Nigeria es hoy uno de los lugares más peligrosos del mundo para ser cristiano. Sacerdotes secuestrados, aldeas arrasadas, iglesias quemadas con los fieles dentro. Casi a diario, los católicos del norte y centro del país sufren persecución, martirio y abandono. Mientras Ucrania y Gaza concentran cámaras y portadas, en Nigeria se libra una guerra silenciosa cuyo único pecado es profesar la fe en Cristo.
Está muy bien —y es profundamente justo— que nos duela Ucrania. Que nos duela Gaza. Todos compartimos una honda preocupación por esos pueblos que sufren la violencia de la guerra y el colapso humanitario. Pero es infinitamente más verosímil y realista que el Vaticano pueda mover piezas concretas para proteger a sus fieles en Nigeria. Aquí no se trata de potencias nucleares ni de enfrentamientos geopolíticos globales. Aquí se trata de sacerdotes que no pueden salir de sus parroquias sin riesgo de secuestro, de religiosas obligadas a esconderse, de niños asesinados mientras asisten a Misa.
El Papa León XIV tiene ante sí una oportunidad providencial de demostrar que gobierna una Iglesia que no abandona a los suyos. Una Iglesia que no teme pedir ayuda, ni alzar la voz, ni actuar.
Proponemos cinco medidas concretas, claras y urgentes que el Vaticano debería implementar sin demora:
Apertura de una sede operativa en Nigeria
No basta con una nunciatura diplomática. Nigeria necesita una estructura vaticana permanente y funcional dedicada exclusivamente a la protección de cristianos perseguidos, con personal capacitado en logística, ayuda humanitaria y coordinación de seguridad.
Nombramiento de un legado pontificio con poderes ejecutivos
Se necesita un rostro visible del Papa en Nigeria: un cardenal o arzobispo con autoridad real, que se reúna con el gobierno, que visite las zonas de conflicto, que exija justicia y que coordine recursos. No más diplomacia silenciosa. La Iglesia debe tener presencia directa donde sus hijos están muriendo.
Solicitar formalmente apoyo de seguridad a gobiernos mundiales y al gobierno nigeriano
El Vaticano puede y debe pedir ayuda militar selectiva para proteger a sus fieles: no tropas de ocupación, sino colaboración técnica, inteligencia internacional, apoyo satelital y logística táctica. Las iglesias deben ser defendidas, los sacerdotes deben tener seguridad en sus desplazamientos, los fieles deben poder asistir a Misa sin miedo a morir por ello.
Constituir un fondo internacional para reconstrucción y protección
Un fondo especial, financiado por diócesis, órdenes religiosas y laicos comprometidos, para:
reconstruir templos,
dotar de seguridad privada legal a parroquias y misiones,
proteger a religiosos amenazados,
asistir a desplazados por violencia.
Publicar un informe mensual oficial del Vaticano sobre la persecución en Nigeria
Un informe verificado, con nombres, cifras, lugares, fechas. Una herramienta diplomática, política y jurídica para denunciar ante el mundo lo que el mundo se niega a ver. La verdad es el primer acto de justicia.
El momento es ahora
El Papa León XIV ha hablado con fuerza contra la guerra. Ha denunciado injusticias globales. Pero la credibilidad moral de la Iglesia exige que actúe con la misma fuerza cuando los perseguidos son sus propios hijos. Nigeria no necesita discursos. Necesita presencia, necesita acción, necesita protección.
No se trata de soñar con lo imposible. Se trata de hacer lo posible: lo realista, lo necesario, lo urgente. Pedir colaboración internacional, desplazar recursos, reforzar la seguridad, dar rostro visible al dolor.
No se trata de soñar con lo imposible. Se trata de hacer lo posible: lo realista, lo necesario, lo urgente. Pedir colaboración internacional, desplazar recursos, reforzar la seguridad, dar rostro visible al dolor.
AcaPrensa / InfoVaticana
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