Acudió más del doble de jóvenes de los que se esperaban hace apenas unos días. Un millón de jóvenes para la primera gran prueba del pontificado de Robert Francis Prevost. En la misma explanada que consagró el nacimiento de los “papaboys” de Juan Pablo II en el año 2000 —dos millones, un evento simbólico—, una avalancha de jóvenes de todo el mundo, de 146 países, llegó en masa, principalmente de España y Latinoamérica, pero también de Europa y Estados Unidos, y algunos de Asia.
Nace la “Generación Leo”: católicos más o menos comprometidos, pero sin duda nativos digitales, que maduran en una era de guerras y masacres interminables, de nuevos enfrentamientos entre bloques, de submarinos nucleares que amenazan a países. Pero también de un mundo digital que, gracias a las redes sociales y las criptomonedas, está transformando gradualmente el panorama socioeconómico. A ellos se dirigió León XIV, animándolos a creer en sí mismos ante todo y a no dejarse arrastrar por el conformismo.
León XIV dominó la escena con breves intervenciones no programadas, como su saludo tras el Ángelus, al regresar al escenario para saludar a quienes no pudieron asistir por vivir en países en guerra, pero también con intervenciones cuidadosamente elaboradas, tanto en sus respuestas a los jóvenes en la vigilia vespertina como en su homilía de la misa.
Discursos dirigidos principalmente a los jóvenes, que profundizaron en el mensaje de la participación en la vida comunitaria. No hubo rastro de Francisco en este primer gran evento de su pontificado (tras la misa inaugural, un evento global pero confinado en la Plaza de San Pedro): ciertamente, los migrantes, los pobres y los marginados forman parte de toda pastoral, al igual que las guerras, pero ayer León XIV claramente quiso dar contenido al mensaje del Jubileo, dejando un testimonio que calara hondo en la conciencia de la gente.
El cambio de enfoque respecto a Francisco
Por supuesto, no se trata de la exuberante personalidad de Bergoglio, su carga emocional, sus asombrosas improvisaciones. Prevost es una “fuerza silenciosa” (una cita de la antigua memoria política francesa) nacida de su época y del Papa estadounidense, elegido cuando la rica América —o mejor dicho, sus gobernantes actuales— cambió su tono hacia el mundo, mostrando un rostro agresivo que trastoca las normas de las relaciones establecidas. Hasta la fecha, el nuevo Pontífice ha mostrado una deliberada moderación mediática en sus discursos, pero muchos observadores creen que esta aparente calma y lentitud no debe malinterpretarse: el estilo conciso de León XIV va de la mano con una determinación inquebrantable.
La apretada agenda de recuperación tras el verano
Una vez finalizado el Jubileo, los observadores esperan que el Papa comience a ajustar su agenda. Desde su elección, ha mantenido numerosas reuniones diarias con jefes de dicasterios, obispos y laicos en puestos de responsabilidad. Escucha mucho, pero habla poco. Pronto, quizás en septiembre, llegarán los primeros nombramientos —sin duda el de Prefecto de Obispos, que ha permanecido vacante desde su elección— y las confirmaciones, en primer lugar, la del Secretario de Estado, el Cardenal Pietro Parolin, mientras que la primera línea de la Secretaria de Estado podría sufrir algunos cambios. También debe decidir sobre sus viajes: el primero podría ser a Turquía, a İznik, la antigua ciudad de Nicea, seguido de Argelia, a los sitios de San Agustín, pero también se está considerando Estados Unidos. Además, su primera encíclica, también prevista como posible manifiesto de su pontificado, podría publicarse antes de fin de año. A ello se suman algunas cuestiones urgentes que afronta la Curia: es necesario ajustar la reforma y, sobre todo, retomar las finanzas y afrontar el déficit presupuestario.











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