El Superior General, P. Davide Pagliarani, celebró el 20 de agosto una solemne Misa tradicional en el Jubileo con miles de peregrinos y más de cien sacerdotes
En el día del aniversario de la muerte de San Pío X, el Superior General de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X (FSSPX), P. Davide Pagliarani, presidió este 20 de agosto en Roma una solemne Misa en rito vetus ordo con motivo del Jubileo. Ante miles de peregrinos llegados de todo el mundo y más de un centenar de sacerdotes, la Fraternidad se hizo presente oficialmente en un gesto de proximidad con Roma, a pesar de las discrepancias jurídicas y doctrinales que todavía persisten.
La celebración, marcada por el canto gregoriano y la participación fervorosa de familias enteras, ofreció una imagen poderosa: decenas de jóvenes sacerdotes y seminaristas, junto a padres, madres y niños, testimonio vivo de que la Tradición católica sigue siendo un manantial de vocaciones y de fe profunda. El P. Pagliarini pronunció una homilía en varios idiomas que enfatizó la centralidad de la Misa como esencia de la Iglesia a lo largo de toda la historia.
“Los mártires han sido los testigos de la fe. Sellaron su fe, la profesión de su fe, con su sangre. Y los Papas, a lo largo de los siglos, tuvieron una misión muy simple: restaurar, recapitular todo en Nuestro Señor”, recordó el P. Pagliarini en su homilía.
La fecha no podía ser más significativa. San Pío X, patrón de la Fraternidad y el Papa que adoptó como lema el “Instaurare omnia in Christo”, fue presentado como modelo de firmeza y de lucha contra el pecado:
“Encomendamos todas nuestras intenciones: la lucha contra el pecado y contra las consecuencias del pecado. Esta lucha permanecerá hasta el fin de los tiempos y sólo se acabará en la eternidad. Es un esfuerzo que resuena a lo largo de toda la historia, eco del mismo esfuerzo de Nuestro Señor.”
El Superior subrayó además que la historia humana se encamina hacia un desenlace que pasa por la plena victoria de Cristo:
“San Pablo mismo describió el sentido de la historia: terminará cuando Nuestro Señor destruya todo dominio y poder de este mundo, sometiéndolo todo a Dios Padre. Éste es el sentido de la victoria, la obra de Nuestro Señor y también la obra de los Papas, de la Iglesia y de cada uno de nosotros… para que Dios sea todo en todos.”
En este punto, Pagliarini advirtió contra los errores de una modernidad que pretende separar la vida del hombre de la realeza de Cristo:
“No existe en el hombre ni en este mundo una esfera independiente que no caiga bajo el señorío de Nuestro Señor. Y esta idea moderna, revolucionaria, de que hay ámbitos que no dependen de la autoridad y del reinado de Cristo, es precisamente lo que los Papas han tratado de combatir.”
Y concluyó con una nota de esperanza: “En medio de esta batalla tenemos una certeza: a pesar de todos los altibajos, la victoria de Cristo es segura. Un día Él vencerá todo, a todos y a cualquier obstáculo. Estamos aquí en Roma para pedir a los Apóstoles la fortaleza que necesitamos, y para profesar nuestra fe en este punto en particular: la victoria final de Nuestro Señor.”
La presencia multitudinaria de fieles, muchos de ellos jóvenes, así como la imponente procesión de sacerdotes y religiosas, han mostrado que la Misa de siempre, mantenida por la Fraternidad de San Pio X en tiempos adversos, sigue dando fruto abundante.
En un contexto en el que se multiplican las restricciones a la liturgia tradicional en otros ámbitos, la imagen de este 20 de agosto en Roma suena como un llamado a reconstruir puentes: la Tradición católica no pertenece al pasado, sino que está dando vida a las familias, a las parroquias y a las vocaciones sacerdotales.
La Fraternidad, que mantuvo viva la “Misa de los siglos” en medio de la incomprensión y de las dificultades, aparece hoy como un actor que no puede ser ignorado en la vida de la Iglesia.
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