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Yo no dejo a Benedicto en manos de la indignación pública

Yo no dejo a Benedicto en manos de la indignación pública

InfoVaticana / Stefan Oster / Tempi / Traducción Verbum Caro

19 febrero, 2022
El obispo de la diócesis natal del papa emérito se alinea a su lado durante la tempestad desencadenada contra él por un dossier «listillo» sobre la pedofilia en el clero. No es fácil en unos momentos en los que en Alemania se está intentando derribar desde dentro la «Iglesia de Ratzinger».

Es realmente increíble para mí ver cómo el debate surgido tras la presentación del Informe de Múnich se ha centrado en el papa emérito Benedicto XVI. Cuando me convertí en obispo de Passau en 2014, también me convertí en el «obispo de la patria» de Benedicto. Nació aquí, puesto que Altötting se encuentra en nuestra diócesis, el lugar que él ha definido en varias ocasiones como su «patria espiritual». Su casa natal está en Marktl, donde muchas personas conservan un recuerdo especial de él, lleno de devoción y pasión. Y he aquí esta historia, que ha crecido mediáticamente debido a la supuesta mentira de un hombre de 94 años.

He leído la amplia biografía de Peter Seewald, Benedicto XVI. Una vida, de 2020 y me he sorprendido: en la página 938, las profundas y detalladas investigaciones del autor revelan que el arzobispo Joseph Ratzinger estaba presente en la reunión crucial de 1980, durante la cual se discutió el traslado del abusador H. desde la diócesis de Essen a Múnich. Y el arzobispo acogió la petición según la cual H. podía someterse a terapia en Múnich.

Por consiguiente, la investigación de Seewald ya había dado a conocer la participación de Ratzinger. Y esto significa que la participación de Benedicto en el fatídico suceso hacía tiempo que estaba documentado, mucho antes que el doctor Ulrich Wastl presentara al público mundial esta participación como una novedad. Y también se sabía que el tema de esa reunión no era darle un cargo a H. para que se ocupara de la cura pastoral, sino que su estancia en Múnich era solo para la terapia.

Un error fatal

Ahora bien, en la declaración de 82 páginas sobre el Informe Wsw [Wsw es el acrónimo de las iniciales de los apellidos de los abogados que lo han realizado: Watpfahl, Spilker, Wastl] que lleva la firma de Benedicto y que tiene el carácter de una memoria defensiva más que el nivel lingüístico y espiritual-religioso al que Ratzinger nos ha acostumbrado, leemos precisamente que él no estuvo nunca en dicho encuentro. Un error fatal, porque el bufete de abogados Wsw ha podido demostrar que Benedicto ha dicho una falsedad en un caso tan decisivo para todos. La breve corrección de Benedicto hecha pública inmediatamente después, en la que se habla de un «error en la redacción» [de la declaración] demuestra como el ultranonagenario papa emérito ha confiado en colaboradores que han cometido un error crucial sobre un tema crucial.

Desde mi punto de vista, es demasiado evidente el intento, en esta declaración, de hacer parecer, con instrumentos jurídicos, al papa emérito (y a su oficio) de la manera más irreprensible posible ante todas las posibles acusaciones. Por desgracia, actualmente un intento de este tipo no tiene casi ningún tipo de eficacia, mucho menos después de las experiencias instructivas que hemos acumulado en el ámbito de los abusos. Todos nosotros éramos y somos demasiado parte de un sistema, y lo era también el arzobispo Ratzinger en esa época. Y durante demasiado tiempo en este sistema no ha habido, en la práctica, casi ningún interés por el destino concreto de las personas objeto de los abusos, además de un escaso conocimiento de sus historias. Esto vale, entre otras cosas, no solo para los ordinariatos episcopales, sino también para las órdenes religiosas (yo provengo de una), que están organizadas en estructuras completamente distintas de los ordinariatos.

Por consiguiente, creo que los otros tres casos por los que Joseph Ratzinger es acusado de negligencia en el Informe Wsw testimonian el modo habitual con el que entonces se abordaban estos problemas y las personas implicadas; y «habitual» no significa que hoy [ese modo] se pueda aprobar. El cardenal Marx [actual arzobispo de Múnich y Frisinga, ndr], en la declaración pública difundida tras haber leído el Informe Wsw, ha dicho que no consigue ver en Benedicto una voluntad de encubrimiento. Yo tampoco.

Dicho esto, es indudable que aún no se ha tomado en consideración qué consecuencias han tenido, para las víctimas, ciertas omisiones. Por esto siento mucha curiosidad por ver la nueva declaración de Benedicto sobre el Informe Wsw. Porque Joseph Ratzinger hace mucho tiempo que ha visto que todos teníamos necesidad, y aún la tenemos, de aprender a relacionarnos con las víctimas de nuestra Iglesia.

Es más: en Roma ha sido uno de los primeros en reconocerlo -y como cardenal en posición clave ha ayudado a muchos a ver las cosas más claramente- a través de medidas concretas y eficaces, como también a través de numerosos diálogos con las personas objeto de los abusos y mediante un juicio severo respecto a los culpables (léase la Carta pastoral a los católicos de Irlanda de 2010). Y todo ello con no pocas resistencias en el Vaticano.

En un determinado momento me causó asombro el hecho de que Benedicto hablara más a menudo de «supervivientes» que de «víctimas» o «personas afectadas», porque sabía las repercusiones devastadoras y literalmente peligrosas para la vida que pueden tener los abusos en la existencia de una persona.

¿Cuál es el objetivo?

Solo que ahora el escándalo mediático por la supuesta «mentira» cae enteramente sobre una persona de 94 años y, según parece, debería desacreditar todo el trabajo de su vida. Sobre este punto me gustaría decir que estoy muy agradecido por haber podido reunirme personalmente, en los últimos años y en varias ocasiones, con Benedicto desde que soy obispo, tras haber leído anteriormente, durante muchos años, sus escritos teológicos y religiosos, siempre con gran alegría y provecho.

Es un hombre dotado de un alma grande y una fe sincera, como la de un niño. Un hombre de gran profundidad y claridad espiritual, con mucho sentido del humor y una verdadera capacidad de escucha. Por consiguiente, siento un gran afecto por él y lo admiro como persona, como teólogo y como hombre de Iglesia.

Dicho esto, me gustaría preguntar: si ustedes y yo sentimos aprecio por una persona y llegamos a saber que esta persona es responsable de un error (dejo abierta la cuestión de si es personalmente imputable: véase más arriba), ¿la condenaríamos públicamente, como está haciendo ahora gran parte de la opinión pública dentro y fuera de la Iglesia, hasta pretender, según mi opinión de forma despropositada, que incluso se le revoque la ciudadanía honoraria?

¿Cuáles son las motivaciones que guían a quienes lo piden? ¿Benedicto molesta? Si es así, ¿por qué? ¿O es que atacando a uno de sus protagonistas más relevantes se quiere atacar al conjunto de la Iglesia? ¿O es que a través de Benedicto se quiere desacreditar desde dentro una cierta forma o concepción de la Iglesia porque lo que se quiere es una Iglesia totalmente distinta de la que él representa?

¿Y es justo, respecto a esta persona, a este ser humano, expresar de manera tan precipitada un juicio moral general sobre su vida, según el espíritu de una opinión pública furiosa y de una concepción dominante de la moralidad? Es más: ¿todo el caso es solo otro ejemplo en el juego imparable de la cultura mediática de la indignación convertida en un hábito [un caso], al que pasado mañana le seguirá otro?

En cualquier caso, me gustaría decir personalmente: yo veo el error, o los errores, veo a este hombre anciano y veo los resultados que ha conseguido en su vida (¡también en la lucha contra los abusos sexuales dentro de la Iglesia!), y mi estima por él, objetivamente justificada, permanece firme. Y personalmente me sigue gustando. Los encuentros con él siguen siendo valiosos para mí, incluso después de todo esto. Y él es, a mis ojos, también para la Iglesia de Passau, uno de sus hijos más grandes. Y seguirá siéndolo.

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