Entrevista de Cathcon a Marco Tosatti
Durante casi 45 años, el ensayista y vaticanista italiano Marco Tosatti ha seguido las luces y sombras de la Iglesia. Con sede en Roma, fue hasta 2008 comentarista religioso del diario La Stampa. Hoy, con mirada crítica y sobrenatural, analiza los desafíos del nuevo Papa, León XIV, elegido este jueves por la tarde.
¿Qué le parece la elección realizada este jueves por los 133 cardenales reunidos en cónclave?
Este nuevo Papa representa claramente una elección de mediación y continuidad. Robert Francis Prevost fue, de hecho, «descubierto» por Francisco, quien lo nombró prefecto del Dicasterio para los Obispos en 2023, un cargo de gran poder dentro del Vaticano. Es a la vez un diplomático hábil y un «pastor misionero». Y, además, un humilde y equilibrado «hijo de San Agustín», cuya mirada —a la vez tímida y firme— me recordó en cierto modo a Benedicto XVI.
¿Qué opina de su primer discurso?
León XIV pronunció uno de los discursos más largos jamás dados por un Papa recién elegido. Repitió varias veces la palabra paz, y me gustó mucho su invocación por una «paz desarmada y desarmante». También comenzó con las primeras palabras del Cristo Resucitado: «La paz esté con vosotros». El nombre que eligió también es significativo: León XIII fue el último Papa del siglo XIX, el que condujo a la Iglesia católica en su delicada y difícil transición hacia la modernidad.
¿Qué representa la elección del primer papa de EEUU?
El fin de un tabú. Siempre se pensó que un pontífice procedente de la primera potencia mundial habría sido algo excesivo… Pero los cardenales eligieron al hombre, no a su pasaporte. Esperan sinceramente que el nuevo Papa sepa demostrar su verdadera independencia respecto a sus orígenes.
¿Cuáles son sus principales desafíos a corto plazo?
El más urgente es garantizar la unidad de la Iglesia católica, hoy gravemente amenazada por divisiones profundas, fragmentaciones doctrinales peligrosas y antagonismos de una virulencia inédita. La Iglesia presenta a veces rostros muy distintos —incluso irreconciliables— a sus propios fieles. Pienso, en particular, en la “fuga hacia adelante” de la Iglesia alemana, rechazada por gran parte de la comunidad católica mundial, especialmente en África.
Pero no es el único reto. El otro gran objetivo inmediato es establecer una verdadera diplomacia vaticana por la paz. Francisco redobló sus esfuerzos en esta dirección, pero su sucesor deberá seguir ese camino en un contexto dominado por potencias belicistas que imponen su agenda. Basta pensar en la guerra en Ucrania o en la violencia inédita que desangra Gaza. Y, sin embargo, en su primer discurso, el nuevo Papa parece mostrar una sensibilidad sincera hacia estos temas.
¿Y a medio plazo?
León XIV deberá devolver fuerza y profundidad a la fe católica en el mundo entero. Y presentar como positivos y fundamentales para la vida diaria esos valores morales que hoy muchos consideran anticuados. También deberá restaurar parte de la credibilidad perdida del Vaticano. Entre la hostilidad generalizada hacia la cultura cristiana, los errores y debilidades de ciertos clérigos, y la sensación de que Roma no siempre está sintonizada con los problemas reales, la reputación de la Iglesia está en juego.
¿Se refiere, por ejemplo, a los abusos sexuales cometidos por clérigos?
Sí. Francisco no combatió este flagelo con la suficiente firmeza. Pese a sus declaraciones, el problema no solo no ha sido erradicado, sino que persiste. Incluso hoy tenemos altos prelados en el Vaticano condenados en sus países por abusos. Pensemos también en el exjesuita y artista esloveno Marko Rupnik, acusado de abusar sexualmente de religiosas y excomulgado… aunque aún reside en Roma, y cuya excomunión parece haber sido misteriosamente suspendida.
¿Qué opina de la reciente propuesta de crear un “consejo de cardenales” que ayude al Papa a gobernar?
Esa propuesta es consecuencia directa del pontificado que acaba de terminar. El Papa es, en teoría, un monarca absoluto. Este poder fue ejercido con prudencia por los predecesores de Francisco. Pero él, con sus arrebatos temperamentales y decisiones contradictorias, gobernó como un autócrata. Una especie de “papa rey”. No creo que León XIV actúe de la misma manera.
¿Cree que el nuevo Papa restaurará la fuerza y el equilibrio de la Curia romana?
El equilibrio político en el Vaticano se basa en una sabia distribución de poderes: el Papa, la Secretaría de Estado, los dicasterios… Francisco alteró este equilibrio con su gestión política. Por eso creo que León XIV, sin necesidad de un nuevo consejo de cardenales, haría bien en restaurar los equilibrios institucionales tradicionales.
Apuntes añadidos por Cathcon
Tengo la impresión —aunque puedo estar equivocado— de que la elección de Robert Francis Prevost se decidió antes de que se cerraran las puertas de la Capilla Sixtina. La insistencia de cardenales experimentados como Romeo o Re en un cónclave rápido y sus previsiones tan precisas refuerzan esta hipótesis.
La prioridad era evitar una fractura en la Iglesia provocada por el impulso del pontificado de Bergoglio.
Había también una necesidad urgente de ofrecer un rostro sereno y equilibrado a los fieles. Ahora que ha muerto, puedo decirlo: personas informadas comunicaron a cardenales de confianza que Francisco, incluso antes de su elección, tomaba medicación para estabilizar su equilibrio emocional y psicoemocional. ¿Hemos vivido doce años de pontificado de un hombre con capacidades mentales inestables? Probablemente sí: los arrebatos, las tormentas verbales, y otros episodios bien conocidos por quienes frecuentaban Santa Marta lo confirmarían. El rostro sereno de Robert Francis Prevost tranquiliza.
Su discurso inaugural fue claramente programático. Abrió con las palabras del Resucitado —no con un “buenas tardes” bergogliano que aún provoca escalofríos—; terminó con un Ave María; repitió varias veces la palabra paz; afirmó que el Mal no prevalecerá. El non praevalebunt muestra que es consciente de la existencia del Mal con mayúscula, como su homónimo León XIII, autor de la oración a san Miguel. ¿Lo normal en un Papa? Quizá. Pero reconfortante, porque revela una conciencia cristiana sobrenatural, y una batalla que no es solo humana.
¿Mencionó la sinodalidad? Sí. Pero no olvidemos que 108 de los cardenales que lo eligieron fueron creados por Francisco. Su ausencia habría sido más sorprendente aún. Lo importante será cómo la aplique.
Muchos interrogantes permanecen. No conocemos aún su capacidad para gobernar, ni su reacción ante acusaciones pasadas sobre encubrimientos de abusos —que él negó—. Veremos qué hombres elige y qué decisiones toma.
La situación de la Iglesia, tras doce años de Bergoglio, es la que es: caída de vocaciones desde 2012, crisis en la generosidad de los fieles, obispos y clérigos desbocados, guerra litúrgica contra la Misa de siempre, y escándalos como los de Rupnik o Zanchetta manejados con bochorno.
Harán falta fuerzas hercúleas para limpiar estos establos, pero la primera impresión —por lo que vale— ha sido positiva.
Que Dios lo ayude. Y que nos ayude a todos
AcaPrensa / InfoVaticana / Cathcon











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