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¿Es la fe del pasado otra fe?

¿Es la fe del pasado otra fe?

InfoVaticana / Jean-Pierre Maugendre / Renaissance Catholique

18 febrero, 2022
El diario no oficial del episcopado francés, La Croix, ha situado por fin -el 10 de febrero- la disputa litúrgica sobre Traditionis Custodes en el plano que le corresponde, el de la doctrina. En palabras de Aline y Alain Weidert, pareja que llamaremos púdicamente de mediana edad, animadores de la CCBF, que no todo el mundo está obligado a saber que es la Conférence Catholique des Baptisé-es Francophones, la sentencia es inapelable: «El espíritu de la liturgia del pasado, su teología, la oración y la misa de antes (la lex orandi del pasado) ya no pueden seguir siendo, sin discernimiento, las normas de la fe de hoy en día».

Declaraciones autorizadas

¿Por qué dedicar atención a unas declaraciones tan evidentemente sacadas de quicio? Por la sencilla razón de que su expresión en el diario de referencia de la Iglesia de Francia manifiesta el pensamiento profundo del núcleo dirigente de la Conferencia Episcopal Francesa. Si no fuera así, dichos obispos ya habrían manifestado su opinión públicamente.

Aunque numéricamente esté moribundo, al no estar asegurada la transmisión de la fe en estos círculos, tal y como han demostrado los trabajos de Guillaume Cuchet o Yvon Tranvouez, el progresismo cristiano sigue teniendo todos los resortes de poder de la institución eclesiástica en Francia.

Controla los principales medios de comunicación, así como los centros de formación: seminarios y universidades. Cada día, una buena parte de los sacerdotes y comunidades religiosas en Francia reciben su dosis de información presentada, supuestamente, a la luz del Evangelio, pero en realidad a la luz de las innovaciones conciliares.

¿Qué derecho tienen estos ideólogos, que fustigan el rito tradicional, a dar lecciones a la luz de la desastrosa experiencia de los últimos cincuenta años? Encaramados en los escombros de una Iglesia en ruinas, se revelan, de hecho, totalmente ajenos a las mismas raíces de la religión de la que pretenden ser sus apólogos. Aplastados por la magnitud y majestuosidad de una herencia que se muestran intelectualmente incapaces de comprender y espiritualmente incapaces de vivir.

Otra fe

En su artículo, los autores denuncian: «las misas, desgraciadamente, siempre marcadas por un fuerte carácter sacrificial «expiatorio» con una finalidad propiciatoria con el fin de borrar los pecados (…) «Propiciación» que las comunidades Ecclesia Dei defienden con uñas y dientes con sus sacerdotes-sacrificadores, formados para decir el Santo Sacrificio de la Misa».

Todo esto, sostienen, ya no tendría sentido. ¡Necesitamos una «Eucaristía que sea positiva» y que «selle la Alianza/Cristo»! Algunos señalarán, como es sabido, que esto no es lo que el Santo Concilio escribió y quiso. Puede que sea así. Pero, ¿cuál es la realidad?

Hace unos días, asistí al funeral del padre de un amigo cercano. La misa fue concelebrada por cuatro sacerdotes, que daban testimonio con su presencia del compromiso católico del fallecido. En varias ocasiones el celebrante afirmó que la misa se celebraba en homenaje al difunto, homenaje igualmente rendido a su cuerpo también con incienso al final de la ceremonia.

En ningún momento se hizo referencia a que la misa se ofreciera como sacrificio propiciatorio para el descanso del alma del difunto. Ni tampoco el incienso sobre el cuerpo del difunto era justificado por el hecho de que ese cuerpo había sido el templo del Espíritu Santo. La misa se había convertido así en una ceremonia de homenaje, una reunión comunitaria para honrar la memoria de un ser querido fallecido.

No más Dies irae implorando la misericordia de Dios frente a su justicia, sino los testimonios de los familiares cantando las alabanzas del difunto. ¿Cómo no ver en esto una clara ruptura con la finalidad tradicional de la misa, y especialmente de la misa funeral? La manifestación de una fe que ya no es la fe inmemorial de la Iglesia católica.

Toda la ceremonia se desarrolló, sin ningún escándalo, en un tranquilo horizontalismo, con una buena señora en edad canónica haciendo lo posible por animar con sus cantos a una congregación algo apática. Cincuenta años después de la reforma litúrgica, hemos llegado a este punto en la gran mayoría de las parroquias de Francia, al menos cuando todavía hay sacerdotes para celebrar la misa.

Uno puede por otra parte preguntarse legítimamente sobre la pertinencia de una concelebración de cuatro sacerdotes cuando al mismo tiempo en París se celebraban funerales sin la presencia de sacerdotes. A lo que el sentido común responderá que para presidir una ceremonia de homenaje no es necesario un sacerdote.

¡No nos rendiremos!

Son este tipo de ceremonias, estas misas que son ante todo reuniones comunitarias, lo que los fieles apegados a la forma tradicional de celebrar la misa han rehuido, o no han conocido nunca. Su elección no es meramente estética o sentimental. Se trata de la misma fe. Por lo tanto, es doctrinal. Aline y Alain Weidert aciertan cuando dicen que la misa del pasado da testimonio de una fe diferente a la que se transmite en la gran mayoría de las parroquias.

Este es un hecho que difícilmente puede ser cuestionado. ¿Qué porcentaje de católicos hoy en día cree que la misa es «el sacrificio del Cuerpo y la Sangre de Jesucristo ofrecido en nuestros altares» (Catecismo de San Pío X)?

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