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MARTINS O CORDILEONES: LA ENCRUCIJADA DE LA IGLESIA DEL SIGLO XXI

La Iglesia Católica atraviesa una encrucijada histórica de consecuencias profundas, en la que se juega su alma misma: su modo de celebrar, de orar, de transmitir la fe. Y esta batalla se libra, cada vez más, en las diócesis, de la mano de sus obispos. Hoy, dos modelos contrapuestos encarnan esta tensión de forma paradigmática en Estados Unidos: Michael Martin, obispo de Charlotte, y Salvatore Cordileone, arzobispo de San Francisco. Dos visiones. Dos Iglesias. Uno arrasa con lo sagrado; el otro lo custodia con celo. Y entre ambos se dibuja el futuro.

 

Michael Martin: La represión litúrgica como política episcopal

 

El caso del obispo Martin ha estallado esta misma semana como escándalo público entre fieles y sacerdotes. Su decisión de prohibir la Misa tradicional en todas las parroquias de su diócesis ha sido recibida como una verdadera declaración de guerra a los católicos que aman la Tradición, muchos de ellos jóvenes y profundamente comprometidos con la vida de la Iglesia. Pero Martin no se ha limitado a cerrar puertas litúrgicas: ha dado pasos que rayan en la obsesión ideológica, llegando incluso a reprender a sacerdotes y acólitos por realizar la genuflexión ante el Santísimo.

 

Esto no es pastoral, es persecución. Es la instauración de un régimen de represión simbólica en el que todo gesto de reverencia es sospechoso. En nombre de una supuesta “unidad”, se persigue lo que genera vocaciones, fidelidad y conversión. Porque, lejos de lo que muchos creen, la Tradición no es un reducto nostálgico, sino un semillero vivo de fe y compromiso. El obispo Martin no corrige un abuso: aniquila lo que funciona.

 

Cordileone: El obispo que no se arrodilla ante el mundo

 

Frente a este modelo destructivo, el arzobispo Cordileone encarna una Iglesia que no se avergüenza de lo sagrado. Su línea pastoral combina fidelidad doctrinal, apertura a ambas formas litúrgicas y una convicción firme: solo la reverencia alimenta la fe en tiempos de ruido y superficialidad. En San Francisco —una diócesis culturalmente hostil al catolicismo—, ha apostado por reforzar la centralidad de la Eucaristía, recuperar el canto sacro y favorecer la adoración eucarística. Donde otros buscan agradar al mundo, Cordileone busca agradar a Dios.

 

La diferencia es palpable: mientras en Charlotte los fieles asisten atónitos al desmantelamiento de una diócesis llena de vocaciones y fieles, en San Francisco se abren corazones y la sensación de unidad es inapelable.

 

León XIV: Un pontificado que debe decidir su rumbo

 

En este contexto, el papel del nuevo papa León XIV será decisivo. Su elección ha sido recibida con esperanza por muchos que desean un giro hacia la claridad doctrinal y la restauración litúrgica. Sin embargo, todavía es pronto para saber qué tipo de obispos marcarán este nuevo pontificado. ¿Seguirá Roma premiando a pastores como Martin, enemigos de la tradición viva, o devolverá la confianza a obispos como Cordileone, que siembran vocaciones y reverencia?

 

Lo que es indudable es que el futuro de la Iglesia pasa por esta elección. No basta con discursos sobre unidad: hay que definir qué tipo de unidad se quiere. ¿La de lo uniforme y diluido, o la de lo diverso pero enraizado en lo eterno?

 

La encrucijada está planteada: o se avanza hacia una Iglesia ñoña sin misterio y sin vocaciones, o se reconstruye desde lo sagrado, lo bello y lo verdadero. La historia juzgará a este pontificado por los hombres que elija para apacentar al pueblo de Dios. Y los fieles esperan preocupados ¿serán Martins o serán Cordileones?

AcaPrensa / InfoVaticana

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