Consejos para familias
La escritora y divulgadora Leila Miller, en su último artículo publicado en Crisis Magazine emitió un mensaje tan liberador como contracultural: “No tienes por qué encontrar tus sueños o aspiraciones “en el mundo”, pero sí “puedes encontrarlos en casa, como esposa y madre”.
Bajo el título Padres católicos: liberen los corazones de sus hijas, la escritora comenzó presentándose como una mujer que, en su juventud, tenía “todos los indicadores del éxito” a su alcance para una exitosa carrera laboral: buena posición, plaza en una prestigiosa universidad con notas excelentes…
Pero para ella, la carrera nunca fue una opción. Desde pequeña, dice, “supe cuál era mi verdadero objetivo: no era incorporarme al mercado laboral, competir con hombres, ascender y ganar mucho dinero o ‘hacer historia’. Mi único anhelo era casarme y tener hijos”.
Aquel sueño no hizo sino crecer cuando una amiga anunció la noticia. Se casaba, y solo con 19 años, sin haber empezado sus estudios. Una boda a la que Miller, en su lejana universidad, no pudo acudir.
“Recuerdo perfectamente estar sentada en la cama de mi pequeño dormitorio el día de su boda. Sentía nostalgia, alegría y envidia, todo a la vez. Ella estaba viviendo mi sueño”.
La joven “miraba con admiración” a su amiga, viendo como nacían sus primeros hijos mientras, al fijarse en su alrededor, solo veía “la adolescencia artificial, depravada y degradante que caracteriza el ambiente universitario”.
Sin embargo, también fue en la universidad donde conoció al que sería su esposo. Concluida su carrera, abandonó un prestigioso posgrado a las dos semanas de empezarlo y se consideró “liberada” de las ataduras del convencional “tener otro título, ser reconocida y cambiar el mundo”. “Pude liberar mi corazón, prepararme para mi boda y un futuro de ama de casa y bebés”, relata.
Un año después, Miller estaba casada, esperaba un hijo y trabajó algunos meses en una agencia de publicidad antes de que naciese el niño.
“El dinero escaseaba”, admite, “pero mi corazón rebosaba. Amaba todo lo relacionado con ser mujer, esposa y madre, y tenía un esposo que entendía que su tarea era proteger y proveer”.
Liberándose del lavado de cerebro feminista
Al ser una mujer de finales de los años 80, sabe que su caso podría ser difícil de comprender para mujeres más jóvenes, “tras más de treinta años de lavado de cerebro feminista”, por el que los corazones femeninos “se han liberado de esos anhelos de marido, hijos o formar un hogar”.
Después de todo, plantea, “las chicas jóvenes de hoy no están `limitadas´ por las restricciones de la tradición. ¿No?”.
En su caso, no está segura de ello. Frente a su relato, contrapone el de una chica feminista que comentaba con frecuencia en el antiguo blog de Miller, Little Catholic Bubble.
La recuerda como el prototipo de “liberal y [militante del Partido] Demócrata”, feminista, no católica, defensora de las relaciones casuales, Planned Parenthood o el aborto.
Aunque juntas mantenían frecuentes polémicas, también se hicieron amigas, y Miller veía como la joven crecía, alcanzando todo el aparente éxito que el mundo moderno promete y espera.
Pero en privado, cuenta Miller, “confesaba que el anhelo secreto de su corazón era encontrar un buen hombre, casarse y tener hijos, y decía que cuando ella y sus amigas feministas hablaban en privado, lo hacían sobre bodas y bebés”.
Pero cuando le invitó a hacerlo público y no ocultarlo, la respuesta fue un “no puedo”.
Al fin y al cabo, “hay que obtener un título, emprender una carrera, pagar deudas, divertirse, tener citas en serie, consolidar la “independencia”, los viajes, impresionar a familiares, amigos y seguidores en redes con los logros personales… “La presión de `hacerlo todo´ es enorme para nuestras hijas”, observa la escritora.
Un llamado a los padres: “Liberad a vuestras hijas”
Miller no considera los viajes, la educación o el éxito como algo malo. Sin embargo, se dirige a todos los padres que quizá nunca han pensado en ello, para pedirles que supriman un obstáculo, quizá inconsciente, para que sus hijas se casen, tengan hijos y, si lo desean, se dediquen a su hogar.
Su propuesta es, en resumen, la de “que les quiten a sus hijas una carga antinatural e impuesta culturalmente, simplemente afirmando que está bien desear casarse, priorizar el matrimonio e incluso casarse jóvenes”.
“Podemos liberar a nuestras hijas de un peso abrumador transmitiéndoles seguridad con estas palabras: Querida hija, nunca deberías sentirte presionada para planificar tu carrera. A pesar de lo que te digan tu familia, amigos e incluso los omnipresentes influencers, no tienes que encontrar tus sueños ni aspiraciones ‘en el mundo’. Tienes permiso para encontrarlos en casa, como esposa y madre. Y estaremos tan orgullosos de ti como si hubieras encontrado la cura para el cáncer”.
Para Miller, la dedicación de la mujer a la familia, la educación de los hijos y la creación de un hogar sólido no es inferior al trabajo que tradicionalmente se ha asociado a los hombres, y las “diferencias divinas” entre hombre y mujer “no son puntos de competencia, sino perfecciones complementarias”.
“Ofrecéis la libertad de elegir bien”
Sin embargo, se dirige nuevamente a los padres, para advertirles que no se sorprendan si las hijas pequeñas asumen esa “liberación mental” de la “`independencia´, educación superior, carrera profesional, riqueza o ingresos” más fácilmente que las hijas adolescentes o adultas.
“Las pequeñas serán receptivas por naturaleza, pero las mayores podrían no comprender de inmediato la libertad que les están brindando ni percibir la expansión de sus corazones, y necesitarán tiempo para adaptarse”, advierte. “La mayoría de las jóvenes, incluso muchas de buenas familias católicas, creen que su valor reside en los logros mundanos”.
Por ello, la escritora concluye su mensaje invitando a los padres católicos a asegurarse de fomentar durante la infancia que sus hijas deseen el matrimonio y la familia.
“Aseguraos de no silenciar la voz interior… Cuando vuestras hijas obtienen su permiso para desear un esposo, tener hijos y formar un hogar por encima de cualquier otra búsqueda terrenal, les ofrecéis la libertad de elegir bien, de acuerdo con los anhelos más profundos del corazón femenino”, concluye.











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