Creo que Brasil es un ejemplo paradigmático de muchas de iniciativas extrañas realizadas en la Iglesia desde el final del Concilio Vaticano II hasta ahora. Dios quiera que las sean las últimas. El precio son las almas.
Acaban de publicarse los datos del censo brasileño de 2022. Ojo, no es una encuesta, son datos reales. Y no pueden ser más desalentadores:
De 2010 a 2022, según datos del Censo Demográfico, se observó una reducción en el porcentaje de católicos (representan el 56,7% en 2022) y un aumento de evangélicos (26,9%, eso sí, sin distinguir denominaciones) y personas sin religión (9,3%).
En 2010, los católicos representaban el 65,1% de la población de 10 años o más, los evangélicos el 21,6%, mientras que las personas sin religión representaban el 7,9% de los declarantes.
Entre los católicos, la disminución fue de 8,4 % respecto a 2010. La proporción de evangélicos y de los sin religión en el país creció, respectivamente, 5,2 % y 1,4 %.
En los 70-80 el 90% del país era católico. La Teología de la Liberación estaba en pleno apogeo. Después se hizo famosa la expresión «la ‘Iglesia’ optó por los pobres y los pobres por los evangélicos», y el declive se aceleró. Porque no es que las experiencias pastorales y el continuo aggiornamiento detuvieran un proceso de secularización masiva, más bien se insertaron en una dinámica de cristianos que dejaron de ser católicos. Por motivos variados, pero, entre ellos que no se les hablaba de Dios (el PEW ya desglosaba algunos motivos hace una década).
Desde luego no dudo de la buena voluntad de muchos. Suponer que aquello era la Arcadia feliz es un despropósito, tanto como atribuir la situación actual «al Vaticano II», así, a lo bruto. Pero no puede decirse sin un cierto sonrojo que estemos en una primavera, y aunque solo fuese por justicia, los profetas de calamidades merecen una disculpa.
No parece descabellada la necesidad de reevaluar la pastoral y no seguir «lanzando cohetes» al ritmo de «hay que implantar el Concilio», sea lo que sea lo que eso signifique en sus cabezas, habitualmente una excusa de quien no se ha leído los textos…, o que sí se los ha leído y por eso prefiere un fantasma.
Aunque estos datos y experiencias sean de Brasil se pueden extrapolar a otras latitudes, donde son incluso peores.
Ayer fue Pentecostés, quizá antes de lanzarnos a proponer sea bueno considerar lo que decía Benedicto XVI sobre la actitud de los apóstoles esperando al Espíritu Santo:
[…], notemos una importante actitud de fondo: frente al peligro, a la dificultad, a la amenaza, la primera comunidad cristiana no trata de hacer un análisis sobre cómo reaccionar, encontrar estrategias, cómo defenderse, qué medidas adoptar, sino que ante la prueba se dedica a orar, se pone en contacto con Dios.
Eso sí, quien tenga que hacer planes que aproveche la ocasión para «replantearse» cosas.
AcaPrensa / Juanjo Romero / Religión en Libertad
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