He escuchado de muchos amigos estos días. Hablamos del nuevo Papa, intercambiamos impresiones e ideas. Y veo que hay tres “partidos”: los “No Leone”, que ya han tildado al Papa Prevost de modernista en quien no se puede confiar; los partidarios del “Sí Leone”, que lo miran con confianza y perciben que el clima ha cambiado, y los partidarios expectantes, que recomiendan no precipitarse en los juicios.
Y yo estoy en el medio, balanceándome un poco aquí y un poco allá.
Diálogo con un amigo “No Leone”
Amigo: – Escúchame: con el Papa Prevost el modernismo no terminó, todo lo contrario. León XIV llegó para terminar la obra”.
Yo: – “¿Pero, cómo puedes decir eso?”
Amigo: – Francisco usó la maza, León usará el florete. Pero esa es la línea. No habrá los excesos del pasado, por supuesto, porque León todo lo hará con una sonrisa y vistiendo una ropa que gusta a los conservadores. Aun así, permaneceremos en ese ritmo. No tiene sentido cultivar ilusiones. No hay vuelta atrás.
Yo: – A veces lo pienso también. Temo que Leo sea el normalizador. Pero luego lo miro, lo escucho y recupero la confianza. Me parece que hay nuevamente un Papa en Roma.
Amigo: – Te lo dije: nunca te había visto tan confundido. Y puedo entenderte. Pero tenga cuidado con el sentimentalismo.
Yo: – Algunos de los primeros movimientos de Leo, objetivamente, me decepcionaron. Pero quizá no justifiquen una valoración negativa. ¿Cómo puedes estar tan seguro?
Amigo: – Conozco a muchos buenos católicos que, ante la aparición del Papa León, pensaron inmediatamente: mira, el aire ha cambiado. Pero créeme: es una ilusión. Leo también es hijo del Consejo, y con él no habrá ningún cambio de rumbo. Simplemente, la revolución continuará de una manera más suave, lo cual es aún más peligroso, porque eso es lo que siempre ha propuesto el modernismo: conquistar la Iglesia desde dentro, paso a paso, hasta la victoria final. Tendremos menos contradicciones en el terreno doctrinal, algunas garantías en el terreno moral, pero en general prevalecerá la línea del “Fratelli tutti”, del ecumenismo, del diálogo al estilo de Abu Dhabi. No te hagas ilusiones.
Yo: – A veces me digo eso también: no debo engañarme. Entonces me digo: espera. Doce años de Bergoglio nos han vuelto locos. Debemos aprender a amar de nuevo al Papa.
Amigo: – Nobles pensamientos. Pero volvemos al sentimentalismo. En realidad, el Papa León no dará un giro, porque es fruto del mismo árbol conciliar. Una fruta mucho más dulce, pero por eso aún más peligrosa, con su sonrisa de obispo bueno y gentil. Lamento decirte: abre los ojos.
Diálogo con un amigo “Sí Leo”
Amigo: – Me gusta Leo. Me gustó inmediatamente. Un hombre humilde, pero también firme. Ciertamente inteligente y preparado. Ya era hora. El final de una pesadilla.
Yo: – ¿ Sin dudas? ¿No percibes un tufo de neomodernismo, aunque sea bien templado?
Amigo: – ¡Vamos, no seas fanático! Fuiste tú quien escribió “No disparen a León”. ¿Y ahora tienes dudas? Entiendo que con Bergoglio fue duro, pero ahora necesitamos volver a respirar.
Yo: – ¿Y si todo fuera una ilusión? ¿Pensamiento ilusorio?
Amigo: – Piénsalo. Bergoglio ha dividido la Iglesia, dejando sólo fragmentos. León tendrá que reconstruirse. Y no puede hacerlo sin tener en cuenta a todos. Tiene experiencia eclesiástica y pastoral, es el hombre indicado. Conoce el aparato y sabe gobernar.
Yo: – No lo dudo. ¿Pero me confirmará en la fe? Probablemente será el último Papa de mi vida terrena. ¿Me ayudará a morir como católico?
Amigo: –Tenemos que tener fe. No siempre puedes tener un arma apuntándote. A veces dirá o hará algo que no nos gustará, pero hay nuevamente un Papa en Roma, y eso es lo que importa.
Diálogo con un camarero
Amigo: – Chesterton advirtió: “Una mente abierta, como una boca abierta, siempre debe saber cómo cerrarse ante algo”.
Yo: – ¿Y?
Amigo: – Así que mi boca se queda cerrada, porque ya hay demasiada gente hablando, a menudo al azar.
Yo: – Perdona que te diga esto, pero me parece que quieres salirte con la tuya a bajo precio.
Amigo: – No es así. No me gusta ni la caza de palomas ni el entusiasmo acrítico. Aún no ha llegado el momento de juzgar.
Yo: – ¿No vas a arriesgarte ni un poquito?
Amigo: – Me gusta este Papa en algunas cosas, pero me deja perplejo en otras. Pero repito, es temprano. El frenesí de la maldad, la arbitrariedad y la vulgaridad ciertamente ha terminado. De ahí el sentimiento de liberación. No espero que volvamos a lo anterior al Concilio, pero quiero permanecer abierto a las sorpresas sin prejuicios.
Yo: – Eres un hombre sabio. Debería aprender de ti. Yo, en cambio, oscilo continuamente.
Amigo: – Porque en el fondo eres apasionado. Siempre hay que apoyar, a favor o en contra. Pero este es el momento de la razón.
Yo: – ¡Por eso quizás no sea mi momento!
Amigo: – No seas tan duro contigo mismo. Es solo cuestión de paciencia.
Yo: – Eh. ¿Poncio Pilato?
Amigo: – ¡Oh, no! Lo examinamos todo, nos quedamos con lo bueno y rechazamos el resto. Pero sin actitudes preconcebidas. Venimos de años de ideología predominante. Necesitamos razón y sentido común.
Y ustedes, amigos de “Duc in altum”, ¿qué opinan?
AcaPrensa / Blog de Aldo Maria Valli / Duc in altum
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