Praxis sine theoria, caecus in via.
SPECOLA
9 agosto, 2023
El recordado Caffarra pronunció una lectio magistralis en Bratislava el 24 de febrero de 2016, titulada La Iglesia y el hombre de la posmodernidad: «La alternativa a una Iglesia sin doctrina no es una Iglesia pastoral, sino una Iglesia de la arbitrariedad y esclava del espíritu de la época: «Praxis sine theoria coecus in via», decían los medievales. Esta trampa es grave, y si no se la derrota, causa graves daños a la Iglesia. Por al menos dos razones. La primera es que, siendo la Sagrada Doctrina nada más que la Revelación divina del plan divino para el hombre, si en ella no se enraíza la misión de la Iglesia, ¿qué le dice la Iglesia al hombre? La segunda razón es que cuando la Iglesia no se protege de esta trampa, corre el riesgo de respirar el dogma central del relativismo. El segundo escollo es olvidar que la clave interpretativa de la realidad en su conjunto y de la historia humana en particular no está en la historia misma, el verdadero discípulo de Jesús piensa todas las cosas a través de Jesucristo y Jesucristo a través de todas las cosas».
«El tercer escollo es la primacía de la praxis. Me refiero al primado fundacional. El fundamento de la salvación del hombre es la fe del hombre, no su obra. Lo que debe preocupar a la Iglesia no es principalmente la cooperación con el mundo en los grandes procesos operativos, para lograr objetivos comunes. La preocupación insomne de la Iglesia es que el mundo crea en Aquel a quien el Padre ha enviado para salvar al mundo. El primado de la praxis conduce a lo que un gran pensador del siglo pasado llamó la dislocación de las Personas divinas: la segunda Persona no es el Verbo, sino el Espíritu Santo».
«El cuarto escollo, íntimamente ligado al anterior, es la reducción de la propuesta cristiana a una exhortación moral. Es la trampa pelagiana, que Agustín llamó el veneno horrendo del cristianismo. Esta reducción tiene el efecto de hacer muy aburrida y repetitiva la propuesta cristiana. Sólo Dios es siempre impredecible en su acción. Y de hecho, en el centro del cristianismo no está la acción del hombre, sino la Acción de Dios. El quinto escollo es el silencio sobre el juicio de Dios, mediante una predicación de la misericordia divina hecha de tal manera que se corre el riesgo de hacer desaparecer de la conciencia del hombre que escucha la verdad la verdad de que Dios juzga al hombre».
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