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LEÓN XIV, LA REVOLUCIÓN BLANDA: NI REFUGIADOS NI ALARMA CLIMÁTICA

El discurso de León XIV, en el Jubileo de los Gobernantes, es muy importante. Por lo que dijo el pontífice: la centralidad de la ley natural regresa, como en el caso de Juan Pablo II y Benedicto XVI (en noveno lugar, junto con Wojtyla, menciona el ejemplo de un político santo, Tomás Moro, que «no dudó en sacrificar su propia vida antes que traicionar la verdad»).

 

Pero el discurso de ayer también es importante por lo que no dijo: de hecho, no hay rastro de emergencia climática ni de inmigracionismo, (…) los dos temas fundamentales de su predecesor. León XIV vuelve a insertarse en el magisterio de los pontífices del siglo XX (también con la invitación a reflexionar sobre la novedad de la inteligencia artificial). Su lógica pastoral es ahora evidente.

 

Me explico. Si un vehículo, lanzado a alta velocidad, recibe un giro brusco, derrapa, pierde el control y vuelca. Si, por otro lado, con el mismo vehículo, se reduce la velocidad y se gira ligeramente, manteniendo la corrección constante, se logra un giro completo en U, con seguridad, sin perder el control y sin accidentes. Esta segunda opción es el método de León XIV, en todas sus intervenciones. Su predecesor argentino, en cambio, está bien representado en el primer modo de conducción.

 

En el caso del papa Francisco, el brusco y traumático giro respecto a la tradición de la Iglesia fue evidente para todos, también por los “accidentes” que produjo (por otro lado, se declaró su preferencia por una “Iglesia llena de accidentes”). Mientras que el suave regreso de León XIV a la tradición católica es sentido especialmente por quienes siguen su enseñanza y, sobre todo, por los fieles que tienen la reconfortante sensación de haber regresado a casa, tras una noche tormentosa.

 

Se aprecia en lo que no aparece en el discurso de León XIV a los gobiernos (los temas citados anteriormente) y en lo que sí. He aquí el primer punto del Papa: «La tarea que se les ha encomendado de promover y proteger, más allá de cualquier interés particular, el bien de la comunidad, el bien común, especialmente en defensa de los más débiles y marginados… Una buena acción política, que promueva la distribución equitativa de los recursos, puede prestar un servicio eficaz a la armonía y la paz tanto a nivel social como internacional».

 

El horizonte del Pontífice es local y planetario. No solo expresa la típica sensibilidad cristiana hacia «los más débiles y marginados», hacia «quienes viven en condiciones extremas», sino que exhorta a la previsión política hacia zonas enteras (pensemos en África) cuyas poblaciones a menudo viven en la pobreza a pesar de la existencia de inmensos recursos. En este contexto, no solo se necesita la buena gobernanza de esos Estados; también se necesitan políticas internacionales más inteligentes y humanas. En beneficio de todos, no solo de esos pueblos.

 

El segundo punto se refiere a la “libertad religiosa”. Un tema muy querido por León XIV, como se vio también en el Ángelus del domingo pasado, cuando recordó la masacre de doscientos cristianos a manos de terroristas: “En la noche del 13 al 14 de junio”, dijo el Papa, “en la ciudad de Yelwata, Nigeria, tuvo lugar una terrible masacre en la que fueron asesinadas con extrema crueldad unas doscientas personas, la mayoría de ellas desplazados internos, acogidos por la misión católica local. Rezo para que la seguridad, la justicia y la paz prevalezcan en Nigeria, un país amado y tan afectado por diversas formas de violencia. Y rezo de manera particular por las comunidades cristianas rurales del estado de Benue, que han sido víctimas incesantemente de la violencia”.

 

Recientemente, el Papa también autorizó al Dicasterio para las Causas de los Santos a promulgar los Decretos relativos a 175 nuevos beatos, martirizados por odio a la fe durante el siglo pasado. Se trata de una sensibilidad que evoca a Juan Pablo II, así como su llamamiento al diálogo interreligioso para promover el respeto mutuo y la libertad de culto en todas partes. León XIV subraya que esto también tiene un valor cívico.

 

Finalmente, el Papa indica la brújula que debe guiar a los gobiernos. Este es el verdadero núcleo del discurso de León XIV (y sin duda será ignorado por los medios de comunicación): «En lugar de excluir a priori, en los procesos de toma de decisiones la consideración de lo trascendente, será útil buscar, en él, lo que une a todos. Para ello», dice el Pontífice, «una referencia esencial es la ley natural, no escrita por mano humana, sino reconocida como universalmente válida y en todo momento, que encuentra en la naturaleza misma su forma más plausible y convincente. Cicerón ya era un intérprete autorizado de ella en la antigüedad, escribiendo en De re publica: «La ley natural es la razón recta, conforme a la naturaleza, universal, constante y eterna, que con sus mandatos invita al deber, con sus prohibiciones aparta del mal (…). No se permite modificar esta ley ni suprimirla en absoluto, ni abolirla por completo; ni podemos liberarnos de ella mediante el Senado o el pueblo, ni es necesario buscar un comentarista o intérprete. Y no habrá una sola ley en Roma, una sola en Atenas, una ahora, una después; sino una ley eterna e inmutable que regirá a todos los pueblos en todos los tiempos» (Cicerón, De re publica, III, 22).

 

La ley natural, universalmente válida más allá de otras creencias de naturaleza más cuestionable —continúa el Papa—, constituye la brújula para orientarse al legislar y actuar, en particular en cuestiones éticas delicadas que hoy se plantean con mucha más urgencia que en el pasado, afectando a la intimidad personal. El Pontífice señala como ejemplo positivo «la Declaración Universal de los Derechos Humanos, aprobada y proclamada por las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948».

 

Así, León XIV retomó la enseñanza de Juan Pablo II y Benedicto XVI sobre los “principios innegociables”. Una enseñanza que les costó a ambos pontífices duros ataques y que, en esencia, pareció malinterpretada y eludida en el pontificado anterior.

 

AcaPrensa / Antonio Socci / Libero quotidiano

 

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