Al menos 82 cristianos han muerto en los últimos días en la región congoleña de Kivu Norte en ataques atribuidos a las Fuerzas Democráticas Aliadas (ADF), vinculadas al Estado Islámico. Los hechos se produjeron en las provincias de Beni, Lubero y en la aldea de Bapere, e incluyeron secuestros y saqueos.
Entre el 9 y el 16 de agosto, 52 cristianos fueron asesinados en Beni y Lubero, en una serie de asaltos acompañados de secuestros y la destrucción de viviendas. Pocos días después, en la aldea de Bapere, al menos 30 cristianos perdieron la vida y más de un centenar fueron tomados como rehenes.
En este último caso, varias de las víctimas fueron asesinadas con cuchillos y se produjeron incendios de casas, lo que obligó a numerosas familias a huir.
Las organizaciones humanitarias presentes en la zona han advertido del impacto de esta nueva ola de violencia sobre la población cristiana y temen que en las próximas semanas aumenten los ataques y las cifras de víctimas mortales.
Como es habitual, ni las autoridades del país ni la comunidad internacional van a tomar medida efectiva alguna para parar las masacres.
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LEÓN XIV AL MEETING DE RÍMINI: «LA PAZ NO ES UNA UTOPÍA ESPIRITUAL»
AcaPrensa / InfoCatólica
21/08/25
El papa León XIV, a través del cardenal secretario de Estado, Pietro Parolin, ha enviado un mensaje a los participantes del encuentro de Rímini. El texto invita a construir «ladrillos nuevos» en los «lugares desiertos», destaca el testimonio de los mártires de Argelia y subraya el valor del diálogo y la paz cotidiana.
El mensaje, dirigido al obispo de Rímini, Mons. Nicolò Anselmi, presenta el tema de esta edición -«En los lugares desiertos construiremos con ladrillos nuevos»- como una llamada a la esperanza. Recuerda que «la piedra descartada ha sido puesta como piedra angular» y que «la esperanza no defrauda».
El texto describe el desierto como lugar donde nace el pueblo de Dios y madura la elección de la libertad. «El Dios bíblico […] transforma el desierto en un lugar de amor y de decisiones, lo hace florecer como un jardín de esperanza», señala, evocando la memoria profética de ese espacio y la presencia secular de monjes y monjas «en representación de la humanidad».
Una de las exposiciones centrales del Meeting está dedicada a los mártires de Argelia. En su testimonio, indica el mensaje, «resplandece la vocación de la Iglesia a habitar el desierto en profunda comunión con la humanidad, superando los muros de desconfianza que contraponen religiones y culturas». La misión se define como «vía de presencia y sencillez, de conocimiento y de “diálogo de la vida”», «no una auto‑exhibición», sino «don de sí hasta el martirio de quien adora […] a Jesús solo como Señor».
El mensaje subraya la importancia de los diálogos previstos, tanto entre católicos de diversas sensibilidades como con creyentes de otras confesiones y con no creyentes. «Son importantes ejercicios de escucha, que preparan los ladrillos nuevos con los que construir el futuro», afirma, e invita a «osar la profecía» cuando las instituciones «no logran hacer prevalecer el derecho, la mediación y el diálogo», para ver ya «lo que puede nacer de las ruinas y del dolor inocente».
El mensaje recuerda la exhortación de León XIV a los obispos italianos: «Promover recorridos de educación en la no violencia, iniciativas de mediación en los conflictos locales, proyectos de acogida que transformen la desconfianza en oportunidad de encuentro». Y añade: «La paz no es una utopía espiritual: es una vía humilde, hecha de gestos cotidianos, que entrelaza paciencia y valentía, escucha y acción».
Se propone una «gran conversión cultural» en la que fe, esperanza y caridad se traduzcan en opciones concretas. El texto retoma la enseñanza del papa Francisco: «La opción por los pobres es una categoría teológica antes que cultural, sociológica, política o filosófica», y sostiene que el «auténtico realismo» incluye a quien «aporta otro punto de vista». Advierte que «sin las víctimas de la historia […] no tendremos ladrillos nuevos» y contrapone al sueño de Babel la «paciencia del encuentro con un Misterio siempre otro», del que es signo la diferencia de cada persona.
Por último, llama a abandonar «la idolatría del beneficio» y a traducir el Evangelio en formas de desarrollo que eviten «crecimientos sin equidad y sostenibilidad». Sobre la revolución digital, advierte que «corre el riesgo de acentuar discriminaciones y conflictos» y pide habitarla «con creatividad» para que «el desierto se convierta en jardín» y la «ciudad de Dios» transfigure los lugares desolados.
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