiritualidad del santuario y le valió convertirse en un lugar de especial devoción a San José.
Caminar para abrir el alma
La peregrinación se extiende durante tres días e integra exigencia física, oración y sacramentos. En grupos llamados “capítulos”, guiados por más de 90 sacerdotes, los hombres comparten testimonios, dificultades personales y momentos de gracia. Las caminatas empiezan de madrugada, en medio del calor intenso del verano provenzal. “La fe entra por los pies”, explica uno de los organizadores, Tanguy Lévesque, aludiendo a cómo el esfuerzo físico ayuda a romper la rutina y abrirse a la acción de la gracia.
El contexto propicia el silencio interior, la escucha y el acompañamiento espiritual. Muchos hombres vuelven al sacramento de la confesión después de años alejados. “Las confesiones durante la marcha son conmovedoras: se quitan las máscaras y se produce una sanación profunda”, asegura Lévesque.
Unidad en la diversidad
Una de las riquezas más notables de esta peregrinación es la fraternidad que se forja entre participantes de muy distintos contextos sociales. “Caminaban juntos inmigrantes indocumentados, directores generales, abogados, trabajadores. Sin etiquetas, todos conscientes de su fragilidad y necesidad de la gracia”, relata Lévesque.
El recorrido concluye con una vigilia de adoración eucarística en el santuario y una Misa solemne, antes de que los peregrinos se reencuentren con sus familias. Para muchos, el fruto del camino se traduce en una nueva disposición interior para afrontar sus responsabilidades familiares, pero también en hechos concretos: vocaciones, matrimonios, nacimientos tras años de infertilidad.
Hacia el jubileo de 2026
Cotignac ha inspirado otras peregrinaciones masculinas en lugares como Vézelay, Mont-Saint-Michel, Rocamadour y también fuera de Francia. Los organizadores proyectan celebrar el 50º aniversario con una recopilación de los testimonios más impactantes de estos años —los llamados fioretti— como memoria viva de lo que Dios ha obrado a través de este camino.
“Lo más importante es que cada hombre vuelva renovado en el Señor, para sostener a su familia y a nuestro país desde la oración”, concluye Pierre Brottier, uno de los impulsores del evento. En una sociedad cada vez más individualista, esta marcha ofrece a los hombres un espacio de fe, comunión y misión que trasciende el tiempo y transforma el corazón.
Nota basada en información publicada por el National Catholic Register.











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