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Agencia Católica de Prensa

LEÓN XIV PREDICA LA PAZ EN LA IGLESIA PEDIMOS A NUESTROS OBISPOS SEÑALES EN EL MISMO SENTIDO

Cata 1206 del 12 de mayo de 2025

 

El pasado jueves 8 de mayo, el cardenal estadounidense Robert Francis Prevost, Prefecto del Dicasterio para los Obispos, fue elegido para el Soberano Pontificado y tomó el nombre de León XIV. Desde el principio quiso dar señales, no de ruptura con su predecesor Francisco, sino de cambio de dirección, mostrando que quiere la paz y no la guerra, la paz exterior y la caridad interior.

 

Su discurso en el balcón central de San Pedro, escrito con detenimiento y pronunciado con voz serena, decía: «La paz sea con todos vosotros. Queridos hermanos y hermanas, este es el primer saludo de Cristo resucitado, el buen pastor que dio su vida por el rebaño de Dios. Yo también quisiera que este saludo de paz entrara en nuestros corazones y llegara a vuestras familias. […] Ayudadnos, vosotros también, y unos a otros, a construir puentes a través del diálogo, del encuentro, uniéndonos para ser un solo pueblo siempre en paz. […] Debemos buscar juntos cómo ser una Iglesia misionera, una Iglesia que construye puentes, dialoga, siempre abierta a recibir, como esta plaza con los brazos abiertos a todos, a todos aquellos que necesitan nuestra caridad, nuestra presencia, diálogo y amor. […] Queremos ser una Iglesia sinodal, una Iglesia que camina, una Iglesia que siempre busca la paz, que siempre busca la caridad, que siempre busca estar cerca de los que sufren».

 

¿Cómo no acoger este llamado a la paz interior y exterior? Dado que el Santo Padre menciona la sinodalidad, hago el vínculo entre este mensaje pacificador y las reflexiones de los especialistas en esta sinodalidad. Ellos explican que los cristianos de hoy vivimos en un mundo diverso donde todos tienen voz. La sinodalidad, según ellos, permite llegar mejor a la gente del mundo diferenciado de hoy aceptando internamente nuestras diferencias, invitando a cada persona a expresarse en forma sinodal. Según ellos, se trata de la credibilidad de la Iglesia que, para hablar a los hombres, no debe presentarse como una dictadura.

 

Este principio de sinodalidad es simplemente liberalismo y no lo apruebo. Pero tengo que decir que actualmente es así. Y por el momento tenemos que tolerar la tolerancia liberal, si se me permite decirlo así. Porque nos puede permitir vivir y preparar así el retorno del orden en la Iglesia. Pienso muy concretamente en la doctrina y en el culto, en el catecismo y en la liturgia. ¿Qué es lo que realmente pedimos sino tener la libertad de ser católicos en lo que respecta al catecismo y a los sacramentos en la Iglesia católica? Esto es lo que el mensaje pacificador del Papa puede permitirnos esperar en un primer momento.

 

Queridos centinelas parisinos, ¿no es esto lo que pedimos incansablemente a nuestro arzobispo al protestar contra la supresión de las misas tradicionales en los rosarios que rezamos delante de las oficinas del arzobispado, 10 rue du Cloître-Notre-Dame, de lunes a viernes, de 13:00 a 13:30 horas, en Saint-Georges de La Villette, 114 avenida Simón Bolívar, los miércoles a las 17 horas y frente a Notre-Dame du Travail, 59 calle Vercingétorix, los domingos a las 18:15 horas.

 

Cuando un príncipe o un jefe de Estado llega al poder, hace gestos de justicia y gracia que sus subordinados imitan. Pues bien, he pensado que deberíamos aprovechar la jubilosa llegada del Papa León XIV y sus palabras de paz para pedir a Monseñor Ulrich que en esta ocasión tenga un gesto en este sentido.

 

Carta a Monseñor Laurent Ulrich, arzobispo de París

 

Monseñor:

 

Permítame, con ocasión de la elección del Papa León XIV, formular una petición de justicia y de gracia en favor de los fieles parisinos que sufrieron las supresiones de misas impuestas por su predecesor, Monseñor Aupetit.

 

Desde el primer momento, nuestro nuevo Papa ha puesto su pontificado bajo el signo de la paz que viene de Cristo resucitado, «una paz desarmada y desarmante, humilde y perseverante», una paz que hay que llevar afuera, pero también dentro, «que entra en nuestros corazones, que llega a nuestras familias».

 

Le propongo así que conceda a sus hijos, que se encuentran ahora maniatados en su vida religiosa, un gesto simbólico como señal de pacificación incluso antes de que el problema en su conjunto sea examinado a fondo en Roma y Francia. Estoy pensando en una medida fácil, casi imperceptible, que no cuesta casi nada. Una de las misas parisinas que fue cancelada, y que estaba destinada a un público mayoritariamente popular, fue la de Notre-Dame du Travail, los domingos a las 18 horas. El párroco y un sacerdote, que hoy todavía están allí, siempre se sintieron felices de poder celebrar esta misa. Cuando su antecesor la prohibió, decidió al mismo tiempo sustituirla por una «misa gregoriana». Bastaría entonces con permitir que esta misa, en el mismo lugar, el mismo día, a la misma hora, con los mismos sacerdotes, volviera a ser una misa tradicional.

 

Sus hijos estarían muy agradecidos por esta señal en el sentido de la libertad cristiana en un ámbito que es esencial para su santificación.

 

Le ruego, Monseñor, que acepte la expresión de mi filial respeto.

 

Ecos de la Vigilia: Una señora que entra en la casa diocesana nos saluda y vuelve para hablarnos: «Espero que el nuevo Papa tenga la inteligencia y la caridad de dejaros en paz.» Eso es precisamente lo que le pedimos, querida señora.» Y continuó: «Estamos completamente de acuerdo, la Iglesia debe dejar a sus hijos en paz… ¡recemos todos por ello!»

AcaPrensa / La Lettre de Paix liturgique

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