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MONS. FULTON SHEEN: POR QUÉ LAS MUJERES NO PUEDEN SER SACERDOTES “LA MUJER RECIBE LA SEMILLA, LA NUTRE, LA CUIDA, LA HACE CRECER, LA EDUCA, LA AMA.” AcaPrensa / InfoVaticana

Pocos predicadores del siglo XX han logrado penetrar el corazón del pueblo católico con tanta claridad y profundidad como monseñor Fulton J. Sheen (1895-1979). En una de sus célebres catequesis, el venerable arzobispo de EEUU abordó con la precisión teológica y el candor pastoral que le caracterizan una de las cuestiones más debatidas en nuestros días: el papel de la mujer en la Iglesia y la imposibilidad del sacerdocio femenino.

 

María, la Nueva Eva

 

Desde el principio, Sheen ubica a la Virgen María en el corazón del misterio eclesial: “La Santísima Madre es el principio de la Iglesia, la Nueva Eva. Y así como muchos hijos vinieron de Eva, ahora muchos hijos vienen de María.”

 

Aquí, el arzobispo no habla sólo de maternidad física, sino de una maternidad espiritual, la misma que la Iglesia prolonga en su misión de dar vida a las almas por medio de los sacramentos. Esta dimensión esponsal y maternal de María no es anecdótica: es constitutiva de su identidad y de la identidad misma de la Iglesia.

 

El sacerdocio y la semilla del Verbo

 

Sheen explica con una profundidad sorprendente por qué el sacerdocio es esencialmente masculino, no como una cuestión de poder o prestigio, sino de naturaleza sacramental:

 

“Es el hombre quien da la semilla. Nuestro Señor dice que la palabra es la semilla. Yo les estoy dando ahora la palabra, la semilla de la vida. Eso es lo que hacía Cristo”.

 

El sacerdote, configurado con Cristo Cabeza y Esposo, está llamado a sembrar esa palabra, a engendrar en el alma la vida divina por medio de los sacramentos. María, y en ella la Iglesia entera, acoge esa semilla, la custodia, la nutre, la lleva a plenitud. No hay en esta dinámica oposición, sino complementariedad. No se trata de superioridad o inferioridad, sino de una diferenciación de funciones, inscrita en la propia economía de la salvación.

 

El origen en la Cruz

 

Este misterio, dice Sheen, no comenzó en una oficina de planificación pastoral ni en un debate sinodal, sino al pie de la Cruz: “Y esto se originó en la cruz. Nunca llamen a la Iglesia un ‘establecimiento’. Es el Cuerpo de Cristo. Es su Esposa”.

 

Es desde ese costado traspasado, donde brotan la sangre y el agua —símbolos de los sacramentos—, que nace la Iglesia. La visión del matrimonio místico se completa con la promesa escatológica: “Cuando lleguemos al cielo, ¿dónde vamos a estar? Vamos a estar en una boda”.

 

La Iglesia no necesita adaptarse al mundo, sino configurarse con Cristo

 

En tiempos de confusión doctrinal y presiones ideológicas, la enseñanza de Fulton Sheen resuena como una llamada urgente a no deformar la fe bajo la lógica del mundo. La Iglesia no puede renunciar a su naturaleza esponsal ni a la simbología sacramental que le es constitutiva. Pretender ordenar mujeres no es ampliar derechos, sino traicionar el signo profundo que Dios ha querido para expresar su misterio.

 

La respuesta a esta cuestión no es política, ni sociológica, ni siquiera simplemente canónica. Es teológica y mariológica. Y Sheen, como buen pastor, no temía proclamarla con claridad, sin ambigüedades.

 

Transcripción y traducción al español:

 

La Santísima Virgen es el principio de la Iglesia, la Nueva Eva. Y así como muchos hijos nacieron de Eva, ahora muchos hijos nacen de María. Y esta es la razón por la que las mujeres no pueden ser sacerdotes. Porque es el hombre quien da la semilla. Nuestro Señor bendito dice que la palabra es la semilla. Por ejemplo, ahora os estoy dando la palabra. Te estoy dando la palabra que es la semilla de la vida. Eso era lo que hacía Cristo. ¿Y quién era la Santísima Madre? La Santísima Madre recibe la semilla, la mujer recibe la semilla, la nutre, la cuida, le da vida, la educa, la ama.

 

Aquí no hay cuestión de inferioridad o superioridad. Aclaremos esto. Es una diferenciación de funciones. El hombre se provee a sí mismo. La mujer lo recibió. Y esto se originó en la cruz, así que nunca, nunca llamen a la iglesia una institución. Es el cuerpo de Cristo. Es su novia. Cuando lleguemos al cielo, ¿dónde estaremos? Estaremos en una boda.

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