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Vendrán días, y ya han venido…

Vendrán días, y ya han venido…

El Anticristo, dice Soloviev, […] creía en el bien e incluso en Dios. […] Daba “altísimas demostraciones de moderación, de desinterés y de activa beneficencia”. […] El libro que le había procurado fama y consenso universal lleva el título de “El camino abierto hacia la paz y la prosperidad universal”. […].

Es verdad que algunos hombres de fe se preguntaron por qué no se nombró ni siquiera una sola vez el nombre de Cristo. Pero otros rebatían: “Desde el momento que el contenido del libro está permeado por el verdadero espíritu cristiano, por el amor activo y por la benevolencia universal, ¿qué más quieren ustedes? […]

Donde la exposición de Soloviev se demuestra particularmente original y sorprendente – y merece la más profunda reflexión – es en la atribución al Anticristo de las calificaciones de pacifista, de ecologista, de ecumenista. […]

En esta descripción del Anticristo, Soloviev […] alude sobre todo al “nuevo cristianismo” del que en esos años León Tolstoi se convirtió en eficaz pregonero. […]

En su “Evangelio” Tolstoi reduce todo el cristianismo a las cinco reglas de comportamiento que él extrapola del Discurso de la Montaña:

1. No sólo no debes matar, sino que ni siquiera debes enojarte con tu hermano.

2. No debes ceder a la sensualidad, al punto que no debes desear ni siquiera a tu propia esposa.

3. No debes obligarte jamás con un juramento.

4. No debes resistir al mal, pero debes aplicar hasta el fondo y en cada caso el principio de la no-violencia.

5. Ama, ayuda, sirve a tu enemigo.

Estos preceptos, según Tolstoi, provienen efectivamente de Cristo, pero para ser válidos no tienen para nada necesidad de la existencia actual del Hijo del Dios vivo. […]

Ciertamente, Soloviev no identifica materialmente al gran novelista con la figura del Anticristo. Pero ha intuido con extraordinaria clarividencia que precisamente la “doctrina” de Tolstoi se convertiría a lo largo del siglo XX en un vehículo de vaciamiento sustancial del mensaje evangélico, bajo la formal exaltación de una ética y de un amor por la humanidad que se presentan como “valores” cristianos. […]

Vendrán días, nos dice Soloviev – y más bien ya han venido, decimos nosotros – en los que en la cristiandad se tenderá a disolver el hecho salvífico, que no puede ser recibido si no es en el acto difícil, valiente, concreto y racional de la fe, en una serie de “valores” fácilmente comercializables en los mercados mundanos.

Debemos cuidarnos de este peligro, nos avisa el más grande los filósofos rusos. Aun cuando un cristianismo tolstoiano nos hiciese infinitamente más aceptables en los salones, en las agrupaciones sociales y políticas, en las transmisiones televisivas, no podemos y no debemos renunciar al cristianismo de Jesucristo, el cristianismo que tiene en su centro el escándalo de la cruz y la realidad impresionante de la resurrección del Señor.

Jesucristo, el Hijo de Dios crucificado y resucitado, único salvador del hombre, no es traducible en una serie de buenos proyectos y de buenas inspiraciones, homologables con la mentalidad mundana dominante. Jesucristo es una “piedra”, como él ha dicho de sí mismo. Sobre esta “piedra” o se construye (confiando) o nos embarramos (oponiéndonos): “El que caiga sobre esta piedra se destrozará, y aquél sobre quien caiga le aplastará” (Mt 21, 44). […]

En consecuencia, el magisterio de Soloviev ha sido profético y al mismo tiempo un magisterio largamente no escuchado. Pero nosotros queremos volver a proponerlo, en la esperanza de que la cristiandad finalmente se sienta interpelada y le preste un poco de atención.

 

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