León XIV quiso reunirse a solas con la Guardia Suiza al final del día Sábado. En la Sala Clementina estaba toda la guardia formada en silencio, esperando que llegara el Papa. Había un ambiente solemne y nervioso. Se abre la puerta, entra un hombre solo, vestido de blanco, con gestos de cansancio, pero también de calidez: “He querido verlos a ustedes, porque ustedes caminarán conmigo y contarles que León XIII hizo rezar una oración a San Miguel para proteger a la iglesia”. El Papa les cuenta que cuando salió a la Plaza: “Ahí sentí el peso de la historia y eso me dio más firmeza en la obligación de tener que proclamar el evangelio». Nadie se movía conscientes del momento que se estaba viviendo. Él les dice que no tengan miedo de proclamar el evangelio, “ser católico hoy es aceptar la cruz”.
El Papa les confiesa “cuando estaba en la capilla Sixtina, en el momento más intenso, sentí miedo, miedo no a la responsabilidad sino miedo a un mundo que se aleja de Dios”. “Cuando recordé la oración De San Miguel, quise compartir con ustedes que hoy quiero que empuñemos un arma espiritual.” Miró nuestras alabardas y comenzó a recitar… “San Miguel Arcángel defiéndenos en la batalla, se nuestro amparo, …” Cuando terminó la oración se produjo un silencio profundo de toda la guardia: “Somos una iglesia que no se esconde, que no se disculpa por su Fe, a partir de hoy custodien a la iglesia con la oración de San Miguel, que sea parte de su servicio diario.” En ese momento el Comandante dio un paso adelante y dijo: “Santidad así como hemos jurado defender su vida con la nuestra, así también defenderemos la Fe con nuestras oraciones”.
El Papa León XIV bendijo las armas, tocaron sus dedos las armas de la primera fila, camino en medio de nuestras filas, preguntando nombres, ¿cómo te llamas? Marcel, cuanto tiempo llevas? llevo dos meses …, “entonces empezamos juntos ambos sirviendo». A otro guardia que lleva 17 años le dice: “has visto mucho…, qué consejo le das a un Papa en su primer día? “Confiar Santidad, en Dios primero y luego en los que estamos aquí». El Papa le responde: “Este es exactamente el consejo que necesitaba escuchar hoy. Gracias”. Vuelve al centro de la sala: “Todo el peso de la Iglesia caerá sobre el peso de estos hombros imperfectos, pero después de estar con ustedes me siento menos solo en esta misión. Les pido que recen por mí, como yo rezaré por ustedes, juntos cada día invoquemos la protección de San Miguel sobre la iglesia y sobre el mundo”.
AcaPrensa / SPECOLA extracto











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