Hoy se ha hecho público el mensaje de León XIV para la V Jornada Mundial de los Abuelos y de las Personas Mayores que se celebrará el 27 de julio. El Papa destaca la esperanza como fuente de alegría en la vejez, llama a valorar a los mayores como testigos de fe y anima a la Iglesia a combatir su soledad mediante cercanía, gratitud y cuidado, especialmente durante el jubileo.
León XIV abre su mensaje asegurando que «la esperanza siempre es fuente de alegría, a cualquier edad». Y cita varios ejemplos de la Escritura de ancianos que forman parte de los planes salvíficos de Dios:
«Pensemos en Abraham y Sara; siendo ya ancianos, permanecen incrédulos ante la palabra de Dios, que les promete un hijo. La imposibilidad de generar parecía haberles quitado su mirada de esperanza respecto al futuro».
Y: «La reacción de Zacarías ante el anuncio del nacimiento de Juan el Bautista no es diferente: «¿Cómo puedo estar seguro de esto? Porque yo soy anciano y mi esposa es de edad avanzada» (Lc 1,18)».
El Papa constata que «la ancianidad, la esterilidad y el deterioro parecen apagar las esperanzas de vida y de fecundidad de todos estos hombres y mujeres».
El Pontífice recuerda el pasaje en que Cristo responde afirmativamente a la pregunta de Nicodemo de si un hombre viejo puede nacer de nuevo.
Sin dejar la Biblia, el Papa constata que «Dios muestra muchas veces su providencia dirigiéndose a personas avanzadas en años. Así ocurre no sólo con Abrahám, Sara, Zacarías e Isabel, sino también con Moisés, llamado a liberar a su pueblo siendo octogenario». Y de ello saca la lógica conclusión: «Dios nos enseña que, a sus ojos, la ancianidad es un tiempo de bendición y de gracia, y que para Él los ancianos son los primeros testigos de esperanza».
El Papa subraya que la Iglesia y el mundo se comprenden en el vínculo entre generaciones: los jóvenes necesitan la sabiduría de los ancianos, cuyo legado de fe, amor y esperanza orienta el futuro y merece gratitud.
El Santo Padre recuerda que el jubileo es un tiempo de liberación y restauración, e invita a aplicar este espíritu a los ancianos, combatiendo su soledad y abandono con acciones que les devuelvan dignidad, alegría y reconocimiento en la sociedad.
León XIV pide un cambio en la Iglesia a la hora de tratar a los ancianos: «…es necesario un cambio de ritmo, que atestigue una asunción de responsabilidad por parte de toda la Iglesia. Cada parroquia, asociación, grupo eclesial está llamado a ser protagonista de la “revolución” de la gratitud y del cuidado, y esto ha de realizarse visitando frecuentemente a los ancianos, creando para ellos y con ellos redes de apoyo y de oración, entretejiendo relaciones que puedan dar esperanza y dignidad al que se siente olvidado».
El Papa recuerda que el amor no sólo no disminuye ni se desvanece con la edad, sino que nos da fuerzas: «El amor por nuestros seres queridos —por el cónyuge con quien hemos pasado gran parte de la vida, por los hijos, por los nietos que alegran nuestras jornadas— no se apaga cuando las fuerzas se desvanecen. Al contrario, a menudo ese afecto es precisamente el que reaviva nuestras energías, dándonos esperanza y consuelo».
Y, por último, lanza la siguiente exhortación a los mayores: «… especialmente en la vejez, perseveremos confiados en el Señor. Dejémonos renovar cada día por el encuentro con Él, en la oración y en la Santa Misa. Transmitamos con amor la fe que hemos vivido durante tantos años, en la familia y en los encuentros cotidianos; alabemos siempre a Dios por su benevolencia, cultivemos la unidad con nuestros seres queridos, que nuestro corazón abarque al que está más lejos y, en particular, a quien vive en una situación de necesidad. Seremos signos de esperanza, a cualquier edad».











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