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CORDILEONE: «UNIDAD. Y TLM»

Hace unas horas, el arzobispo Salvatore J. Cordileone —ese raro ejemplo de obispo católico que no se ha disculpado aún por creer lo que siempre ha creído la Iglesia— escribió lo siguiente: “Unity. And the TLM.”

 

Y acompañaba esa afirmación lapidaria con una observación aún más interesante: “La experiencia en EE. UU. es que, cuando se ofrece la Misa Tradicional en las parroquias, la gente asiste principalmente a su forma preferida, pero de vez en cuando va a la otra. Esto es bueno para la unidad”.

 

Pocas veces en tan pocas palabras se ha dicho tanto. Y pocas veces un obispo ha sugerido tan abiertamente algo tan evidente: si realmente queremos restaurar la unidad en la Iglesia, no lo lograremos ni con sínodos interminables, ni con declaraciones sin filo sobre “diversidad en la comunión”, ni mucho menos prohibiendo lo que ha sido santo durante veinte siglos. Si León XIV quiere ser el Papa de la unidad, tiene una vía rápida, directa y pastoralmente probada: quitar toda restricción a la Misa de siempre.

 

Unidad en lo necesario

 

Mucho se ha dicho desde la elección del nuevo Pontífice sobre su identidad agustiniana. ¡Magnífico! Entonces recordemos a san Agustín: “In necessariis unitas”. ¿Y qué más necesaria que la lex orandi que ha santificado generaciones enteras? ¿Qué mayor principio de unidad que la Misa que forjó la Cristiandad, que unió pueblos, que formó mártires y que hoy sigue siendo, a pesar de todo, refugio para almas heridas y brújula para ovejas sin pastor?

 

Lo dice Cordileone: donde se ofrece la Misa tradicional, hay unidad. Sin división. Unidad en la diversidad legítima, no en el caos. ¿Y cuál es la diferencia? Que la Misa tradicional no se impone: se ofrece. Y cuando se ofrece, congrega.

 

El experimento pastoral que Roma no se atreve a hacer

 

A estas alturas, nadie puede negar que Traditionis Custodes ha fracasado. Donde se ha aplicado con rigor, ha causado división, heridas y sufrimiento. Donde los obispos han optado por la prudencia y el sentido común, hay paz, estabilidad, incluso vocaciones. Entonces, ¿por qué no probar lo contrario? ¿Por qué no hacer el experimento pastoral de permitir, sin condiciones ni sospechas, que florezca lo que nunca debió arrancarse?

 

Se dirá que esto “volvería atrás”. Pero ¿quién dijo que la Tradición es un retroceso? Tal vez —y esto los progresistas no lo entenderán jamás— el verdadero progreso consiste en volver al principio.

 

Un reto para León XIV

 

Santidad, si de verdad deseas restaurar la unidad herida de la Iglesia, deja que la Misa tradicional respire. Levante los castigos, abra las puertas, permita que los jóvenes —sí, jóvenes— encuentren el tesoro que les ha sido ocultado. No se trata de “volver a los 50”, sino de recuperar lo eterno. No se trata de nostalgia, sino de supervivencia.

 

Que Roma no tema a la Tradición. Que León XIV no tema parecerse a san Pío V. Que pruebe. Solo eso: que pruebe. Y verás los frutos.

AcaPrensa / InfoVaticana

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