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CUANDO LOS LOBOS VISTEN DE ORNAMENTOS: EL ASEDIO SINODAL DENTRO DE LA IGLESIA AcaPrensa / InfoVaticana

Obispo Joseph E. Strickland, Obispo Emérito de Tyler

 

Parte I: Los lobos dentro de los muros

 

Queridos hermanos y hermanas en Cristo:

 

Hay momentos en la historia de la Iglesia en los que las ovejas deben alzar la vista, no por las tormentas del mundo, sino porque los propios pastores han enmudecido… o peor aún, se han unido a los lobos.

 

San Pablo advirtió con claridad desgarradora a la Iglesia de Éfeso: Sé que después de mi partida se introducirán entre vosotros lobos feroces que no perdonarán al rebaño” (Hch 20,29).

 

Y esos lobos han llegado. Visten ornamentos. Hablan de misericordia, pero se burlan de la verdad. Predican inclusión, pero excluyen la fidelidad al Depósito de la Fe. Bendicen lo que Dios ha llamado pecado.

 

Vivimos un asedio. No desde fuera, sino desde dentro. Es la hora de la traición, no muy distinta del huerto de Getsemaní. Pero esta vez, los traidores llevan mitras y báculos.

 

La Cruz sigue aquí. La Eucaristía sigue aquí. Pero estamos rodeados de asalariados que abandonan a las ovejas —o peor aún— las conducen al zarzal.

 

Seamos claros: esta crisis no es simple confusión, es una revolución calculada. Una revolución contra la doctrina. Contra el orden. Contra la misma naturaleza divina de la Iglesia fundada por Cristo.

 

Por eso hoy, quiero invitaros a un viaje en tres etapas a través de esta realidad.

 

La traición desde dentro

 

  1. Scott Peck comenzó su famoso libro El camino menos transitado con tres palabras: “La vida es difícil”. Pero incluso esta verdad elemental se rechaza hoy —no solo en el mundo, sino dentro de la Iglesia. Se nos dice que la Cruz es opcional. Que la santidad es opresiva. Que la doctrina divide, mientras que el diálogo une.

 

Pero Cristo no ofreció diálogo. Ofreció sus llagas. No construyó un centro comunitario: fundó una Iglesia, “edificada sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, siendo Cristo Jesús mismo la piedra angular” (Ef 2,20).

 

Y dijo sin rodeos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Mt 16,24).

 

¿Dónde están hoy esas palabras?

 

En su lugar, oímos homilías sobre ecosistemas y la fraternidad humana. Se nos ofrecen eslóganes sinodales, pero no llamados a la conversión. Se nos dan documentos, no doctrina. Consultas, no mandamientos.

 

El pecado del siglo es la pérdida del sentido del pecado” (Pío XII, 26 de octubre de 1946).

 

Y hoy, el pecado ya ni se menciona. Se disfraza. Se “acompaña”. Se “bendice pastoralmente”. Pero nunca se denuncia.

 

El P. James Martin sigue bendiciendo uniones homosexuales. El cardenal McElroy minimiza el pecado sexual en nombre de la “inclusión radical”.

 

La Misa Tradicional —la Misa de los santos— es suprimida. Y el mismo Depósito de la Fe es tratado como una reliquia que se puede remodelar.

 

Pero Benedicto XVI declaró: Lo que las generaciones anteriores tenían por sagrado, también para nosotros sigue siendo sagrado y grande” (Carta a los obispos, 7 de julio de 2007).

 

Y san Pío V proclamó solemnemente: Esta Constitución presente no podrá ser revocada ni modificada jamás, sino que permanecerá válida para siempre y tendrá fuerza de ley” (Quo Primum, 14 de julio de 1570).

 

¿Les creemos a ellos? ¿O seguimos el “nuevo camino” promovido por el llamado Sínodo de la Sinodalidad?

 

Isaías profetizó este día: ¡Ay de los que llaman al mal bien y al bien mal, que ponen tinieblas por luz y luz por tinieblas!” (Is 5,20).

 

Y san Pío X advirtió: Los partidarios del error deben buscarse no solo entre los enemigos declarados de la Iglesia, sino… en su mismo seno, y son tanto más dañinos cuanto menos lo parecen” (Pascendi Dominici Gregis, 8 de septiembre de 1907).

 

Estamos viviendo esa profecía.

 

El Sínodo de la Sinodalidad se ha convertido en una cortina de humo para la transformación eclesial. No renovación, sino reinvención. No Pentecostés, sino Babel.

 

Se nos dice que escuchemos al Pueblo de Dios. Pero no cuando ese pueblo se arrodilla para la Misa Tradicional. No cuando pide reverencia, penitencia o pureza. Entonces esas voces son tachadas de rígidas, de demasiado tradicionales.

 

Pero la voz de Cristo sigue hablando —en la Escritura, la Tradición y el Magisterio auténtico.

 

No os engañéis: de Dios nadie se burla” (Gál 6,7).

 

Queridos amigos, con esto concluye la primera etapa de nuestro viaje. Hemos nombrado las heridas.

 

Parte II: El asedio sinodal

 

Entramos ahora en la segunda fase de esta advertencia: los lobos tienen nombres. Y sus tácticas también: Sinodalidad.

 

No la sinodalidad como la ha entendido siempre la Iglesia —consulta colegial bajo la autoridad del Papa—, sino una redefinición. “Una nueva forma de ser Iglesia”, como la llaman ahora.

 

Pero seamos claros: lo que se propone bajo el estandarte de la sinodalidad no es otra cosa que la deconstrucción de la Iglesia jerárquica, sacramental y apostólica, y la creación de algo nuevo, indefinido y peligroso.

 

Según la presentación oficial del Vaticano, el Sínodo sobre la Sinodalidad es un “proceso de escucha y discernimiento”. Pero lo que escucha son sentimientos, y lo que discierne es el compromiso ambiguo.

 

En lugar de proclamar el Evangelio, este Sínodo pretende rehacer el Evangelio a imagen del hombre caído.

 

Los documentos preparatorios del Sínodo hablan de “inclusión” y “caminar juntos”. ¿Pero hacia dondé?

 

Hacia la aceptación de relaciones homosexuales

Hacia bendiciones para divorciados vueltos a casar

Hacia la inversión del sacerdocio masculino mediante el impulso a diaconisas

Hacia la supresión de la Misa Tradicional, como si fuese una amenaza a la unidad

 

Esto no es sensibilidad pastoral. Es subversión espiritual.

 

La idea de que la doctrina de la Iglesia debe conformarse a las voces de los fieles es un grave error.” —Cardenal Raymond Burke

 

La Iglesia no es una democracia. Es una monarquía: con Cristo como Rey.

 

“Una nueva forma de ser Iglesia” aparece repetidamente en los documentos sinodales. Pero una forma nueva implica que la anterior está rota. Eso es falso. La Iglesia fundada por Cristo no está rota. Los traidores lo están. Los lobos están ciegos.

 

No hay nada más peligroso que aquellos herejes que, conservando el nombre de cristianos, introducen con astucia doctrinas erróneas.” —Papa León XIII, Satis Cognitum

 

Y los revolucionarios sinodales encajan perfectamente en esa descripción.

 

Una Iglesia sinodal es una Iglesia que escucha… dispuesta a ser cuestionada por los discursos de nuestro tiempo.” —Instrumentum Laboris, 2023, §60

 

Pero el Evangelio no es cuestionado por el mundo. Es el Evangelio el que cuestiona al mundo.

 

Los santos no escucharon a su época. Le gritaron. Santa Catalina de Siena, gran reformadora del papado, escribió: “Proclama la verdad y no calles por miedo”.

 

Y ahora, se guarda silencio —en nombre del diálogo.

 

El camino sinodal está pavimentado con lenguaje de inclusión, pero conduce a la exclusión: de la Tradición, del sacrificio, de la verdad objetiva.

 

Sus arquitectos invocan el “discernimiento espiritual”, pero rechazan todo absoluto moral enseñado por Cristo. Sus apologetas piden “unidad”, pero fracturan el rebaño alienando a los fieles.

 

Nos dicen desde altas autoridades:

 

Que la Iglesia debe escuchar más al pueblo que proclamarle la verdad

Que la doctrina debe desarrollarse absorbiendo la voz de la cultura

Que la liturgia debe adaptarse a lo ecológico e indígena

Eso no es catolicismo. Es relativismo clericalizado.

 

Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hch 5,29).

 

Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre. No os dejéis llevar por doctrinas extrañas” (Heb 13,8-9).

 

Hoy, doctrinas extrañas salen de labios extraños… con alzacuello.

 

El Sínodo avanza, pisoteando lo que nutrió a los santos:

 

La Misa de siempre es tachada de divisiva

La enseñanza clara sobre el pecado sexual es llamada inmisericorde

El sacerdocio de Cristo es reducido a burocracia

Y el Rosario y la Adoración apenas se mencionan

 

Esto no es renovación. Es una demolición controlada.

 

Pero el Señor no se deja burlar. Él ve. Él espera. Y Él purificará su Templo.

 

Ellos tienen los edificios, nosotros tenemos la fe.” —San Atanasio, en tiempos del arrianismo

 

Y hoy, aunque los lobos sinodales ocupen los pasillos de Roma, la fe permanece —allí donde Cristo es adorado, donde María Santísima es honrada, donde el Catecismo se enseña con claridad y valor.

 

Parte III: Las armas de los fieles

 

Hemos identificado a los lobos. Hemos expuesto el asedio sinodal. Ahora debemos combatir —no con ira, no con rebeldía, sino con la verdad, el sacrificio y el amor arraigado en Cristo.

 

  1. El Santo Rosario

 

Cuando la Virgen se apareció en Fátima en 1917, dio una orden clara: Recen el Rosario todos los días para obtener la paz y el fin de la guerra”.

 

Sor Lucía dijo después: No hay problema, por más difícil que sea… que no pueda resolverse con el Rosario”.

 

  1. La Sagrada Eucaristía

 

Es hora de reparar. De llorar ante el sagrario. De arrodillarse donde tantos pasan indiferentes. De ofrecerle amor donde más es herido.

 

El mundo podría sobrevivir sin el sol, antes que sin la Santa Misa.” —San P. Pío

 

  1. Ayuno y penitencia

 

Estos demonios no se vencen sino con oración y ayuno. Imitemos a Nínive. A San Francisco. A la Virgen Dolorosa. Que los viernes de reparación y los Primeros Sábados vuelvan a nuestras vidas.

 

  1. Palabra clara

 

No podemos callar. La claridad es caridad:

 

Las bendiciones a parejas del mismo sexo son blasfemia.

“Varón y mujer los creó.”

La Misa tradicional no es una amenaza. Es un tesoro.

La misericordia sin conversión es una mentira.

Los verdaderos amigos del pueblo no son los revolucionarios ni los innovadores, sino los tradicionalistas.” —San Pío X

 

  1. Comunidades fieles

 

Esta batalla no se libra solos. Formemos comunidades fuertes: familias, parroquias, escuelas, hogares con altares marianos y procesiones eucarísticas.

 

Solo dos cosas pueden salvarnos: la devoción a María y la comunión frecuente.” —San Juan Bosco

 

No nacimos para la comodidad. Nacimos para el combate.

 

Los lobos visten ornamentos. El sínodo murmura herejías disfrazadas de ternura. Pero Cristo sigue reinando. Su Corazón late. Su Madre triunfa. Y la verdad sigue siendo verdad.

 

Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre” (Heb 13,8).

 

En resumen:

 

No abandones la Iglesia.

No huyas de la batalla.

Permanece en la brecha.

Arrodíllate en adoración.

Reza con lágrimas.

Habla sin miedo.

Combate con amor.

Permanece fiel. Permanece vigilante. Permanece en el Corazón de Cristo.

 

Que Dios todopoderoso os bendiga, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

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