Se ha abierto otra página oscura en la relación entre la verdad y la comunicación vaticana. Durante la audiencia general en la Plaza de San Pedro, un gesto profundamente humano y fuerte de León XIV fue oscurecido por la dirección de los medios oficiales vaticanos: mientras el Papa, después de haber saludado personalmente a todos los obispos, se dirigía a los fieles que estaban a su lado para estrecharles la mano y bendecirlos, Vatican News cortó la transmisión en directo , dejando la vista en la cámara panorámica de la plaza e interrumpiendo la transmisión con imágenes en primer plano.
Un acontecimiento imprevisto, sí, pero que dice más que mil discursos: un gesto que encarna el espíritu de un pontificado capaz de mantener al mismo tiempo la proximidad al pueblo de Dios y la conciencia del propio papel de líder. León XIV, caminando entre los fieles, demostró que se puede ser Papa sin negar el papado, que se puede ser amado sin demonizar a la Iglesia.
Una narrativa incómoda para aquellos, como Paolo Ruffini, Andrea Tornielli, Salvatore Cernuzio y otros, que durante más de una década han construido un relato rígidamente ideológico del pontificado anterior. Admitir la fuerza humana y pastoral de León XIV significaría reconocer que doce años de comunicación oficial fueron a menudo más propaganda que evangelización. Significaría admitir que no necesitamos romper la tradición para llegar a los corazones de la gente.
Por eso es preferible oscurecer. Pretenden borrar cualquier gesto que pueda acercar a León XIV al pueblo. Cada sonrisa, cada apretón de manos, cada palabra fuera de guion es cortada, acortada, evitada. El objetivo es claro: crear la mayor discontinuidad posible con el Papa Francisco, para luego acusar a León XIV de frialdad, distanciamiento y restauración. Una estrategia estudiada, alimentada por quienes hoy temen perder visibilidad, posiciones, poder.
Una estrategia que les permitió ascender en 2013, pero que hoy les costará un billete de ida. Además, no es ningún secreto que muchos de estos nombres han prosperado bajo un pontificado y ahora se sienten marginados bajo otro. Durante años han alimentado polarizaciones, escisiones y divisiones dentro de la Iglesia. Pero esta vez no será tan fácil. El público, al menos los presentes en la plaza, lo vio. Y quienes estuvieron conectados desde casa –aunque privados de imágenes oficiales– saben buscar y encontrar la verdad.
Un gesto censurado
El evento “no programado” no estaba planeado, y por eso fue aún más poderoso: León XIV, después de la parte oficial de la audiencia, decidió acercarse aún más a la gente a los lados del escenario.
¿La respuesta del director del Vaticano? Censura en vivo. Alejar, plano general, fundido. Los espectadores quedaron con la imagen impersonal de una multitud distante. Ninguna emoción, ningún apretón de manos, ningún contacto humano transmitido. Una elección editorial deliberada y ahora, lamentablemente, recurrente.
Éste no es un incidente aislado. Ayer, durante la audiencia con el Napoli Calcio, Vatican News –la versión italiana y no sólo– cortó un pasaje incómodo del discurso de León XIV. El Pontífice, refiriéndose a los medios de comunicación, había afirmado: «No todo lo que dice la prensa es verdad». Una frase directa y sincera, que en un instante desapareció de las versiones oficiales difundidas en internet y redes sociales. Videos editados, palabras borradas, memoria borrada.
Afortunadamente la verdad no se puede silenciar. Los presentes en la Plaza de San Pedro vieron, filmaron y contaron. Ya circulan en internet imágenes del Papa estrechando manos y bendiciendo pese a la ausencia de cámaras oficiales. Y esto dice mucho del fracaso de la censura: la espontaneidad, la autenticidad y la verdad, hoy en día, escapan al control centralizado. Pero la amargura permanece. La amargura de ver que, precisamente donde debería haber un servicio al Papa, hay un juego de poder que comenzó pocas horas después de la muerte de Jorge Mario Bergoglio.
AcaPrensa / Silere non possum
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