Sesenta años haciendo el memo
Cada mañana suelo echar un vistazo a diferentes medios de información religiosa consciente de que eso supone desayunarme con dos sapos, tres indigestiones y cuatro soponcios. Uno es de espíritu penitente, y más en cuaresma, y, además, por mi costumbre de escribir en los medios, me siento en la obligación de hacerlo, sabiendo que antes he de tomar un par de cápsulas de Tradicionalina.
Aquí todo bicho viviente se siente en la necesidad de soltar sus chorradas con más o menos convencimiento, yo creo que para demostrar que es más francisquista que nadie, más moderno que nadie y más actualizado que nadie. El asunto es que según lo lees podrías llegar a pensar que llevas toda la vida haciendo el canelo. O no. O vaya usted a saber.
Hace apenas unos días. Entrevista con Monseñor Jean-Paul Vesco, nuevo arzobispo de Argel. Oigan, no un teologucho cualquiera, nada de sor Visi de las Társilas, nada de Paco, el cura de Cristo Solidario. Nada. Todo un señor arzobispo, al que se le supone formación, sentido común y más Espíritu Santo que otros por el hecho de la consagración episcopal, aparte del apoyo de santo padre, que para eso le nombra arzobispo.
Pues el bueno del señor arzobispo dice cosas como que “el bautismo no es condición para la salvación”, o que “Tenemos que deshacernos de la idea de que tenemos que evangelizar, de que tenemos que llevar a los demás a nuestra verdad, y al mismo tiempo aceptar que quizás también hay una parte de la verdad en el Islam que se nos escapa».
Lo que digo. Sesenta años haciendo el canelo, desde los tiempos en que un servidor iba por todas partes con su hucha del Domund pidiendo para bautizar a los negritos y se acercaba a los amigos para convencerles de que vinieran a la iglesia, ya que el buen cura del pueblo nos invitaba a ello. Memo cada vez que me he reunido con jóvenes para animarles a ser creyentes, gilipichis a lo bestia por intentar que la gente de los pueblos se incorpore cada vez más plenamente a la Iglesia. Total, si lo de evangelizar no es necesario, el bautismo tampoco y vaya usted a saber dónde está la Verdad, pues lo dicho, sesenta años haciendo el canelo.
Sesenta años un servidor y dos mil años la Iglesia y hasta tres años de vida pública de Nuestro Señor que tuvo la desfachatez de anunciar la conversión, tirados a la basura. Menos mal que ha llegado todo un arzobispo para iluminar los errores que cometió Nuestro Señor Jesucristo en su predicación, la praxis de la Iglesia universal durante dos mil años y los sesenta años de militancia católica de este servidor de ustedes. Como el teólogo ese jesuita que decide que eso de pedir cosas a Dios, aunque lo mande Jesucristo incluso en el padrenuestro, es un error teológico de bulto.
Hay que extraer consecuencias. La primera que se echa en falta que alguien ponga un poco de orden, porque me dice Rafaela que está harta de que le tomen el moño y que si ahora va a resultar que es mejor no bautizar y marchar a la mezquita para aprender esa parte de la verdad que por lo visto tiene el Islam, y que si también tiene que pedir perdón por haber sido catequista años y haberse esforzado en que los chicos de su pueblo aprendieran a amar a Dios y a su Madre Santísima y no faltaran a misa el domingo.
Quizá otra consecuencia sea constatar por qué la gente no nos toma en serio. Si antes el bautismo era esencial para la salvación y ahora no, antes la evangelización era la misión clave de la Iglesia y ya no es para tanto o si lo de la Verdad hay que cogerlo con alfileres, no pretendamos que se nos haga caso: ustedes hoy una cosa y mañana otra, así que haré lo que me plazca. Tienen razón. Yo también pienso lo mismo de los que tengo más arriba y llego a las mismas conclusiones.
Lo peor no es preguntarse las cosas, que para eso tenemos la cabeza. Lo peor es recibir siempre como respuesta un tan cómodo como destructor “depende», que vale para todo menos para celebrar con el misal de san Pio V. Ahí no depende.
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