Cuando el Maestro de Celebraciones Litúrgicas, el italiano Diego Ravelli, dice “extra omnes” (‘salgan todos’ o ‘todos fuera’) no salen todos: se queda Ravelli, y se queda en la Capilla Sixtina Raniero Cantalamessa, cardenal desde hace 5 años, aunque a sus 90 años no puede votar.
Según las normas de la Universi Dominici Gregis de Juan Pablo II, de 1996, “quedarán únicamente el Maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias y el eclesiástico, ya designado para tener la segunda de las meditaciones a los cardenales electores”. Este es Cantalamessa, por elección de los propios cardenales.
Cantalamessa predicó a los cardenales en el Cónclave de 2013, con 78 años. Y también les predicó en el de 2005, a la muerte de Juan Pablo II, con 70 años.
La Universi pide “confiar a dos eclesiásticos de clara doctrina, sabiduría y autoridad moral, el encargo de predicar a los mismos cardenales dos ponderadas meditaciones sobre los problemas de la Iglesia en aquel momento y la elección iluminada del nuevo Pontífice”. Es la tercera vez, el tercer cónclave, en que el capuchino Cantalamessa predicará a unos cardenales que deben elegir Papa.
Los cardenales saben lo que se pide de ellos en esa norma: “Teniendo presente únicamente la gloria de Dios y el bien de la Iglesia, después de haber implorado el auxilio divino, den su voto a quien, incluso fuera del Colegio Cardenalicio, juzguen más idóneo para regir con fruto y beneficio a la Iglesia universal”.
Y Cantalamessa sabe cuál es su papel en la Capilla Sixtina: “Que se facilite a los electores la preparación de los ánimos para acoger las mociones interiores del Espíritu Santo”, dice el documento.
Desde los 45 a los 90 años, Raniero Cantalamessa ha sido el Predicador de la Casa Pontificia, cada Cuaresma y Adviento y cada Viernes Santo ha predicado a los Papas -a Juan Pablo II, a Benedicto XVI, a Francisco- y a sus cardenales. Sus libros se han traducido a 25 idiomas o más. Se retiró del cargo, por fin, en noviembre, hace medio año. También dejó sus responsabilidades en Charis, la coordinadora internacional de la Renovación Carismática Católica.
Y ahora será su tercera predicación de Cónclave, siendo esta vez cardenal.
“Sin el Espíritu Santo, sólo hay una mera sabiduría de palabras”
En una entrevista por e-mail en 2020, recordaba que él ha predicado en muchos ambientes, incluso “en 2015 hablé ante el sínodo general de la Iglesia Anglicana en presencia de la Reina Isabel y el Primado Justin Welby. Esto me enseñó a adaptarme a todo tipo de público. Una cosa permanece idéntica y necesaria en toda forma de proclamación cristiana, incluso en la que se realiza a través de los medios de comunicación social: ¡el Espíritu Santo! Sin él, todo se reduce a una simple «sabiduría de palabras» (1 Corintios 2:1). De ahí la necesidad de que cada mensajero cultive una gran apertura al Espíritu”.
¿Cómo habrá preparado Cantalamessa su meditación ante los cardenales, esa que prepare “los ánimos para acoger las mociones interiores del Espíritu Santo”?
En cierto sentido, es su especialidad. Lo explicaba así en esa entrevista de 2020, recién nombrado cardenal.
“Digo que hay dos maneras de preparar una homilía o cualquier tipo de anuncio. Puedes sentarte, elegir el tema según tu experiencia y conocimiento; luego, una vez preparado el texto, arrodillarte y pedirle a Dios que infunda su gracia en tus palabras. Está bien, pero no es un método profético. Para ser profético hay que hacer lo contrario: primero, arrodillarse y preguntarle a Dios qué palabra quiere que resuene para su pueblo. De hecho, Dios tiene su palabra para cada ocasión y no deja de revelársela a su ministro, quien se la pide con humildad e insistencia”, explicaba.
Y añadía: “Al principio, será solo un pequeño gesto del corazón, una luz que se enciende en la mente, una palabra de la Escritura que atrae la atención e ilumina una situación vivida o un acontecimiento social. Parece una pequeña semilla, pero contiene lo que la gente necesita escuchar en ese momento; a veces contiene un trueno que estremece hasta los cedros del Líbano. Después, uno puede sentarse a la mesa, abrir los libros, consultar notas, ordenar y ordenar sus pensamientos, consultar a los Padres de la Iglesia, a los maestros, a veces a los poetas; pero ahora ya no es la Palabra de Dios la que está al servicio de su cultura, sino su cultura la que está al servicio de la Palabra de Dios. Solo así la Palabra manifiesta su poder intrínseco y se convierte en esa «espada de doble filo» de la que habla la Escritura (Hebreos 4:12)”.
Mientras Cantalamessa predique, cuenta, como los otros cardenales, con la oración de todos los cristianos, pero específicamente ha pedido a la Renovación Carismática, coordinada en las redes de Charis en Facebook y YouTube, que recen por él y por ese momento de discernimiento en esa misma hora. Charis ha anunciado turnos para seguir orando hasta que se anuncie un nuevo Pontífice.
No se sabe qué predicó Cantalamessa en el Cónclave de 2013, pero siendo un franciscano capuchino, y saliendo elegido un Papa llamado Francisco, de forma insólita, muchos ven una relación.
“Ve, Francisco, y repara mi Iglesia” ¿Lo hizo?
El 13 de marzo de 2013 Francisco era elegido Papa. Dos semanas después, el 29 de marzo, Viernes Santo, ante la Curia y el nuevo Pontífice, Cantalamessa predicó sobre cómo Francisco de Asís estaba llamado a reconstruir la iglesia, la de San Damiano y la universal: «Ve, Francisco, y repara mi Iglesia», le dijo Dios al Pobre de Asís… y eso pareció encargar Cantalamessa al Papa argentino.
“Como sucede con ciertos edificios antiguos, con el paso de los siglos, para adaptarse a las necesidades del momento, se llenan de tabiques, escaleras, habitaciones y armarios. Llega un momento en que nos damos cuenta de que todas estas adaptaciones ya no satisfacen las necesidades actuales, sino que son un obstáculo, por lo que debemos tener la valentía de derribarlas y devolver al edificio la simplicidad y linealidad de sus orígenes”, predicaba Cantalamessa. Él mismo señalaba que era una tarea sobrehumana, pero recordaba que “nuestra capacidad viene de Dios. Él nos ha hecho ministros de un nuevo pacto, no de la letra, sino del Espíritu; porque la letra mata, pero el Espíritu vivifica” (2 Cor 2:16; 3:5-6).
“Que el Espíritu Santo, en este momento en el que se abre para la Iglesia un tiempo nuevo , lleno de esperanza, despierte en los hombres que están en la ventana la espera del mensaje, y en los mensajeros la voluntad de hacerlo llegar a ellos, incluso a costa de la vida”, predicó en 2013.
¿Y en 2025? Han pasado doce años. Muchas de las reformas que se esperaban no han llevado a ningún sitio. Algunos dirían que el edificio se ha llenado de nuevos andamios, sumados a los viejos tabiques: más trastos que estorban el salir, el moverse…
Y hay divisiones y desconfianza entre los miembros de la Iglesia como no se veían en muchos años. El mismo Cantalamessa el Viernes Santo de 2021 predicaba: “¡La fraternidad católica está herida! La túnica de Cristo ha sido desgarrada por las divisiones entre las Iglesias; pero —lo que es peor— cada trozo de la túnica está dividido a menudo, a su vez, en otros trozos”. Y señalaba que la causa más común de las divisiones entre los católicos no era el dogma, ni los sacramentos ni los ministerios. “Es la opción política, cuando toma ventaja sobre la religiosa y eclesial y defiende una ideología, olvidando del todo el sentido y el deber de la obediencia en la Iglesia”, advertía.
Y añadía: “Si hay un carisma especial o un don que la Iglesia Católica está llamada a cultivar para todas las Iglesias cristianas, es precisamente la unidad”. Puso el ejemplo del viaje papal a Irak, donde el Papa visitó a cristianos en apuros de distintas denominaciones y ritos. “Una vez más se ha cumplido el mandato de Cristo a Pedro: ‘Confirma a tus hermanos'”, dijo Cantalamessa.
Reformas orientadas a evangelizar, escucha del Espíritu, unidad que confirme a los cristianos… todos esos temas que Cantalamessa ha tratado, probablemente están resonando ya en los corazones de muchos cardenales estos días. Y su meditación en la Capilla Sixtina puede decantar prioridades.
AcaPrensa / Pablo J. Ginés / Religión en Libertad











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