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EL DILEMA ALEMÁN Y EL VATICANO: EL DESAFÍO DE LEÓN XIV ENTRE LAS REFORMAS Y LA TRADICIÓN

El nuevo Papa es heredero del expediente más divisivo de la Iglesia contemporánea: el camino sinodal del clero alemán

 

El aire en el Vaticano parece haber cambiado. Y los primeros en darse cuenta de esto fueron aquellos que en Alemania llevan años presionando por una Iglesia más participativa y menos centralista. El Papa León XIV ha recibido recientemente el testigo de manos de Francisco, pero ya está inmerso en la crisis eclesial más insidiosa: la del camino sinodal alemán.

 

Un proceso iniciado en 2019 por iniciativa de la Conferencia Episcopal Alemana y concebido inicialmente como un camino de renovación, se ha convertido hoy en el campo de pruebas para comprobar cuánto y cómo puede cambiar la Iglesia sin romperse.

 

Las peticiones sobre la mesa son bien conocidas: el fin del celibato obligatorio, el acceso de las mujeres al diaconado, una mayor inclusión hacia la comunidad LGBTQ y, sobre todo, la institución de un “Consejo Sinodal” nacional, un órgano permanente capaz de deliberar junto con obispos y laicos.

 

Roma ya ha dicho no. Varias veces. Sin embargo, el Comité Sinodal se reunió como si nada hubiera sucedido, poniendo a prueba severamente la estabilidad de la autoridad papal. Ahora, con León XIV al mando, el escenario podría cambiar.

 

Mientras los obispos progresistas esperan un Papa sensible a la “sinodalidad” (fue él, cuando todavía era cardenal Prevost, quien firmó la carta de febrero de 2024 pidiendo congelar el Comité Sinodal), las señales que llegan de Roma cuentan una historia diferente.

 

Ha vuelto la muceta roja, signo distintivo del papado preconciliar. La liturgia se ha vuelto más sobria, menos “popular”. Y la elección del nuevo Papa de residir en el Palacio Apostólico es ahora casi segura, rompiendo la tradición inaugurada por Bergoglio con su residencia en Santa Marta. Pero no es sólo una cuestión de símbolos.

 

El cambio de guardia en el Pontificio Instituto Juan Pablo II ha sido interpretado por muchos como una señal fuerte: sale Monseñor Vincenzo Paglia, siempre cercano a las posiciones de Francisco y promotor del diálogo sobre la sinodalidad. Y el caso del cardenal Baldassarre Reina, es expresión de una sensibilidad eclesial más atenta a la doctrina y a los principios consolidados.

 

Una medida que los conservadores acogieron como un soplo de aire fresco, después de años de vivir con el temor a derivas doctrinales incontroladas.

 

El cardenal Kurt Koch, en una entrevista con la cadena EWTN, fue claro: «En Alemania están utilizando al Papa para justificar posiciones que no le corresponden. La sinodalidad no es un pase para cambiar la Iglesia a voluntad».

 

No fue el único que se expreso. Monseñor Georg Gänswein, ex secretario de Benedicto XVI, declaró al Corriere della Sera que la era de la arbitrariedad ha terminado. Y no es casualidad que León XIV citara las enseñanzas de Ratzinger en sus primeros discursos públicos.

 

Un llamado a una era más atenta a la unidad de la Iglesia y menos inclinada a la experimentación local. Un recordatorio que, inevitablemente, suena como un alto en el camino sinodal alemán.

 

Porque el riesgo, dicen en Roma, no es la reforma sino el “cisma”. Y Alemania, la Iglesia más rica de Europa, no sólo económicamente, parece querer desafiar al centro. Los obispos alemanes han declarado reiteradamente que desean vincular sus decisiones no a la voluntad de la Santa Sede, sino al resultado de su propio concilio nacional. Una línea que socava directamente el papel del Papa como líder universal de la Iglesia.

 

Pero León XIV fue elegido precisamente para unir. Elegido en muy poco tiempo, considerado un mediador equilibrado, el nuevo Pontífice deberá lograr lo que muchos han fracasado: mantener unidas la tradición y la reforma, la doctrina y la pastoral, el Norte de Europa y el Sur global.

 

Durante años ha habido temores de un “cisma de derecha”. Hoy en día, es el frente progresista el que parece más inquieto. Y para León XIV, que entra en un pontificado lleno de expectativas contradictorias, la prueba alemana será la primera y verdadera prueba.

 

Se acabó el tiempo de las señales. El momento de tomar decisiones llegará pronto. Y no está en juego sólo la línea de un Papa, sino la estabilidad misma de la Iglesia universal.

AcaPrensa / Luca Arnau / La C News24

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