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RENACE LA ABADÍA DE NOTRE-DAME DES NEIGES: EL FERVOR CISTERCIENSE FEMENINO AcaPrensa / InfoVaticana

La emblemática abadía de Notre-Dame des Neiges, enclavada en la soledad de las montañas de Ardèche, ha vuelto a la vida. Fundada en 1850 por monjes trapenses, este lugar de recogimiento y austeridad, conocido por acoger a figuras como san Charles de Foucauld, afrontaba un ocaso inevitable tras la partida de sus últimos monjes en 2021. Pero a finales de 2022, ocho jóvenes monjas cistercienses procedentes de la abadía de Boulaur tomaron el relevo, insuflando un espíritu nuevo y vibrante.

 

De la fundación trapense a la llegada de Charles de Foucauld

El origen de Notre-Dame des Neiges se remonta al 5 de agosto de 1850, día de la festividad mariana que le da nombre, cuando siete monjes de la abadía de Aiguebelle llegaron a una humilde granja de piedra y paja para fundar un monasterio cisterciense de la estricta observancia, conocidos popularmente como trapenses. En aquella época, las vocaciones florecían, y pronto el reducido edificio se quedó pequeño.

 

Uno de los nombres más ilustres que pasaron por sus muros fue Charles de Foucauld, quien ingresó en 1890 buscando la radicalidad del desierto espiritual. Aunque su estancia fue breve, su paso marcó la identidad de la abadía como refugio para almas en busca de silencio y rigor. Un devastador incendio en 1912 no detuvo a la comunidad, que resurgió con más fuerza, emprendiendo incluso la producción vinícola desde 1949 hasta los años 2000.

 

El relevo generacional: las monjas de Boulaur toman el testigo

 

El siglo XXI trajo consigo el inevitable declive de la comunidad trapense, incapaz de sostenerse por la falta de vocaciones. Finalmente, en diciembre de 2021, los últimos monjes abandonaron el monasterio, dejando su herencia espiritual en manos de las monjas cistercienses de Boulaur, conocidas por su dinamismo y juventud.

 

En diciembre de 2022, las ocho primeras hermanas se instalaron en Notre-Dame des Neiges. En apenas un año, la comunidad creció hasta las doce religiosas, decididas a preservar el carisma benedictino de ora et labora en un contexto adaptado a las necesidades actuales.

 

Vida contemplativa, hospitalidad y nuevos proyectos

 

La abadía, situada en plena ruta del GR70 o “Camino de Stevenson”, sigue siendo un punto de acogida para peregrinos y visitantes que buscan un oasis espiritual. Las monjas han mantenido abierta la hospedería, continuando una tradición centenaria de hospitalidad, mientras armonizan la vida litúrgica con el trabajo manual.

 

A diferencia de sus predecesores trapenses, las hermanas pertenecen a la rama de la común observancia del Císter, lo que implica una vida igualmente contemplativa pero con un enfoque más abierto y versátil. Desde las vigilias a las 5:15 hasta las completas a las 20:30, las monjas rezan los siete oficios diarios en canto gregoriano, combinando la oración con labores agrícolas y domésticas.

 

Un ejemplo de su espíritu emprendedor es la creación, en Pascua de 2024, de un pequeño taller artesanal donde elaboran productos de limpieza naturales a base de plantas, iniciativa que complementa la explotación agrícola de 150 hectáreas y el cultivo de un huerto.

 

Evangelización en redes sociales: un apostolado creativo y cercano

 

Lejos de limitarse al recogimiento del claustro, las monjas de Notre-Dame des Neiges han sabido integrar las redes sociales en su apostolado. Sus publicaciones transmiten con humor y sencillez la alegría de la vida monástica. En enero de 2024, sorprendieron a sus seguidores con un simpático video ofreciendo “bonhommes de neige” (muñecos de nieve) por correspondencia, gesto que refleja su capacidad de conectar con las nuevas generaciones sin perder la profundidad de su vocación.

 

La historia de Notre-Dame des Neiges no es solo la crónica de una abadía que resurge, sino un testimonio vivo de cómo la tradición monástica puede renovarse sin perder su esencia. En un mundo acelerado y superficial, el ejemplo de estas jóvenes cistercienses demuestra que la contemplación, el trabajo manual y la comunión con la naturaleza siguen siendo caminos para encontrar a Dios.

 

Fuente: Le Salon Beige

 

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