El Cardenal Luis José Rueda, Arzobispo de Bogotá y Primado de Colombia, aseguró que “el obispo no puede vivir su ministerio en soledad”, en el marco de la 119° asamblea del episcopado colombiano.
En diálogo con la Oficina de Prensa de la CEC, el purpurado explicó que “el obispo, cuando se ordena, recibe una gracia sacramental: el sacerdocio pleno. El documento final del Sínodo nos ha recordado, a la luz de Lumen Gentium, que el ministerio episcopal es en, con y para la comunidad”.
“Y cuando hablamos de la comunidad, hablamos de todos los bautizados, hombres y mujeres, de los ministros ordenados, de la vida consagrada femenina y masculina, de los laicos, que es el grueso grupo de la Iglesia”, precisó el arzobispo.
Por lo tanto, subrayó el Primado de Colombia, “el obispo no puede vivir su ministerio en soledad, tiene que vivirlo en comunidad, en fraternidad y es un servidor de la sinodalidad”.
El cardenal destacó que el obispo es “la puerta de entrada de la sinodalidad”, porque “el obispo es el armonizador de las diversidades a la luz del Espíritu Santo. Y ese es el trabajo. Y esa es la misión sinodal que se le recomienda al obispo”.
Al hablar sobre la fase actual del Sínodo, que es la de implementación en las Iglesias particulares, el Cardenal Rueda destacó que “es importante que cada obispo en su jurisdicción constituya el comité o la comunidad de acompañamiento, de motivación, de que haga transitar la sinodalidad en su Iglesia particular”.
El obispo debe estar acompañado
En su reflexión sobre la misión sinodal de cada obispo y ante los obispos que participan de la 119° asamblea de la CEC, el cardenal resaltó que “es muy importante que se reconozca que los obispos necesitamos ser acompañados, no lo sabemos todo, no tenemos todas las respuestas a todos los interrogantes que tiene el pueblo de Dios”.
“Una de las tareas del [arzobispo] metropolitano es la promoción de la fraternidad en los obispos de las diócesis de la provincia. Quisiera sugerir tener en cuenta a los obispos eméritos que están en regiones de la provincia”, continuó el cardenal, según informa la oficina de prensa de la CEC.
El arzobispo metropolitano es quien preside una provincia eclesiástica, de la cual en cierto modo dependen las otras diócesis que la conforman y que son conocidas como sufragáneas.
Su finalidad es de integración, coordinación pastoral y servicio mutuo. El arzobispo metropolitano es un primo inter pares (primero entre iguales). Ante un problema en su provincia, este debe tener solicitud pastoral y fraterna para ayudar a resolverlo.
“Somos frágiles”
El Primado de Colombia dijo también a sus hermanos obispos que es importante “reconocer que también somos frágiles, reconocer que tenemos muchas cosas por mejorar y reconstruir en nuestras vidas. Como no nos mostramos perfectos, la expectativa en el pueblo de Dios cambia”.
Tras destacar la importancia de que el obispo tenga un director espiritual y confesor, el purpurado recordó: “nosotros los obispos somos los misioneros de la armonía en la Iglesia. Somos misioneros y servidores de la armonía en el pueblo de Dios, con la fuerza del Espíritu”.
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