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La cofradía de los silentes

La cofradía de los silentes


Hay cosas que a todos nos están preocupando. Las hay más llevaderas, que podríamos colocar aparentemente dentro de lo folklórico, y digo aparentemente porque eso de que el Vaticano nos invite a conmemorar el día de la deuda ecológica puede resultar una gracieta, como podría parecerlo el conato de encuesta sobre buenas prácticas ecológicas en las parroquias de Madrid. Pero no. De gracieta folklórica nada. En el fondo es ir retirando a Dios de nuestras vidas para sustituirlo por la Pacha Mama o como leches se escriba.

Más preocupante es el previsto sínodo para la Amazonía, del que sobre todo se ha querido destacar en los medios lo más llamativo, aunque menos importante como es la posible ordenación de varones casados. Es llamativo, pero no afecta en principio al depósito de la fe, ya que, en cualquier caso, el celibato es norma de derecho que puede abolirse y otras circunstancias como la formación pueden ser reglamentadas por normas concretas, que gustarán más o menos, pero que no dejan ser cuestiones de lo que se llama vulgarmente derecho positivo.

Mucho más sibilino, pero todo un torpedo en la línea de flotación es el modo de presentar la revelación o la exigencia evangélica de ir por todo el mundo, anunciar el evangelio y bautizar. Si ahora hay que buscar la revelación en la madre tierra al punto de que en el propio instrumento de trabajo apenas se habla de Cristo, se minusvalora la necesidad de la conversión a Jesucristo y el bautismo, y se pone como fundamental la inculturación por encima de la evangelización, no es que la cosa no pinte bien, es que estamos haciendo una enmienda a la totalidad.

Excelente el comentario del cardenal Müller al llamado “Instrumentum Laboris”, publicado en Infovaticana, que en seis puntos podríamos decir pega todo un señor repaso comenzando por el error en el método, siguiendo por ejemplo con la diferencia entre la Encarnación de la Palabra y la inculturación como vía de evangelización y que acaba afirmando que “En lugar de presentar un enfoque ambiguo con una religiosidad vaga y un intento inútil de convertir al cristianismo en una ciencia de la salvación al sacralizar el cosmos y la biodiversidad de la naturaleza y la ecología, tenemos que mirar el centro y origen de nuestra fe: «Dispuso Dios en su sabiduría revelarse a Sí mismo y dar a conocer el misterio de su voluntad, mediante el cual los hombres, por medio de Cristo, Verbo encarnado, tienen acceso al Padre en el Espíritu Santo y se hacen consortes de la naturaleza divina» (Dei Verbum 2).”

No solo Müller. Me consta que cardenales, obispos, eminentes profesores, están que no salen de su asombro ante el “Intrumentum Laboris” de este sínodo. Me consta de algunos porque me lo han dicho directamente, de otros por testimonio de terceros. Figuras muy conocidas de la jerarquía eclesiástica y en el mundo académico.

Me sorprende su silencio y me llevan a hacer algunas conjeturas:

– Quizá el “Instrumentum” no es tan malo y lo único que hacen es hablar por lo bajinis para incordiar.

– Quizá sea malo de solemnidad, pero callan porque tienen cosas que ocultar y por si acaso.

– O que siendo realmente malo puede más la cobardía.

Si no es tan malo, se callan. Si es tan malo, lo digan porque tienen obligación en conciencia. Y si no lo hacen, me van a permitir que los haga miembros de pleno derecho de la cofradía de los silentes, con obligación de ayuno y disciplinas martes y viernes, y dos horas de lectura diaria de la suma de Santo Tomás.

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