Homilía a una treintena de “chicas de oro”
Badajoz, 15 de mayo de 2025
Mons. Alberto José González Chaves
(Adaptación para InfoVaticana)
Me alegro, y mucho, de que me inviten a venir una vez al mes. Este mes fue complicado, pero ya se sabe cómo son las féminas: delicadas, diplomáticas… y determinadas. La coordinadora general —que viene a ser como un Ministerio Público— insistió: “No se preocupe, lo ponemos otro día”. Y así ha sido. Ustedes dicen siempre “lo que usted quiera”… para hacer lo que quieren ustedes. ¡Y esto es un verdadero arte!
Yo vengo feliz. Porque, aunque ya no soy un niño, entre ustedes me siento joven. No por edad, sino porque ustedes tienen una juventud acumulada que ya quisiera yo. También es verdad que ayudan esos métodos de restauración de la mujer —que los hombres, gracias a Dios, no tenemos—, pero sobre todo hay algo más: ¡ustedes son “fin de raza”! Han pasado una posguerra. Han sido educadas con firmeza. Se llevarán la llave de la despensa. No se mueran nunca, por favor, porque lo que viene detrás es… otra cosa.
¿Qué nos va a predicar hoy?
Hace unos minutos, una de ustedes me preguntaba, zumbona: “¿Qué nos va a predicar usted hoy? ¡Porque yo me lo paso bomba!” Pues no sé si es cuestión de pasarlo bomba, pero vamos allá.
La gente, que increíblemente sigue siendo buena, me para cada día varias veces por la calle. La sotana —como los hábitos, ¡qué necedad haberlos dejado!— te convierte en un despertador espiritual. Me para gente de todo tipo: llenos de tatuajes, de chinchetas espantosas (ni sé ni quiero aprender el barbarismo con que las denominan)… pero con hambre de Dios. Porque algo en la sotana, algo en el hábito, les habla de Él.
Y últimamente me felicitan: “Padre, enhorabuena”. Yo no sabía por qué, hasta que caí: es por el Papa. “A este señor le han puesto jefe nuevo en la empresa y parece potable”, piensan. Y con más intención, casi siempre mujeres, me preguntan: “¿Está usted contento?”
Pues sí. Lo estoy.
El rugido que suena bien
Porque, aunque el Papa siempre es el Papa —y debemos mirarlo con fe— eso no quita que a algunos los sintamos más cercanos. Yo estoy contento con nuestro León XIV. Me recuerda mucho a dos Papas a los que quiero mucho: Juan Pablo II y Benedicto XVI. Y a uno que no conocí pero que venero y que fue el Papa de la niñez de ustedes: el hierático imponente, el Pastor Angelicus, Pío XII. Aún sin canonizar porque… ¡murió antes del Concilio Vaticano II!
León XIV me recuerda a ellos. Su rostro… Su mirada… Esa nariz aguileña y ese empaque natural de Pacelli. Esa delicadeza serena de Ratzinger. Esa fuerza leonina de Wojtyła. Y de los tres, esa claridad de ideas desde su primera homilía como Papa: el primado de Dios, Cristo como único Salvador, el neoarriano desencanto de tantos bautizados paganos… ¡Qué homilía! Debería estudiarse y comentarse más.
Ayer dijo a los orientales: “Gracias por conservar en la liturgia vuestra lengua y vuestras antiguas tradiciones”. Nosotros, después del Concilio, tiramos por la borda el latín, los signos, la belleza. Y hemos llevado la liturgia al límite de lo soportable, como dijo Benedicto XVI, cayendo en la aberración de que lo que era sagrado y hermoso para nuestros antepasados no sea válido para nosotros. León XIV parece querer recuperar un tesoro que nunca debimos malbaratar. Y eso me gusta.
Elegante porque es sencillo
Una de ustedes me ha dicho: “Es elegante, pero sencillo”. Y he respondido: “No, es elegante porque es sencillo”. No pongamos una adversativa, sino una causal.
La palabra “elegante” viene del latín eligere, elegir. Elegante es quien sabe elegir: lo sobrio sobre lo vulgar, lo verdadero sobre lo superficial, lo bello sobre lo chillón. El que tiene criterio. El que ha hecho del discernimiento un hábito. No es sólo (aunque también) una cuestión de ropa o gestos: es una forma de ser.
La palabra “sencillo” también tiene su origen en el latín: singellus, diminutivo de singulus: singular. Sencillo es quien no tiene mezcla, quien no es complicado ni artificial. Sólo el español tiene esta palabra con ese matiz. En otras lenguas se dice “simple”, que aquí suena a «tonto». Pero no: la sencillez es la pureza de la unidad, la némesis de la dispersión.
Dios, que es la inteligencia absoluta, no tiene muchas ideas. Tiene una sola; al pronunciarla, brota el Verbo, Su Palabra, Su Hijo amado. Y de ambos, el Padre y el Hijo, surge el Beso incandescente del Espíritu Santo. Así de sencilla es la Trinidad: unidad totalizante, sin complicaciones.
El rugido del balcón
León XIV es así: hombre de una sola idea: Dios. Y nos la repetirá sin cesar, como buen maestro: Dios. Dios. Dios.
Al aparecer tímido y emocionado, vestido de Sumo Pontífice como Dios manda, en el balcón de la logia de la imponente fachada de Maderno, dijo: “¡La paz sea con vosotros!”. ¿Y quién es la Paz, sino Dios? Y luego: “Somos discípulos de Cristo. Cristo nos precede. El mundo necesita de su luz. La humanidad lo necesita a Él como el puente para ser alcanzada por Dios y su amor”. ¡Ahí estaba la Idea! ¡En el primer rugido del León!
El exorcismo del Vaticano
Y aquí me viene algo a la memoria… El obelisco central de la Plaza de San Pedro —traído de Egipto en un barco cargado de lentejas para que no se rompiera— estuvo a punto de partirse mientras lo izaban. Gracias al grito de un experto: “¡Acqua alle corde!” (¡Agua a las cuerdas!) pudieron salvarlo. Una voz sabia en el momento justo puede salvar una empresa entera. Como ahora.
En el pedestal de ese majestuoso obelisco está grabado un exorcismo en latín: “Ecce Crux Domini, fugite partes adversae; vicit Leo de tribu Iuda”: «He aquí la Cruz del Señor; huid, enemigos; venció el León de la tribu de Judá.”
Cuando yo voy por la calle y oigo una blasfemia, o me cruzo con algo visiblemente demoníaco, yo rezo ese exorcismo, trazando la cruz con mis dedos. Porque el León de la tribu de Judá ha vencido. Ese León es Cristo. León… y Cordero.
León XIV: el León-Cordero
Creo que este Papa será como Cristo: León para defender la fe, Cordero para amar al pecador sin dejar de condenar el pecado, para que ese pecador no vaya al infierno. Esa combinación es la que necesitamos nosotros: cristianos valientes y mansos. Razonables y sobrenaturales. Sin complicación.
Por eso, seamos lo que ya son ustedes: elegantes y sencillas. Elijamos bien. Elijamos a Dios. Sostengamos con la oración y la penitencia al León que empieza a rugir desde Roma.
Y no olviden: cuando le gritan “¡Viva el Papa!”, él responde: “¡Viva María!” Como Balduino de Bélgica, que prefería que gritasen por la reina. Porque el Papa que ama a la Virgen tiene el corazón bien colocado.
Yo rezaré cada día ese Ave María por nuestro Papa. Porque lo necesita. Y porque lo necesitamos.
AcaPrensa / InfoVaticna / Alberto José González Chaves
Leave a Reply