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Agencia Católica de Prensa

UNA PELIGROSA EPOPEYA (SOBRE TODO) PARA HOMBRES AcaPrensa / Bruno Moreno / M.A. Franklin

Epopeya bíblica

 

Me ha parecido oportuno traducir para el blog los siguientes párrafos de un simpático norteamericano, M.A. Franklin, muy dedicado a temas como la paternidad, la educación en casa y la recuperación de una sana masculinidad.

 

Aunque, por supuesto, tiene muchos puntos ciegos (entre otras cosas es protestante) y conviene leerle con discernimiento, me ha parecido que este escrito, dedicado a la pérdida del sentido épico de la Biblia, es muy oportuno. Por nuestra forma de ser, es una pérdida que nos afecta más a los hombres que a las mujeres, pero reflexionar sobre ello puede ser interesante para todos.

 

«La gente piensa que la Biblia es aburrida. En cierta ocasión, estaba hablando con alguien y explicándole mi forma de enseñar el Antiguo Testamento y de animar a la gente a profundizar en él. En un momento dado, me miró sorprendido y dijo: “parece que estés hablando de El Señor de los Anillos o algo así”.

 

Es una reacción muy comprensible, teniendo en cuenta lo que ha aprendido la mayoría de la gente. Si no has crecido como cristiano, te habrán enseñado que la Biblia es un mito copiado de otros, una mezcolanza de historias que, en el mejor de los casos, carece de importancia. En el peor, resulta peligroso que la gente se la tome en serio. Si has crecido como cristiano, probablemente te hayan transmitido una versión diluida de la Escritura que se salta muchas de las partes “problemáticas” del Antiguo Testamento y va directamente a las cosas de Jesús (el Evangelio).

 

Lo cierto es que la Biblia es peligrosa. Se supone que debe ser peligrosa, pero no de la forma en que el mundo secular quiere que creas que es peligrosa. El hecho de que a los hombres, en particular, les sorprendan las comparaciones con El Señor de los Anillos es consecuencia de la feminización del cristianismo. El cristianismo moderno se ha centrado en un aspecto de la Biblia en detrimento de otros. Ha enseñado un evangelio mutilado.

 

Entonces, ¿qué es la Biblia? ¿Y qué es el Evangelio? Dejemos de lado las obviedades habituales y centrémonos en la historia épica que se narra. La Cruz y la muerte de Jesús son el sorprendente clímax de una emocionante epopeya llena de sangre, batallas y caos, el ascenso y la caída de reyes, dinastías e imperios, el constante enfrentamiento entre el bien y el mal, las valientes hazañas de hombres y mujeres, grandes y pequeños, duelos de magos y superhéroes, gigantes y demonios, contiendas de ingenio y sabiduría, oscuras maquinaciones políticas y el triunfo y las tragedias de poetas guerreros. Es una epopeya que supera cualquier cosa que la Ilíada, la Odisea o El Señor de los Anillos puedan ofrecer. Y tiene el final más sorprendente imaginable. Además, es una historia real.

 

Lo cierto es que, en lugar de centrarnos en la epopeya, aislamos la Cruz y el Evangelio y lo referimos todo a nuestra salvación personal. Si bien esto no es completamente incorrecto, sin duda muestra una gran cortedad de miras. La crucifixión y la resurrección es el momento en que el verdadero rey finalmente alcanza su plenitud, cuando toda esperanza parecía perdida, y se prepara para recompensar a sus amigos y aniquilar a sus enemigos…

 

En lugar de centrarnos en la epopeya, hemos convertido el bautismo en la mera purificación de nuestros propios pecados. De nuevo, no es incorrecto, y se trata de un aspecto ciertamente glorioso. Pero de nuevo somos cortos de miras. El bautismo también es una unción y una ordenación, en la que se arman caballeros, al hombre nuevo se le da una espada y se le dice que salga a conquistar para su nuevo Rey…

 

En lugar de centrarnos en la epopeya, hemos hecho de los hogares y las iglesias un refugio del mundo. Lo cierto es que los hogares y las iglesias son castillos, puestos avanzados en el corazón del territorio enemigo, donde entrenamos a nuevos reclutas y desde donde lanzamos nuevas ofensivas…

 

En lugar de centrarnos en la epopeya, hemos creado un ambiente en el que la forma de hablar de los rudos profetas de antaño, y de Juan el Bautista, de Jesús y de Pablo, se considera “mezquina” e “insensible”. Muchos feligreses hoy los regañarían por sus duras palabras. Sin embargo, los salmos imprecatorios, que llaman a la derrota de nuestros enemigos, deberían ser tan apropiados en nuestros labios como los salmos penitenciales…

 

La Cruz de Cristo es la llamada definitiva a la aventura para cualquier hombre dispuesto a luchar. Es una llamada a los jóvenes a que estén orgullosos de su ímpetu y ​​entusiasmo mientras acumulan botín para sí mismos en el cielo, en lugar de trabajar por el egocentrismo y el placer pasajero. Es una llamada a que hagan realidad la epopeya y ocupen el lugar que les corresponde en ella.

 

En cambio, usamos la cruz para domesticar a nuestros hombres. Hemos enseñado un evangelio mutilado porque un cristianismo de eunucos es más fácil de manejar. No es de extrañar que los hombres no acudan a la bandera de Cristo y, en cambio, se dediquen a otras cosas. La Biblia debe ser peligrosa y la Cruz debe crear hombres peligrosos».

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