En una estupenda catequesis sobre las reliquias, Mons. Fisher explicó a una iglesia llena de jóvenes que lo que el mundo considera una «manía católica con los huesos» es, en realidad, un sacramental y una profesión de fe en la resurrección.
Hay pastores que consideran que lo mejor para llegar a los jóvenes es prescindir de las cuestiones difíciles o impopulares de la fe y centrarse en temas sociales que son más del gusto del mundo. Mons. Anthony Fisher, arzobispo de Sidney, no es uno de ellos.
Especialmente en los países de cultura no católica, como Australia, una de esas cuestiones impopulares es la de las reliquias de los santos. Se trata de una tradición católica que resulta muy fácil presentar como oscurantista, pasada de moda o «medieval» en el sentido peyorativo de la palabra. Para la mayoría, se trata de una «rareza» y ningún joven quiere ser considerado rarito.
No obstante, el pasado 4 de agosto, Mons. Fisher declaró ante una basílica repleta de jóvenes peregrinos jubilares en Roma que las reliquias «no son solo una rareza católica, sino una rareza de Dios». Y lo hizo frente al féretro del cuerpo incorrupto del beato Pier Giorgio Frassati.
Durante el reciente Jubileo de los Jóvenes, que atrajo a un millón de jóvenes a Roma, el arzobispo australiano, que además es fraile dominico, pronunció una valiente homilía en la basílica de Santa María Sopra Minerva. «Resulta curioso que los católicos honren tanto a sus muertos y sus restos», dijo Mons. Fisher en la homilía. «Una vez, un locutor de radio me preguntó: ‘¿Qué es esa manía que tienen los católicos con los huesos?’. Le expliqué que las reliquias de los santos son sacramentales: a través de ellas Dios concede gracias de sanación y fortaleza» por la intercesión de los santos a los que pertenecen las reliquias.
«Mediante esta ‘manía católica con los huesos’», añadió, honramos a los santos. «Al mostrar respeto por los restos de nuestros seres queridos, y especialmente de los santos, proclamamos nuestra fe en la santa Iglesia Católica y la comunión de los santos, pero también en la resurrección de la carne y la vida eterna».
La misa celebrada en la Basílica de Santa María Sopra Minerva estaba a rebosar, por tratarse de la clausura de una semana dedicada al beato Pier Giorgio Frassati. Los jóvenes tuvieron la oportunidad de rezar ante el cuerpo de este laico italiano del siglo XX, que será canonizado en septiembre.
«Cuando los restos mortales de Pier Giorgio fueron trasladados del cementerio de Pollone a la catedral de Turín, se descubrió que estaban incorruptos después de 60 años», explicó Fisher. «Al preservar milagrosamente su cuerpo durante tanto tiempo, Dios estaba diciendo algo muy importante sobre la pureza de este hombre incorruptible, sobre la importancia de la vida en la carne y sobre la promesa de la resurrección para todos nosotros».
Tras la celebración de la misa, los frailes dominicos llevaron el féretro de Frassati en una solemne procesión por la nave central de la basílica hasta el vehículo que transportó el cuerpo de Frassati de regreso a la catedral de Turín, donde se encuentra su tumba. Mons. Fisher recordó que el cuerpo de Frassati fue llevado a Sídney para la Jornada Mundial de la Juventud de 2008. «Ofrecer misa de nuevo junto a su féretro es un verdadero privilegio», dijo, saludando a la sobrina de Frassati, Wanda Gawronska, que estaba presente en la celebración.
Como aquel día se celebraba la festividad de San Juan María Vianney, patrono de los párrocos, el arzobispo recordó a los jóvenes que la fe y la santidad es para todos, aunque las vocaciones concretas sean diferentes: «hombres y mujeres, altos y bajos, jóvenes y ancianos, clérigos y laicos, vivos o muertos en este momento: la santidad es distinta para cada uno». De forma similar, una de las frases más famosas de Frassati recuerda que «vivir sin fe no es vivir, sino simplemente existir».
En su exhortación final, Mons. Fisher instó a los jóvenes a pedir la intercesión del beato Frassati: «pedid a Pier Giorgio que interceda para que recibáis sabiduría sobre vuestra vocación, valentía para abrazarla y la santa alegría de dar fruto en esa vocación en el futuro», dijo el prelado.











Leave a Reply