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APRUEBAN LOS MENSAJES MARIANOS DE LITMANOVA: ¿QUÉ PASÓ CON LAS VIDENTES? AcaPrensa / Pablo J. Ginés / Religión en Libertad

Entre 1990 y 1995, recién hundido el comunismo en Europa Oriental, dos chicas de Litmanová, un pueblecito de montaña de Eslovaquia, Katka e Ivetka, dijeron recibir unos mensajes de la Virgen. Recién caído el régimen comunista, mucha gente quería saber más de Dios. En un país de 6 millones de habitantes, más de 1 millón pasó por Litmanova en un año.

 

Los peregrinos no han dejado de acudir, incluso ya sin mensajes ni apariciones, perseverando con una gran misa cada primer domingo de agosto. La iglesia católica de rito bizantino examinó los mensajes sin encontrar errores y constató numerosos milagros y curaciones. El domingo 8 de agosto de 2004 el obispo de la eparquía bizantina de Presov, Jan Babjak, leyó un decreto declarando que el lugar sería un santuario dedicado a la Inmaculada Concepción de la Virgen.

 

Para la jerarquía local, es una aparición aprobada y desde 2008 la eparquía dirige directamente el santuario. Muchos le llaman el santuario del Monte Zvir (“Hora Zvir”, en rusino, su web oficial es https://horazvir.sk).

 

Ahora, el Dicasterio de Doctrina de la Fe, desde Roma, da un espaldarazo al fenómeno tranquilo pero perseverante de Litmanová, con una dirigida al arzobispo greco católico de Prešov, otorgando su «nulla ostat» (“nada lo impide”) a las celebraciones en el santuario y la devoción ligada a sus apariciones y mensajes. Firma la carta el cardenal prefecto del Dicasterio, Víctor Manuel Fernández.

 

Aprobación matizada de Doctrina de la Fe

 

El arzobispado greco católico defendía este santuario por sus innumerables «confesiones sinceras y profundas» y las conversiones, y «los muchos frutos espirituales obtenidos por los peregrinos que no dejan de frecuentar el lugar» desde hace 30 años.

 

El Dicasterio ha analizado los mensajes transmitidos entre 1990 y 1995 por las videntes y, en general, los considera positivos. Según la carta de Doctrina de la Fe, contienen «preciosas invitaciones a la conversión». Dice cosas como: “Dejad que Jesús os libere. No permitáis que vuestro Enemigo limite vuestra libertad, por la que Jesús derramó tanta sangre”.

 

La Virgen María se presenta como «feliz» e invita a encontrar el verdadero camino de la felicidad en el reconocimiento de ser amados incondicionalmente: «Os amo tal como sois. Quiero que seáis felices, pero este mundo no os hará felices».

 

Los mensajes insisten en que el camino del Evangelio no es complicado: «Él os quiere cada vez más sencillos». Encontrar la alegría y la paz en el Señor nos hace capaces de dar testimonio y difundir la paz.

 

En la carta, el cardenal Fernández reconoce que un número limitado de mensajes presenta pasajes con «algunas ambigüedades y aspectos poco claros». Pero se remite a un análisis anterior de 2011, que considera que las ambigüedades se deben a la interpretación interior de las jóvenes videntes, que inevitablemente son imprecisas al intentar traducir en palabras unas experiencias espirituales interiores.

 

Doctrina de la Fe propone a la jerarquía greco católica publicar un librito que recopile los mensajes, excluyendo “aquellas pocas afirmaciones que pueden llevar a confusión y perturbar la fe de los sencillos”.

 

El Dicasterio reitera que su dictamen no significa que reconozca la autenticidad sobrenatural de las apariciones, pero sí que “permite aprobar el culto público y comunicar a los fieles que, si lo desean, pueden acercarse sin riesgo a esta propuesta espiritual” (algo que en realidad los obispos locales ya hacían desde 2004, y aun antes).

 

Las apariciones y los videntes

 

Las apariciones comenzaron el 5 de agosto de 1990 a tres kilómetros de Litmanová, un pequeño pueblo de tradición católica bizantina en las montañas del norte de Eslovaquia. Contaba entonces con algo más de 600 habitantes, casi todos católicos rutenos, de lengua rutena o rusina (una lengua eslava distinta a sus vecinas, el eslovaco, el checo o el ucraniano, con al menos medio millón de hablantes). Su parroquia estaba dedicada al arcángel San Miguel.

 

Ese día de verano se apareció la Virgen a tres niños: Ivetka Korcakova (de 11 años), Katka Ceselkova (de 12 años) y Mitko Ceselkovi (de 9 años, el hermano de Katka), mientras jugaban en el Monte Zvir, a kilómetro y medio del pueblo.

 

Los niños oyeron ruidos en el bosque, cada vez más fuertes y se asustaron. Corrieron a un almacén de heno y, por recomendación del niño, empezaron a orar. Entonces una luz apareció en la estancia y los niños pensaron que venía del sol en la ventana. La luz se movió dentro de la estancia y se les apareció la Virgen, aunque solo las dos niñas podían verla (el niño sí había oído el estruendo inicial). Los niños, aturdidos, salieron huyendo. Esa fue la primera vez.

 

Después, durante 5 años, en ese almacén la Virgen se apareció varias veces al año a Ivetka y Katka. Ivetka oía en sus pensamientos la voz interna, espiritual, de la Virgen y sus mensajes. Katka desde abril de 1991 podía ver a la Virgen, pero no oírla.

 

A menudo la Virgen llegaba “como una niebla” y se sentaba en un estrecho banco de madera junto a la pared. Hoy en ese lugar hay una iglesia, un santuario de madera, y en el lugar donde solía estar la Virgen se mantiene un icono de la Virgen con el Niño.

 

Hasta el 24 de febrero de 1991, la Virgen se les apareció varias veces al mes, sobre todo en domingos y fiestas importantes. Desde el 3 de marzo de 1991 se les aparecía solo en los domingos tras el primer viernes del mes.

 

Ropajes y últimos mensajes

 

La Virgen vestía habitualmente túnica blanca con manto azul y faja azul, pero a veces lucía vestidos dorados, en púrpura, y negro. Aparecía a veces con un rosario en la mano y una corona de oro. La Virgen animaba también al uso de sacramentales y medallas. “Yo aconsejo a mis queridos hijos que lleven cosas consagradas con ellos en estos tiempos porque el diablo tiene un poder grande ahora”, decía.

 

En agosto de 1995, ante cien mil peregrinos, Ivetka transmitió el último mensaje de la Virgen: “Mis queridos hijos, la revelación aquí será la última, os amo y os doy gracias por todo lo que habéis hecho por mí aquí. Mis queridos niños: quería que sucediera esto, levantaros de vuestro sueño de vacío, que entendierais que necesitáis convertiros. Por favor, por favor. Permaneceré en esta montaña. Empezad a pensar en mis mensajes. Quedad en mi corazón esta vez. Necesitáis estar más vigilantes y ser más simples, manteneos como niños, completamente libres para Dios. Pensad en mis palabras. Os amo y os espero en el Cielo”.

 

Las videntes se casaron

 

Nada más acabar las apariciones, aún con 15 años, Ivetka entró en una comunidad religiosa, en parte presionada por su madre y el entorno del pueblo que esperaba eso de una vidente, y en parte por simple desconcierto. Después de unos años dejó la congregación y en 2007 se casó. Más adelante fueron a vivir a Inglaterra, y tuvieron al menos un hijo.

 

Katka también se casó. Un documental en 2008 (Ivetka ahora, “Ivetka y la montaña”) las entrevistó y filmó para intentar entender la vida cotidiana “normal” de mujeres que vieron a la Virgen durante 5 años. Katka había tenido dos hijos y en cierto momento emigraría a Estados Unidos.

 

Katka e Ivetka se tienen cariño, pero solo se ven cuando coinciden en visitar su pueblo natal, hoy un santuario que atrae a mucha gente, sobre todo en verano.

 

En 2019, Martin Ližičiar entrevistó con detalle a Ivetka (ya con apellido de casada Hudáková), para SlovoPlus. Ella habló de las apariciones de la Virgen… y de cómo las presiones de la gente (especialmente la de su pueblo, siendo ella una adolescente) la dañaron. Tenía 40 años y estaba contenta de llevar una vida “normal”.

 

Ivetka habla 25 años después

 

En 2019, describía así a la Virgen que vio: “Era la encarnación de lo mejor y más hermoso que podamos imaginar. Su belleza no era solo física, no quedaba en la superficie, sino que impregnaba todo su ser. Era una belleza que reconforta el corazón. Fue cercana a nosotras desde el primer momento. Parecía joven y al mismo tiempo era madre. Es difícil de decir, porque no le calculamos edad en ese momento. Sin embargo, si tuviera que darle una edad, podría tener entre 19 y 20 años”.

 

Con ella, explica, “yo me sentía completamente aceptada. La aceptación máxima que el otro puede darte cuando te acepta con todo. Incluso con lo oscuro. Cuando te abrazan”.

 

Sobre la primera aparición, detallaba en esa entrevista: “Escuchamos un estruendo, un ruido que no pudimos explicar. Al principio pensamos que era gente que venía de Polonia, porque la cabaña en la que estábamos está cerca de la frontera con Polonia. Cuando lo descartamos, porque no vimos a nadie afuera, nos asustamos. El hermano menor de Katka sugirió que rezásemos. Había hecho la Primera Comunión y allí les enseñaron que si tenían miedo debían rezar. Es extraño que se le ocurriera, y más extraño aún porque no tuvo revelaciones y no vio nada. En retrospectiva, hoy creo que él estuvo allí para incitarnos a la oración”.

 

Aún hoy no saben cuál fue el origen de ese sonido. “En cualquier caso, nos llevó a algo bueno. A veces, uno necesita intervenciones incomprensibles en la vida para comprender cosas que no se ven a primera vista”.

 

Katka rezó entonces una oración oriental habitual (“María, Madre nuestra, escóndenos bajo tu manto”), aunque no recuerda cómo la había aprendido. Ella no era una niña devota. “Fue una oración en ese momento que salió de mí, de mi corazón”, comentaba en 2019.

 

Sin dudas de las apariciones

 

“Durante los cinco años de apariciones, soporté muchas expectativas de la gente, y sus desilusiones sobre quiénes somos. Puede que tenga que ver con nociones simplistas e ingenuas de perfección”, comentó en la entrevista. Por otra parte, ya adulta sospechaba que “probablemente yo necesitaba experimentar algo así para convertirme, se supone que este era mi camino hacia Dios. ¿Por qué de esta manera? Nadie lo sabe”.

 

“Después de la primera revelación, no tuve dudas [de que era la Virgen]. Para mí quedó claro. Todo el evento fue tan claro que supe que era Ella. Las dudas no comenzaron hasta que llegamos a casa y les contamos a nuestros padres lo que vimos. Las dudas nacieron desde el mundo de los adultos, con mi madre o la de Katka, lo cual es comprensible. Hoy, sin embargo, entiendo que, si mi hijo viniera diciéndome que ha visto a la Virgen María, yo tampoco diría: “ah, muy bien, muy bien”. También yo tendría que procesarlo, lo dudaría. La duda está indisolublemente ligada a la fe”, admitía en esa entrevista.

 

“Tuvimos varias entrevistas con psiquiatras y psicólogos. Durante las apariciones, probaron cómo funcionaban nuestros sentidos, nos pinchaban y veían nuestra reacción al dolor o al ruido. También tuvimos muchas conversaciones con los sacerdotes. Nos hablaban por separado sobre si podíamos estar equivocadas en lo que decíamos. Nos presionaban, sobre todo, para que pensáramos en los que podía pasar, qué consecuencias o cosas malas podía traer. Fue una gran presión. Se supone que debían asustarnos, para que con el miedo reveláramos si lo que decíamos nos lo estábamos inventando o era cierto”, recuerda.

 

“Cuando yo era niña me importaba mucho lo que pensaran los adultos sobre mí. Íbamos a una escuela que era comunista y había frecuentes burlas. Después fue más fácil. Llegué a la conclusión de que no importa lo que piensen o evalúen los demás, que no cambiará nada de lo sucedido. Creo que sólo lo soportamos porque realmente se nos permitió conocerla a Ella, saber que realmente era Ella”, añadió.

 

Las apariciones, detalló, “comenzaron el 5 de agosto de 1990 y terminaron el 6 de agosto de 1995. El primer año se llevó a cabo todas las semanas. Durante el primer año, la Virgen María nos llamaba a todos a venir a rezar el rosario. Varias mujeres mayores del pueblo y niños fueron allí. Después de un año, dijo que siempre vendría el domingo después del primer viernes. También quería que la gente viniera a ese lugar para confesarse. Al presentarse a sí misma como la Inmaculada Pureza, expresó el mismo tema y la gracia que traía, es decir, la pureza del corazón. Katka vio y oyó las primeras apariciones, luego dejó de oírlas. Sucedía con pensamientos”.

 

Purificarse, vivir la fe honestamente

 

“Lo principal que la Virgen María vino a decir a Litmanova fue que uno necesita conocer su propio corazón para poder ser purificado. Ella vino a hacer lo posible para que pudiéramos ser sanados. En una visión, la Virgen María nos dijo que nos diéramos la vuelta. Fue durante el primer año, cuando que algunas mujeres del pueblo venían a las apariciones. Nos lo dijo después del primer viernes. Tenían caras rocosas. Era un símbolo de confesiones que no sanaban porque se hacían solo por las apariencias, que no impactaban en nuestra vida. Ella vino a hacer eso real en nuestras vidas. Intervenir, hacerlas vivir, vivirlo auténticamente. Significa esforzarse por ser honestos y receptivos unos con otros, atrevernos a encontrarnos con nosotros mismos en cualquier estado. Porque si el hombre no crea un espacio interior en sí mismo, en su alma, no tiene dónde invitar a Dios. Dios, si queremos, entrará dondequiera que estemos realmente presentes. Conocemos la parábola del hijo pródigo y el padre misericordioso. El hijo sale a comerse el mundo, pero cuando vuelve se conoce mejor a sí mismo y después acepta a su padre”.

 

La herida de Ivetka

 

“Después de la última revelación, me sentí abandonada. Fue una lucha difícil aceptar que tenía que caminar por la vida sin apariciones. Tenía una gran añoranza por la Virgen María, ¿cómo podía Ella dejarme así? Recuerdo que cuando llegué a la montaña, me arrodillé frente al banco y solté un gran grito. Para mí, esas lágrimas lo expresaron todo. Sentí su presencia en el dolor. Pero yo, simplemente, no podía aceptar su ayuda”.

 

Tras la última aparición, Ivetka “tenía miedo de vivir sin las apariciones, no podía imaginarlo. Las apariciones habían sido de los pocos momentos en los que me sentí aceptada y amada. Yo estaba muy asustada y me sentía sola. Eso me llevó a unirme a una comunidad religiosa”. Tenía entonces apenas 15 años.

 

“Unirme a esa comunidad era, sobre todo, algo que le convenía a los demás, porque así yo cumplía con las expectativas que tenía la gente de lo que debía hacer una vidente. No sabía cómo salir de eso”, explica.

 

Ivetka también vivió en su juventud un intento de suicidio. “A veces ves algo en otra persona y te dices que eso no te pasará a ti”, señala.

 

Tardó 9 años en salir de la congregación. “No tenía papeles escolares, no sabía cómo ganar dinero… Mi única ventaja era que ahora hablaba alemán con fluidez, así que encontré un trabajo como niñera en Alemania”.

 

Ivetka regresó en 2007 al lugar de las apariciones, para presentar su matrimonio a la Virgen. Comprobó que se daban curaciones físicas y espirituales a los peregrinos, a veces relacionadas con la fuente de agua.

 

Sobre los frutos de las apariciones, comentaba en 2019 que “hay personas que han dicho que han sido sanados. Sé de la recuperación de una niña del cáncer”.

 

Rezar el rosario de manera contemplativa

 

Explicaba también su relación con el rosario ya como adulta madura y en paz. “Lo rezo cuando estoy mal. Cuando me siento bien, también lo rezo, un rosario contemplativo. Una tiene suficiente imaginación para que opere en su alma. Por ejemplo, rezas diez avemarías sobre el nacimiento de Jesús en Belén, cierras los ojos y tratas de imaginarlo. Me imagino cómo me sentiría si caminara hasta un pesebre en Belén. Trato de seguir los pasos del acontecimiento, lo que me evoca…” Matizaba que al cerrar los ojos para rezar sentía cerca a la Virgen, pero no podía ver su rostro.

 

Piensa que María “nos pide oración y nos llama a vivir con sencillez y honestidad. Si quiere que ayunemos, que vayamos a la liturgia o a la Misa, es porque se preocupa por nosotros y quiere que descubramos una vida más bella y más plena”.

 

Tras todas las cosas que ha vivido Ivetka, admite que le gustaría ver a la Virgen “a solas”. Si sucede tras la muerte, dice, “tal como me lo imagino ahora, estaré con ella en silencio”.

 

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