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EL DECLIVE DEL CATOLICISMO LIBERAL AcaPrensa / The Catholic Thing / Mons. Robert J. Batule

Cuando fui ordenado sacerdote en 1985, mi primer párroco estaba por cumplir 50 años; pertenecía a la promoción de ordenación de 1962. Él se consideraba, y otros también lo veían así, como un sacerdote del Vaticano II.

 

Había infinidad de reuniones, abundante “co-ministerio” con religiosas y, en las conversaciones, frecuentes referencias a los marginados y a diversas minorías.

 

Pero no recuerdo que hayamos tenido una sola Hora Santa en presencia del Santísimo Sacramento durante mis cinco años de asignación allí, ni tampoco haber escuchado una palabra contra la convivencia prematrimonial en el programa parroquial de Pre-Cana. Además, no tengo recuerdo alguno de avisos en el boletín dominical sobre seminarios de planificación familiar natural.

 

Siempre habrá diferentes énfasis pastorales, incluso en parroquias que no son especialmente ideológicas. Sin embargo, lo que se desarrolló en muchas parroquias posconciliares son lo que hoy llamamos “espacios seguros”, es decir, lugares a los que uno podía acudir sin ser confrontado con palabras o ideas incómodas.

 

Cuando ese “espacio seguro” es vulnerado —después de décadas, en algunos casos— es fácil imaginar el disgusto que esto provoca en ciertos sectores. Pero era algo que, tarde o temprano, iba a suceder.

 

En los últimos años, los hombres ordenados sacerdotes en la década de 1970 han comenzado a celebrar su 50 aniversario y se han retirado del ministerio activo.

 

Están siendo reemplazados por hombres que ni siquiera habían nacido en los años setenta. De hecho, los sacerdotes jóvenes de hoy fueron ordenados en las últimas dos décadas.

 

Estos nuevos sacerdotes son doctrinalmente más conservadores que aquellos a quienes están reemplazando. No se trata solo de observaciones anecdóticas; las encuestas lo confirman.

 

Esto ha provocado no poca fricción, ya que los “espacios”, usando el lenguaje antes mencionado, han pasado de ser “seguros” a “inseguros”.

 

No en todos los casos, pero los cambios son evidentes en el púlpito, en el altar, en el confesionario y en las aulas, allí donde hay parroquias con escuelas primarias y secundarias.

 

En contraste con los ejemplos de mi primera asignación, las Horas Santas son ahora habituales en muchas parroquias, las presentaciones Pre-Cana son más propensas a señalar no solo la incongruencia sino la pecaminosidad de la convivencia, y, en relación con esto, que la castidad conyugal no se alcanza mientras se practique la anticoncepción.

 

Siempre debemos tener cuidado con las palabras que colocamos justo antes de “catolicismo” al hablar o escribir. Después de todo, nos referimos a nuestra fe, que no es, taxonómicamente hablando, un fenómeno político.

 

Sin embargo, hay una pertinencia clara del conservadurismo, ya que la fe tiene atributos que tienden decididamente a preservar íntegro y sin disminución lo que se transmite. En este sentido, existen correlaciones bíblicas y eclesiales distintivas con el conservadurismo.

 

Mons. Robert Barron, tras el Congreso Eucarístico Nacional del año pasado, comentó que “el catolicismo liberal jamás habría logrado lo que ocurrió en Indianápolis”. Lo que más le impresionó del Congreso fue la procesión con el Santísimo Sacramento por las calles de la capital de Indiana.

 

Ver a tantos miles de católicos participar de esa devoción, con su reverencia y piedad, conmovió profundamente a Mons. Barron, y sin duda a muchísimos más.

 

Esto lo llevó a observar que, ante la reverencia y la piedad hacia el Señor eucarístico, el liberalismo en religión tiende a “reducir lo sobrenatural a lo natural.”

 

Si la Eucaristía es meramente un símbolo, como cree y piensa la mayoría de los católicos, entonces lo que uno intentaría es redefinir el significado de la Presencia Real y la transubstanciación.

 

Pues el carácter trascendente y ontológico de estos términos tendría que reinterpretarse de modo que se centre en nosotros mismos y no en el Señor.

 

Esa, lamentablemente, es la tendencia que se inició hace décadas. Comenzó con la catequesis en los años 60 y 70, y no se detuvo allí, llegando hasta la supresión de la estética (especialmente el arte y la arquitectura) en la liturgia en buena parte del mundo católico.

 

Lo que estabamos viendo es una progresiva inmanentización de la fe, históricamente hablando. Si alguna vez llegáramos a ese desenlace, no habría ya nada que “transmitir” salvo nuestros propios imperativos personales.

 

Hubo también aquella afirmación, hecha hace más de veinticinco años, de que “el catolicismo liberal es un proyecto agotado.” La pronunció el difunto cardenal Francis George en una homilía.

 

Los católicos liberales, naturalmente, manifestaron objeciones o molestias ante esa afirmación. Pero no recuerdo haber visto u oído una refutación sólida al juicio del cardenal. Nadie argumentó, siquiera, que como la cultura es liberal, se necesita un catolicismo liberal.

 

Irónicamente, algunos podrían decir que el Sínodo sobre la sinodalidad, la bendición a homosexuales y la comunión a divorciados vueltos a casar son prueba de que el catolicismo liberal no está agotado, sino que más bien goza de buena salud.

 

Bueno, eso sería antes de considerar dónde está creciendo la Iglesia y mostrando verdaderos signos de vida. No es en las naciones que antes se llamaban “primer mundo”. La Iglesia está más viva hoy en las naciones en desarrollo.

 

Allí, la asistencia a Misa suele ser mucho mayor y las vocaciones sacerdotales abundan, al punto de que muchas diócesis de Estados Unidos tendrían que cerrar aún más parroquias por falta de fieles y de sustento económico si no fuera por los sacerdotes que llegan de esas regiones.

 

Los signos de vida eclesial son importantes, pues indican que un verdadero conservadurismo está en acción, y no solo en lugares culturalmente homogéneos.

 

El liberalismo comete un gran error al suponer que no podemos alcanzar realidades y verdades más profundas sin recurrir a la política.

 

Es mucho mejor buscar primero el rostro de Dios, antes que confiar en nuestras propias maquinaciones.

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