Serie Venerable Marta Robin – Diamantes para alcanzar la perfección
Eleuterio Fernández Guzmán
Hace mucho tiempo que hemos incardinado los comentarios acerca de la obra de la Venerable Marta Robin (francesa ella, de nacimiento y de nación) en la serie sobre la oración. Sin embargo, es de recibo reconocer que desde hace mucho tiempo, también, no trata lo que traemos aquí de oraciones, en sí mismas consideradas (algunas veces sí, claro) sino de textos espirituales que nos pueden venir muy bien, primero, para conocer lo más posible a una hermana nuestra en la fe que supo llevar una vida, sufriente, sí, pero dada a la virtud y al amor al prójimo; y, en segundo lugar, también nos vendrá más que bien a nosotros, sus hermanos en la fe que buscamos, en ejemplos como el suyo, un espejo, el rastro de Dios en una vida ejemplar que seguir.
Por eso, nos vamos a acercar a su obra espiritual a través del contenido del libro “Journal. Décembre 1929, Novembre 1932) publicado en 2013 por Editions Foyer de Charité y que recoge, como su nombre indica, el contenido del Diario íntimo y personal de la Venerable Marta Robin entre las fechas que se indican en el título del mismo.
Diamantes para alcanzar la perfección
Miércoles, 25 de diciembre de 1929
Esto es de lo primero que recoge en el libro que aquí traemos a partir de hoy; de lo primero que escribe la Venerable Marta Robin es de lo que llama “Los dieciséis diamantes para alcanzar la más alta perfección” que, según una nota, la 2, hacen pensar en las Doce estrellas para llegar a la más alta perfección cuyo autor es S. Juan de la Cruz (“Puntos de amor, a los carmelitas de Béas”). Y es lo que sigue:
“Amor de Dios- amor al prójimo- castidad- pobreza- pureza- obediencia – paciencia – humildad- renuncia- dulzura- asistencia a los oficios- fidelidad a la oración- mortificación interior- confianza – silencio – paz.”
No es nada extraño que la Venerable Marta Robin se pueda servir, por decirlo así, de algo que haya escrito un carmelita. Y es que nuestra hermana francesa tuvo siempre una clara predilección por tal orden religioso. Por eso, decimos, son de esperar cosas así.
Empezamos, pues, con este texto la lectura y meditación del contenido de su Diario porque es, además, una forma de empezar más que importante.
El caso es que lo que se nos dice no es poca cosa. Es más, es tanto y tan importante que, de cumplir esto así, a rajatabla, es más que seguro que estaremos cerca de la perfección lo mismo que no estaba lejos del Reino de Dios aquel hombre que, contestándole a Jesús como le contestó, hizo que el Hijo de Dios le dijera eso, que no estaba lejos del Reino de Dios.
Esto lo decimos porque los puntos que se nos proponen darían, por ser breves, para escribir sobre cada uno ellos porque son de tal importancia que ninguno se puede despreciar al ser, cada uno de ellos son, como nos dice Marta Robin, algo muy valioso, así como diamantes espirituales.
En realidad, basta con citarnos uno a uno para darnos cuenta de que no son palabras cualquiera sino que encierran el contenido exacto de nuestra fe católica.
Así, por ejemplo, el Amor de Dios no es que se nos dé sino que lo tenemos siempre porque nuestro Creador siendo, como somos, semejanza suya, nunca nos va a abandonar.
Así, por ejemplo, cuando hablamos de amor al prójimo estamos haciendo algo que, de cumplirlo como Cristo dijo que debíamos cumplirlo (acordémonos ahora de la parábola del buen samaritano) nos haremos un gran favor a nosotros mismo porque estaremos alimentado nuestra alma de amor.
Así, por ejemplo, si hacemos lo propio con la castidad estaremos entendiendo el verdadero sentido de la misma que no consiste en mantenerse, simplemente, alejado de malas actuaciones sino en comprender que se es casto cuando se respeta al prójimo en cuanto prójimo y no se le embarca, algo así como endilgándole, nuestro mal proceder en tal realidad.
Así, cuando hablamos de pobreza debemos entender lo que significa la misma que ha de tener que ver con una no ansia por el tener sino por un dar más importancia al ser que, pocas veces, tiene que ver con la posesión de bienes.
Así, por ejemplo, cuando es la pureza la que guía nuestras acciones son muchas las suciedades que no tocan nuestra alma ni nuestro corazón.
También, por ejemplo, si nos referimos a la obediencia tantas y tantas veces la olvidamos que no estaría nada mal ponerla más en práctica.
Si se trata de la paciencia, que es una virtud más que recomendable, no es poco decir que debemos hacer uso abundante de ella porque no son pocas las ocasiones en las que la necesitamos y tantas en las que se nos olvida que la tenemos.
¿Y si hablamos de humildad? Ser humildes supone tener en cuenta que no somos nada ante Dios. Lo que muchas veces nos pasa es que nos creemos que sí somos ante los demás cuando, en realidad, estamos hechos de lo mismo y eso debería hacernos pensar que, en realidad, somos también poco ante el prójimo.
Así, por ejemplo, cuando hablamos de renuncia no es poco saber que, en muchas ocasiones, debemos hacer eso, renunciar, porque no todo nos está permitido aunque nuestro ego así lo crea…
Tampoco podemos olvidar que cuando la Venerable Marta Robin no habla de “asistencia a los oficios” ha de querer decirnos que no podemos alcanzar la perfección sin asistir a ellos. Por tanto, no se trata de un acto social ni nada por estilo sino de una necesidad espiritual tan importante que, de no tenerla en cuenta es más que posible que nuestra alma se vacíe de espiritualidad.
Lo mismo podemos decir de la fidelidad a la oración porque aquí, la falta de perseverancia en la misma acaba siempre en un abandono de una práctica espiritual más que crucial para nuestra vida de hijos de Dios.
Así, por ejemplo, cuando mortificamos nuestro interior es más que probable que seamos capaces de aquietar aquellas intenciones malsanas, espiritualmente hablando (y no sólo espiritualmente hablando, claro) porque ya sabemos que, del corazón, salen las obras y, a veces, no son buenas sino malas y más que malas.
Y, casi, podríamos tratar a la limón, de los tres últimos diamantes.
En realidad, mostrar confianza en Dios es mantener un silencio sobre lo que nosotros queremos y, así, hacer posible la paz interior, la de verdad, que tanto bien nos hace. Y es la santa Providencia de nuestro Creador es una realidad sobre la que nunca debemos dudar porque es lo que es porque quiere el Padre que sea. Así, pues, confiamos en ella y, de paso, acallamos nuestras intenciones y permanecemos en paz.
En fin, no podemos decir que en unas pocas palabras, en ellas y con ellas, se puede decir poca cosa si hablamos en materia espiritual. Y Marta Robin, como hace tantas y tantas veces, nos ha echado una mano más que grande: a nuestro corazón y a nuestra alma.
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