Entrevista a José Manuel Almuzara Presidente de la asociación pro beatificación de A. Gaudí desde 1992. También Secretario y vicepresidente de los “Amigos de Gaudí” de 2007 a 2015.
¿Qué supuso para la Iglesia que Antonio Gaudí fuera declarado venerable recientemente?
Creo que es una excelente noticia, que nos produjo una gran alegría, porque confirma lo que muchos pensamos sobre Gaudí y nos sirve como ejemplo de santidad, de una llamada de la Iglesia que es universal, para todos, y especialmente, para los laicos, como Gaudí, arquitecto.
«La verdadera historia de la humanidad –enseñaba el papa san Juan Pablo II– se identifica con la historia de la santidad (…): los Santos y los Beatos se nos presentan como testigos, es decir, como personas que, confesando a Cristo, su persona y su doctrina, han dado lugar a una manifestación sólida, concreta y creíble de una de las notas esenciales de la Iglesia, que es precisamente la santidad. Sin ese testimonio continuo, la doctrina religiosa y moral predicada por la Iglesia correría el peligro de confundirse con una ideología meramente humana, siendo como es doctrina de vida, es decir, aplicable y traducible a la vida: doctrina que ha de ser vivida según el ejemplo de Jesucristo, que proclama “yo soy la vida” (Jn 14,8) y afirma que ha venido para dar esa vida y darla en abundancia (cfr.ibid.,10, 10). La santidad, no como ideal teórico, sino como camino que se ha de recorrer en seguimiento fiel de Cristo, es una exigencia particularmente urgente de nuestro tiempo (…)». Juan Pablo II, “discurso del 15-II-1992″ (Insegnamenti,1992. p. 304-305).
Y el Papa Francisco, con la aprobación del pasado 14 de abril ha ratificado, avalado, que Gaudí ha vivido en grado heroico las virtudes. Gaudí dedicó su vida y su obra a la exaltación de la fe, dando ejemplo en el día a día de su vida y que dejó impronta de eternidad en sus obras, merece ser expuesto a los fieles como ejemplo y a los no fieles como tema de reflexión.
Como testimonio de conversión a través de Gaudí, copio parte de la carta de Yun Young-Joo directivo de la Cámara de Comercio e Industria de Busan, Corea del Sur, que escribía el 19 de marzo de 1998: “Gaudí, con su búsqueda constante de la verdad, realizaba obras que hacen que la gente descubra el hálito divino que palpita en ellas. Su arquitectura merece el elogio de la gente, ya que escribió poesía con su arquitectura. No puedo olvidar el impacto religioso que me causó la visita a Barcelona para preparar la exposición de Gaudí.
Estuve en el Templo de la Sagrada Familia, como parte de mi recorrido de las obras de Gaudí alrededor de Barcelona. Me es imposible describir la huella que dejó en mi corazón. No pude menos que inclinar mi cabeza ante la solemnidad, la santidad y la grandeza del edificio. Un sentimiento profundo embargó mi corazón. A través de las obras de Gaudí, y del toque divino que tienen, me convencí de la existencia de Dios”.
¿Cómo están trabajando a ese respecto en la asociación en pro de la beatificación de Gaudí?
En junio de 1992 cinco laicos iniciamos un proyecto, muy ilusionados y convencidos de la santidad de Gaudí. Actualmente somos tres los miembros de la Asociación: Javier Fransitorra, arquitecto, Josep María Tarragona, ingeniero, periodista, escritor, y José Manuel Almuzara, arquitecto. Mn Ignasi Segarra fue el inspirador de la Asociación pro beatificación de Antoni Gaudí el 17 de abril de 1992, Viernes Santo. Gaudí fue declarado Venerable por el Papa Francisco el 14 de abril de 2025, 33 años después.
Desde la constitución de la Asociación Canónica Antoni Gaudí, dependiente del Arzobispado de Barcelona, nuestra Asociación ha dejado de ser la parte actora. Eso sí, seguimos a título personal difundiendo a Gaudí a través de conferencias, publicaciones, visitas, entrevistas, congresos.
¿Qué supondría esta beatificación para la Iglesia?
Reconocer a un hombre como modelo para la llamada universal a la santidad a través especialmente del trabajo: «El trabajo –comentaba– es fruto de la colaboración, y ésta sólo puede basarse en el amor. El arquitecto ha de saber aprovechar lo que saben hacer y lo que pueden hacer los operarios. Ha de aprovechar la cualidad preeminente de cada uno. Esto es: integrar, sumar todos los esfuerzos y tenderles la mano cuando se encallen; así trabajan a gusto y con la seguridad que da la plena confianza en el organizador. Además, hay que recordar que no hay nadie inútil, todos sirven (aunque no todos con la misma capacidad); la cuestión es encontrar para qué sirve cada uno».
Gaudí se ocupaba de sus obreros, tanto en su aspecto profesional, como en su vida personal: «Rogaba a Raimundo: ¡Cuídate!, Hazme caso. Aún estás a tiempo. Deberías hacer un poco más de ejercicio: andar. Y poner freno en el comer, con un poco de régimen. Piensa que, si no tienes prudencia, ¡estallarás!».
Su costumbre de intervenir personalmente en los trabajos le ponía en contacto, necesariamente, con todo el personal. Decía por ejemplo: «Esto lo podrá hacer José, que tiene paciencia». O también: «¡Que lo haga Andrés, que tiene más estatura y le será más fácil»!
Gaudí practicaba y defendía el sacrificio: «La vida es amor y el amor es sacrificio. El sacrificio es lo único realmente fructífero. La causa del avance espiritual y material de las órdenes religiosas, de los hogares, es que todos sus miembros se sacrifican en bien del conjunto».
¿Qué virtudes destacaron más en Gaudí?
Resaltaría la humildad; hombre de carácter fuerte, trabajador, enamorado de su profesión, de Dios y de todo lo creado, sintiéndose un colaborador; hombre de misericordia que supo “reconocer, contemplar y servir“, ocupado en sus deberes familiares, sociales y profesionales. Que se enfrentó a la adversidad y buscó las prácticas religiosas para ganar las batallas de la vida. Confiado en la Providencia divina y que procuró utilizar los dones recibidos de Dios.
Gaudí decía: “cada uno utiliza el don que Dios le ha dado. Su realización es la máxima perfección social. El que construye y tiene que hacer cosas, que no critique las obras de los otros ni defienda las suyas, sino que haga y dirija la crítica contra sus propias obras para depurarlas y mejorarlas”.
Gaudí vivió con humildad, con sencillez y pobreza de espíritu. Era un hombre íntegro, no era amigo del dinero, ni de la mentira, ni de las apariencias. Lo que ganaba era para vivir con dignidad, cuidando de su padre y sobrina, y en los últimos años de su vida renunció a sus honorarios por el proyecto y dirección de las obras de la Sagrada Familia.
La arquitectura de Gaudí no fue entendida por todos, recibió burlas, críticas, tuvo envidias, pero supo luchar y seguir adelante, ganando las batallitas de la vida, excepto la de mal genio que a pesar de querer dominarlo no lo conseguía en algunos momentos.
Así lo describía Gaudí: “para no caer en la falsa humildad, el Señor nos deja el gusanillo del irascible amor propio. Yo soy por temperamento un hombre luchador. He luchado incesantemente y lo he conseguido todo menos dominar mi mal genio. Pero no desisto y pongo todo mi ingenio para rebajarme ante mis propios ojos: es muy provechoso en los fracasos, echarse la culpa a sí mismo, aunque no la tengamos, porque así resplandece la verdad, aunque no lo parezca”.
Hombre de profunda fe, ¿Cómo vivió la esperanza?
Gaudí fue un hombre de fe, manifestada en una vida de amor y sacrificio, de exigencia y aceptación de las circunstancias de la vida, positivas o no, que disfrutó con su trabajo y con sus colaboradores, uniendo arquitectura y simbolismo, con esfuerzo personal para ganar las batallas de la vida, apoyándose especialmente en las prácticas religiosas, que le hicieron ser un hombre de corazón limpio y conseguir esa paz personal, esa paz personal necesaria para conseguir la paz universal.
¿Por qué el reflejo de su obra también emite al mundo un mensaje de esperanza?
La declaración de Gaudí Venerable, la previsión de su beatificación en 2026, y los avances recientes y las esperanzas que suscita la obra de la Sagrada Familia nos alegran y me hace pensar que, por encima del criterio de los clérigos, arquitectos, escultores y artistas, lo más importante decía el Papa Benedicto XVI, en la basílica de la Sagrada Familia, es: “Recordar, sobre todo, al que fue alma y artífice de este proyecto: a Antoni Gaudí, arquitecto genial y cristiano consecuente, con la antorcha de su fe ardiendo hasta el término de su vida, vivida en dignidad y austeridad absoluta… Él mismo, abriendo así su espíritu a Dios ha sido capaz de crear en esta ciudad un espacio de belleza, de fe y de esperanza, que lleva al hombre al encuentro con quien es la Verdad y la Belleza misma”. (Papa Benedicto XVI, Homilía en la consagración del Templo expiatorio de la Sagrada Familia de Barcelona, 7 de noviembre de 2010).
Así expresaba el arquitecto sus sentimientos: “Un templo es la única cosa digna de representar el sentir de un pueblo, ya que la religión es la cosa más elevada en el hombre”
¿En qué medida la belleza de Dios, manifestada también en el arte, puede salvar a esta humanidad sufriente?
Que mejor que responder a esta pregunta con palabras de Benedicto XVI ese mismo día: “colaboró genialmente a la edificación de la conciencia humana anclada en el mundo, abierta a Dios, iluminada y santificada por Cristo. E hizo algo que es una de las tareas más importantes hoy: superar la escisión entre conciencia humana y conciencia cristiana, entre existencia en este mundo temporal y apertura a una vida eterna, entre belleza de las cosas y Dios como Belleza. Esto lo realizó Antoni Gaudí no con palabras sino con piedras, trazos, planos y cumbres. Y es que la belleza es la gran necesidad del hombre; es la raíz de la que brota el tronco de nuestra paz y los frutos de nuestra esperanza. La belleza es también reveladora de Dios porque, como Él, la obra bella es pura gratuidad, invita a la libertad y arranca del egoísmo”.
AcaPrensa / Javier Navascués / José Manuel Almuzara / InfoCatóica
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