Acaprensa

Agencia Católica de Prensa

RESPUESTA A QUIENES AMAN LA MISA TRADICIONAL, PERO SE LES NIEGA EL ACCESO A LAS IGLESIAS AcaPrensa / Marco Tosatti / Matteo Castagna

Queridos amigos y enemigos de Stilum Curiae, Matteo Castagna, a quien agradecemos sinceramente, les ofrece estas reflexiones sobre la Misa antigua. Disfruten de la lectura y compartan.

 

El Concilio de Trento, convocado por el Papa Pablo III el 13 de diciembre de 1545, concluyó en 1563. Fue un concilio que buscó, sobre todo, la protección del dogma y la reforma de la Iglesia: espiritual, moral y disciplinaria. Las definiciones dogmáticas, obviamente inmutables, se centraron en las fuentes de la fe, la interpretación de la Sagrada Escritura, la doctrina del pecado original, la justificación y el valor de los sacramentos.

 

Durante la Sesión XIII, el 11 de octubre de 1551, se definieron los “Cánones sobre el Santísimo Sacramento de la Eucaristía” (ver “Conciliorum Oecumenicorum Decreta”, 3ª edición bilingüe editada por G. Alberigo et al., EDB, Bolonia 2003).

 

Desde el canon 1) la Iglesia es muy clara: “si alguno niega que en el santísimo sacramento de la Eucaristía están verdadera, real y sustancialmente contenidos el Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo, con el alma y la divinidad, y, por tanto, todo Cristo, sino que dice que está allí sólo como símbolo o figura, o sólo por su virtud, sea anatema”.

 

En la Sesión XXII, del 17 de septiembre de 1562, el Sagrado Concilio de Trento enunció la “Doctrina y Cánones sobre el Santísimo Sacrificio de la Misa”, continuando con su acostumbrada y absoluta claridad: “Si alguno dijere que en la Misa no se ofrece a Dios un verdadero y propio sacrificio, o que el ser ofrecido no significa otra cosa, sino que Cristo se nos da a comer, sea anatema”.

 

Continúa en el canon 3): “si alguno dijere que el sacrificio de la Misa es sólo sacrificio de alabanza y acción de gracias, o simple conmemoración del sacrificio ofrecido en la cruz, y no propiciatorio; o que aprovecha sólo a quien lo recibe; y que no debe ofrecerse por los vivos y los muertos, por los pecados, por las penas, por las satisfacciones y por otras necesidades, sea anatema”.

 

Es algo fundamental, pues se refiere a la Santa Misa, llamada de San Pío V, o, más comúnmente, tridentina o tradicional, cuyo núcleo fundamental se remonta al siglo III, canon n. 6): “si alguno dijere que el canon de la Misa contiene errores y que, por tanto, debe ser abolido, sea anatema”.

 

Finalmente, he aquí otro precepto importante: 9): “si alguno dijere que el rito de la Iglesia Romana, según el cual una parte del canon y las palabras de la consagración se pronuncian en voz baja, debe ser reprobado; o que la misa debe celebrarse sólo en lengua vernácula […], sea anatema”.

 

El 17 de julio de 1570, el mismo Santo Pontífice Pío V acompañó el Misal con la Constitución Apostólica “Quo Primum Tempore” (Pius Episcopus Servus Servorum Dei, ad Perpetuam Rei Memoriam) donde usó de toda su autoridad magisterial para subrayar, en el punto VI: […] “establecemos y mandamos, bajo pena de Nuestra indignación, que jamás se añada, ni se suprima, ni se cambie nada a este Nuestro Misal, recientemente publicado”.

 

El punto VII es emblemático: «[…] en virtud de la Autoridad Apostólica, concedemos a todos los sacerdotes, de acuerdo con este documento, el indulto perpetuo para poder seguir, de manera general, en cualquier iglesia, sin ningún escrúpulo de conciencia ni peligro de incurrir en ninguna sanción, juicio o censura, este mismo Misal, que, por lo tanto, tendrán plena facultad para usar libre y lícitamente». «Asimismo, decretamos y declaramos que las presentes Cartas no podrán ser revocadas ni disminuidas en ningún momento, sino que deberán perseverar siempre en su firme y válida vigencia» (punto VIII).

 

El Santo Pontífice concluye, comprometiendo a todo el mundo católico: «Por tanto, nadie, de ninguna manera, puede atreverse con temeraria osadía a violar o transgredir este documento Nuestro: facultad, estatuto, ordenanza, mandato, precepto, concesión, indulto, declaración, testamento, decreto y prohibición. Si alguien tiene la audacia de intentarlos, sepa que incurrirá en la indignación de Dios Todopoderoso y de sus bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo» (punto XIII).

 

Cuatrocientos años después de la santificación de innumerables almas, en 1969-70, estalló una revolución. La misa dejó de celebrarse. La Asamblea Popular presidió el servicio, centrando toda la atención en los presentes, y la conmemoración se dedicó a lo sucedido en el Calvario. Se modificaron las fórmulas del Ofertorio y la Consagración, y el altar se transformó en una mesa, en un contexto completamente desacralizado, desprovisto de muchas oraciones.

 

El día del Corpus Christi de 1969, los cardenales Ottaviani (en aquel entonces Prefecto del Santo Oficio) y Bacci presentaron el Breve Examen Crítico del Novus Ordo Missae a Giambattista Montini (Pablo VI), escribiendo en su carta de introducción: “[…] el Novus Ordo Missae, considerando los nuevos elementos, susceptibles de diferentes evaluaciones, que parecen estar implícitos e implicados en él, representa, tanto en su conjunto como en sus detalles, una sorprendente desviación de la teología católica de la Santa Misa, tal como fue formulada en la Sesión XXII del Concilio de Trento, que, al establecer definitivamente los “cánones” del rito, erigió una barrera insuperable contra cualquier herejía que pudiera socavar la integridad del magisterio”.

 

Montini nunca respondió. En la audiencia general del 17 de marzo de 1965, dijo: «La asamblea se vuelve viva y activa; participar significa permitir que el alma se active, atenta, converse, cante y actúe». «La armonía de un acto comunitario, realizada no solo con gestos externos, sino con la inspiración interior de la fe y la piedad, impregna el rito de una fuerza y belleza particulares: se convierte en un coro, un concierto, el ritmo de un ala inmensa que se eleva hacia las alturas del misterio y la alegría divinos». «Antes», añadió el Pontífice, «bastaba con asistir; ahora se necesita participar; antes, bastaba la presencia; ahora se necesita atención y acción; antes, algunos dormitaban y quizás charlaban; ahora, no, deben solo escuchar y rezar».

 

En la audiencia general del 26 de noviembre de 1969, Pablo VI anunció que, a partir del domingo siguiente, se establecería un nuevo rito de la Misa, reformado según las indicaciones de la Constitución Apostólica conciliar «Sacrosanctum Concilium». Qué extraño: un concilio ecuménico que se proponía expresamente ser exclusivamente «pastoral» transformó la Lex Orandi de la Iglesia…

 

“Un cambio”, continuó Montini, “que afecta a una venerable tradición centenaria” y, por tanto, “al patrimonio religioso hereditario, que parecía destinado a gozar de una estabilidad inviolable”.

 

Este cambio afecta al desarrollo ceremonial de la Misa: «Sentiremos quizá cierta incomodidad», explica el docto Montini, «de que las cosas en el altar ya no se lleven a cabo con esa misma coherencia de palabras y gestos a la que estábamos tan acostumbrados, casi hasta el punto de no prestarles ya atención».

 

El cambio también afecta a los fieles. Y pretende afectar, añade Pablo VI, a «todos los presentes, distrayéndolos así de sus habituales devociones personales o de su sueño habitual». Y así, al parecer, se desestima el rechazo del Prefecto del Santo Oficio, de eminentes teólogos, del Coetus Internationalis Patrum, de cardenales, obispos, párrocos, de algunos grupos de fieles e incluso del Padre Pío de Pietrelcina, un gran santo del siglo XX. Debemos prepararnos, continuó Pablo VI, «para esta múltiple perturbación, que es la perturbación de todas las novedades que se inmiscuyen en nuestras costumbres habituales».

 

Los seis pastores protestantes que contribuyeron a la redacción de la “nueva misa” fueron fotografiados en el Vaticano, el 10 de abril de 1970, junto a Pablo VI:

 

El Dr. George; el canónigo Jasper; el Dr. Shephard; el Dr. Konneth; el Dr. Eugene Brand; y el padre Max Thurian, en representación del Consejo Mundial de Iglesias, la Iglesia de Inglaterra, la Iglesia Luterana y la Comunidad de Taizé. Este último declaró a La Croix el 30 de mayo de 1969 que «en esta Misa renovada, no hay nada que pueda perturbar verdaderamente a los protestantes evangélicos». ¡Pero! Quién sabe qué habrá pensado San Pío V desde allá arriba… y quién sabe qué pensarán quienes perseveran en el birritualismo…

 

  1. Guitton, en su libro Pablo VI secreto, ed. San Paolo, Milán 1985 (cuarta edición, 2002), pág. 59, relata que el propio Montini, quien introdujo el nuevo misal, buscó conscientemente este acercamiento a la doctrina y la liturgia protestantes: «El esfuerzo que exige a los hermanos separados reunirse debe ir acompañado del esfuerzo, igualmente humillante para nosotros, de purificar la Iglesia romana en sus ritos, para que se vuelva deseable y habitable».

 

A lo largo de estos últimos 55 años, la “múltiple perturbación” de “purificar la Iglesia romana en sus ritos” para que agraden, ecuménicamente, al mundo, se ha materializado en una lucha ardua y sin cuartel y en intentos diplomáticos.

 

La Lex Orandi, que corresponde a la Lex Credendi emitida por el Concilio Vaticano II, es el Novus Ordo Missae de Pablo VI. La Lex Orandi corresponde a la Lex Credendi emitida por la Tradición Apostólica, que comienza con el Jueves Santo y fue codificada en el Concilio de Trento. No pueden coexistir bajo la misma Cúpula, a menos que se quiera negar el principio de no contradicción e identidad.

 

Por lo tanto, a los diversos lectores y amigos que me contactan angustiados por la represión motivada por acciones explícitas, como la Traditionis Custodes de Bergoglio, contra la celebración parroquial de la Misa de San Pío V, les respondo que es normal pero injusto. Injusto porque la Misa de todos los tiempos debería tener su lugar en las iglesias católicas y, de hecho, recibir todos los honores que merece. Normal porque, en esta situación de conflicto y ruptura, además de evidentes diferencias doctrinales, es como si yo, en la sala de mi casa, escuchara al presidente de la Casa del Pueblo de mi pueblo cantar “Bandiera Rossa”.

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *