Cómo probar hoy que Dios existe
1. Al negar a Dios afirmamos que existe
No se puede negar aquello que no existe, pues, al negarlo supone que antes existe. Luego, al negar algo, se afirma su existencia. Por ejemplo, puedo decir: este celular azul no existe, pero antes debo saber que está ahí para negarlo, de lo contrario ni siquiera tendría el concepto de dicho celular azul en mi mente.
También podemos verificar lo anterior en la tabla aritmética de signos positivos y negativos:
– x + = – , lo cual, equivale a decir que un No al Sí da un No, porque se está negando la afirmación produciendo así una negación; y de un modo más real puede decirse que, el amigo de mi enemigo es también mi enemigo, ya que yo cierro filas con mi amigo y le debo mi lealtad.
+ x – = – , lo cual, equivale a decir que un Sí al No da un No, porque se está afirmando la negación, por lo tanto, se mantiene la negación, ya que ha sido positivamente reconocida. Y de un modo más real puede decirse que, el amigo de mi enemigo es mi enemigo, pues, es bastante probable que cierre filas con su amigo que quiere el mal para mí.
+ x + = + , lo cual, equivale a decir que un Sí al Sí da un Sí, porque se está afirmando la afirmación, es decir, hay una reafirmación positiva. Y también equivale a decir que el amigo de mi amigo es mi amigo, pues, compartimos la amistad con mi amigo y todo lo mejor que le deseamos.
– x – = + , lo cual, equivale a decir que un No al No da un Sí, porque se está negando la negación de lo que resulta una afirmación. Así, efectivamente, el enemigo de mi enemigo es mi amigo, pues, compartimos el mismo sentimiento de aversión hacia mi enemigo, lo que es positivo para mí.
En conclusión, en un sentido lógico, cuando negamos la existencia de Dios estamos afirmando que sí existe, pues, no se puede negar aquello que no existe.
2. Dios percibido como Luz.
Desde la infancia de la humanidad siempre hemos intuido la existencia de un ser Superior y hemos percibido que no podemos vivir sin el Sol. En diversas civilizaciones se ha divinizado el sol y la luz ha sido relacionada con el misterio de algo divino. De hecho el origen o la etimología de la palabra “Dios” en sí es prueba de ello: “Dios” viene del latín “Deus”, que a su vez viene del griego “Theós” o “Zéus”, que viene del indoeuropeo “dia”, que indica o significa: “Luz”. En conclusión, “Dios” significa “Luz” y la luz siempre la hemos relacionado con lo que nos da sentido: la Vida, lo Bueno, lo inteligente y el Amor; por ello, en nuestro lenguaje tenemos ya internalizado decir por ejemplo: “ella dio a luz” (en referencia a la vida) o “los hijos de la luz” (en referencia a lo bueno) o “aquel o aquella es un iluminado(a)“ (en referencia a lo inteligente) o “bendita la luz de tu mirada” (en referencia al amor), etc…y muchos ejemplos más que, sin duda, cada uno en su propio idioma y cultura puede aportar al respecto.
Por otro lado, aquellos que han tenido la experiencia de una muerte cercana o muerte clínica, no importando, raza, sexo, edad, tiempo histórico, cultura…posteriormente narran el haberse visto en un túnel oscuro dirigiéndose hacia un punto de luz al final de éste. Seguramente esa ha sido una experiencia desde tiempos remotos que ha ocurrido a algunas personas y que posteriormente compartieron con sus pares o en su tribu y que ayudaron a relacionar esa luz con la existencia de un Ser Superior y Personal que los recibe y espera… Dicha experiencia se sabe actualmente, es un hecho netamente biológico, ya que la falta de oxígeno en el cerebro y al mismo tiempo la atrofia del nervio óptico da una visión o imagen de perspectiva hacia un punto de luz y una sensación de sentirse liviano o de salir del cuerpo y levitar (hecho que fue verificado al escanear el cerebro de los astronautas de la Nasa en un simulador que les hacía pasar la experiencia de atravesar la atmósfera y llegar a gravedad cero…) y que además, simultáneamente la glándula pituitaria, secreta muchas endorfinas y analgésicos en el momento de morir, que hace que la persona se sienta en paz o restaurada. Sin embargo, podemos afirmar desde una opción creyente, que es Dios quien ha dispuesto esa situación biológica al morir para que así cada uno de nosotros tenga la ocasión de entregar su ser a la Luz en el momento de morir. Efectivamente, es como si en medio de un laberinto oscuro cavado dentro de una montaña, yo viera en un momento un punto de luz, innatamente me dirigiré por completo a esa luz. En conclusión, podemos decir que Dios ha dispuesto dicha experiencia biológica en el momento de la muerte de un ser humano para facilitar nuestra entrega en el momento de morir
3. Una Inteligencia Superior.
La materia (que no piensa), se dirige inteligentemente hacia una finalidad que no es pura casualidad o azar. La materia consta de un sistema abierto, es decir, cada átomo del universo puede seguir un camino de evolución y a su vez tal camino tiene muchas otras alternativas para continuar evolucionando. Nuestra existencia verifica que en nuestro planeta tal evolución llegó a lo inmaterial: la mente, la consciencia, el espíritu humano!!! ¿Mera casualidad?
Por ejemplo, el arquero dirige la flecha con su arco hacia un punto específico dando así en el blanco; no lanza la flecha sin ninguna dirección en particular esperando que por casualidad de en el blanco previsto; es el arquero quien con su profesional puntería da en el blanco que él quiere.
Asimismo, si vendamos los ojos de una persona para que resuelva el cubo de rubick, la probabilidad que lo llegue a resolver son muchas veces la edad de la Tierra; pero si alguien le va dando indicaciones (mueve la parte de la derecha y gíralo a la izquierda, etc, etc…), es mucho más probable que cumpla con la finalidad de resolver las diversas combinaciones necesarias para dejar cada cara del cubo de rubick con el color correspondiente.
En conclusión, podemos pensar que existe una Inteligencia Superior que dirige la materia hacia su finalidad, y a tal Inteligencia, llamamos: Dios.
4. La aparición de la consciencia o el espíritu humano: otra prueba de la existencia de Dios.
Lo que nos diferencia de los animales es la dimensión espiritual que hay en nosotros. Cuando decimos espíritu humano, no nos referimos a algo etéreo o místico; sino que dicho concepto encierra la realidad simultánea y específicamente humana de la «consciencia-voluntad-libertad-capacidad de amar y ser amado». Se trata de una realidad inmaterial o espiritual, porque no puede ubicarse en ninguna parte del cerebro o del cuerpo, y sin embargo existe.
Por lo tanto, nuestra realidad espiritual no es producto de la evolución de la materia, porque si así fuese, se ubicaría en una parte material de nuestro cuerpo o cerebro, que son de materia. En consecuencia, nuestra dimensión espiritual es dada por Alguien (no algo) o por un Ser Personal Superior; no inferior, pues, de «lo menos» no puede venir «lo más» o de algo no puede originarse «Alguien». Y a dicho «Ser», llamamos Dios.
Gracias a la consciencia experimentamos que somos personas, es decir, alguien idéntico a sí mismo, y por ello, único e irrepetible. Pero «la consciencia es una bendición y una maldición para el hombre» (Erick Froom), ya que por la consciencia disfrutamos la vida pero estamos conscientes de que eso tiene un final: la muerte.
Nosotros no tenemos un cuerpo, sino que «somos un cuerpo»; es decir, no existe en nuestra dimensión un espíritu humano, sin su cuerpo humano y viceversa. En tal sentido, es muy interesante cuando la Biblia menciona la resurrección de la carne o de los muertos o la dimensión del cuerpo resucitado o glorioso, denominándola como:
sw’ma pneumatikovn (1 Cor. 15,44a)
Se lee: «soma pneumaticón»
Significa: Cuerpo – espiritual
Espíritu – corporal
Por lo tanto, lo que se ha predicado sobre la separación del «alma y cuerpo» al morir no es un dato bíblico, sino que pertenece a una filosofía neoplatónica que ha tendido a traducir y a predicar dicho dato al latín como «corpus et animus» (= «cuerpo y alma»), lo cual, produce en nuestro entendimiento una separación y no una sola realidad integral. Efectivamente, la “y” tiende a separar conceptos en nuestro entendimiento y mentalidad occidental.
El Nuevo testamento designa a la materia del cuerpo, sus instintos y su evolución como sa;rx («sarx») o «carne»; y la «corporalidad» como sw’ma («soma»).
En conclusión, la Biblia declara que nuestra realidad al morir es un «cuerpo-espiritual» o «espíritu-corporal» : SOMA PNEUMATICÓN, y no una esencia, ente o energía o algo etéreo que se diluye o que finalmente se fusiona en una Energía universal, o un alma que emigra o reencarna, sino que se trata de alguien que sigue siendo idéntico a sí mismo y de manera plena en la medida que se adentre en la realidad eterna de Dios para siempre. (Cabe indicar que dicha realidad es evidentemente un misterio para nosotros. Sin embargo, a mi parecer, intuyo que puede tratarse de diversas dimensiones acogidas en la eterna Misericordia divina o al modo que lo expone simbólicamente el genial libro “Juan Salvador gaviota”, de Richard Bach).
5. La prueba racional de que existe Alguien que nos creó.
Nada ni nadie puede ser su propia causa o darse la existencia a sí mismo, pues, para ello tendría que existir antes de sí mismo, y eso es imposible (afirmaba Santo Tomás de Aquino). Esto es válido para todo átomo de cualquier tipo de materia y de ser en todo el universo; y para cualquier quarks y el llamado bosón de higgs. Por tanto, toda la realidad percibida, conocida, analizada e investigada por nosotros, es creada por un Creador, necesariamente no-creado, al cual, llamamos «Dios».
Sobre la pregunta “¿Quién creó a Dios?” Al preguntarnos «¿quién creó a Dios?», revelamos nuestra propia realidad de creaturas o seres creados, pues, nos es tremendamente difícil concebir que exista alguien que siempre ha existido o no sea creado. Justamente porque somos creados, creemos que todo debe serlo. Por otro lado, no procede racionalmente, preguntarse: «¿quién creó a Dios?»; ya que al hacerlo colocamos a Dios en la categoría de creatura. Ya que nadie puede darse la existencia a sí mismo; y que de «lo menos» no puede venir «lo más»; y que de «algo» no puede provenir «alguien»; el ser humano descubre que es racional pensar que el Creador no es creado ni tampoco infinito, sino que es ETERNO, lo cual, equivale a SER – SIEMPRE, o a EXISTIR en un PRESENTE PERPETUO. «Eterno» significa Ser, Estar y Existir sin principio y sin fin. «La eternidad es la posesión perfecta y simultánea a la vez de una vida sin fin» (Boecio). La inteligencia humana es capaz de no tender a cerrarse a una sola posibilidad, sino que algo la impulsa siempre a buscar otra posibilidad. No podemos estar preguntándonos hasta el infinito quién creó al Creador, porque entonces dicho creador, no sería Dios, sino otro; y luego, quién creó entonces a ese “otro”, y volvemos a tener que sostener a otro creador del creador y así infinitamente. La otra posibilidad entonces es pensar y admitir que existe alguien Eterno, y por tanto, único Ser que da el ser (…obviamente no pueden existir dos eternos, pues, un eterno ya lo es porque lo abarca todo; todo el ser y a todo ser). Veamos un ejemplo, en un ejercicio clásico de test de inteligencia:
La persona debe imaginar que los trazos son palitos de fósforos (menos el signo igual). Se trata de que lo que está a la izquierda y derecha del signo igual valga lo mismo. El problema es que para ello, se debe mover, hacia donde uno quiera, solamente 1 palito de fósforo, a fin de lograr la igualdad:
I I I = I La solución aquí es mover un palo de fósforo a la derecha y el valor que queda es 2 igual 2: I I = I I
V I = X I La solución aquí es convertir la V en X o viceversa, quedando la equivalencia de 11 igual 11 o de 6 igual 6: X I = XI o V I = V I
V I I = I Ahora bien, al aplicar la forma de solucionar los pasos anteriores nos damos cuenta que no nos sirve. Hasta algunos pensarán que hay un error en el ejercicio. Y justamente el ejercicio mental que nos proporciona el test es que nos ha cerrado a sólo algunas posibilidades. Pero debe haber otra posibilidad distinta de mantener la igualdad. La solución es poner el palito de fósforo en el vértice superior de la V, quedando raíz cuadrada de 1 igual 1. Esa es la única solución. Raíz cuadrada de 1= I. Pero la hay!! Asimismo, hemos de concebir con inteligencia, que no todo tiene que ser creado o que cabe la posibilidad que el Creador Único sea Eterno.
6. Dios no es sólo causa de lo creado, sino sobretodo Sentido de todo lo que existe.
Seamos lo que seamos; hagamos lo que hagamos; tengamos cuanto tengamos, siempre seremos seres insatisfechos. Nunca será bastante para nosotros. Es decir, cada uno se experimenta a sí mismo como un pozo de eterna profundidad que sólo un ETERNO puede llenar; y a tal «Eterno» le llamamos «Dios».
Si Dios no existiera seríamos un error de la evolución de la materia, ya que la consciencia nos hace ser conscientes de nuestra insatisfacción.
El universo, la materia y todos los seres que podamos existir somos como un «ojal abierto», cuya única razón de ser es la existencia del «Botón» (Dios). Podría haber una fábrica que creara ojales perfectos de oro y de diamante, pero si no existen los botones, dichos ojales no tienen sentido!! Luego, si Dios no existiera la vida sería absurda o sin-sentido porque no habría nada que colmara nuestra eterna insatisfacción, y todo sería por nada. En conclusión, Dios no es solamente Causa de lo creado, sino sobretodo SENTIDO de todo cuanto existe, porque sólo Él es Alguien para siempre.
7. Si existe Dios, es posible de extraer, incluso del más grande dolor
Siempre existe la posibilidad de que nuestra creencia en la existencia de Dios, sea sólo a causa de nuestra conveniencia (para que Alguien Superior a nuestros problemas nos ayude) o a causa de nuestros temores (para que no todo sea por nada ni concluya con nuestra muerte) o a causa de nuestras proyecciones (para que nuestra búsqueda de sentido de la vida tenga finalmente sentido).
Pero a veces se impone ante toda creencia en Dios, la muerte de un ser amado y sobretodo la muerte de un hijo, que según la psicología y la experiencia humana de quienes lo han vivido, es el más grande dolor. Cuanto más vitalmente experimentamos la vida, tanto más mortalmente experimentamos la muerte. Experimentamos en verdad nuestra condición mortal, no lisa y llanamente en la vida misma, sino en la vida del ser amado que perdimos. Por eso quizá, cuando muere uno de nuestros seres más amados o un hijo(a), el «nunca más» se vuelve tan real. El tiempo se convierte en sucesividad vacía. Intentamos darnos respuestas y acudimos a recursos psicológicos, religiosos, esotéricos o a «hacernos el loco» con lo que realmente sentimos dentro. El dolor de la pérdida es la única presencia que nos queda de ellos…Desconfiamos y hasta rechazamos que nos palmoteen la espalda aquellos que nada saben aún del dolor de perder un ser amado. Sentimos ganas de contragolpearle a la vida y a Dios…y terminamos siendo indiferentes a los sermones optimistas.
Hay muerte, y sea lo que sea importa; y sea lo que sea que suceda tiene consecuencias irreversibles e irreparables. Ahora la ausencia del ser amado es como el cielo: lo cubre todo. Ya no entendemos los consuelos de la religión que nosotros mismos decíamos a otros; y sólo entendemos que se sufre y nadie quiere entenderlo. Sentimos que nuestra propia persona se ha tornado en una casa vacía. Estamos solos en lo solo y gritamos como Jesús: «Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado»; surgen las dudas sobre Él y su proclamado Amor Gratuito.
Ciertamente, en la Biblia no hay un texto explícito que nos refiera o narre un encuentro al «otro lado» con los seres amados que perdimos; aunque a partir del texto exclusivo de la Transfiguración del Señor podemos suponer dicho reencuentro. Quizá la intención divina ha sido el que no terminemos haciendo de Dios el medio para tal reencuentro, sino que Él siga permaneciendo como el fin. Y entendamos que debemos rectificar el orden de nuestro amor: amar más a Dios que a él o a ella, y más a ella o a él, que a nosotros mismos; y así superemos las trampas sutiles de nuestras conveniencias y permitamos que ellas se adentren en la eternidad del Creador; y en esa medida se las arreglen para hacernos ver que aún existen y están con nosotros y que se comprometen en la gracia de Dios para estar en el momento de la hora de «nuestra hora».
Quizá luego de un tiempo de nuestra pérdida, es posible tocar el fondo de la herida para que de ella fluya la fuerza de la Vida Misma y nuestro corazón nos diga con más fuerza que los seres amados que perdimos aún viven. Lo que arruina la vida no es un acontecimiento, sino la interpretación que le damos. Para un padre o madre que ha perdido un hijo o hija, él o ella no pueden morir. Y si ese sentimiento es tan hondo, intenso e íntimo, es porque Dios nos creó para la vida eterna. Paradójicamente, el más grande dolor nos prueba que Dios existe, pues, nos hace sentir con convicción profunda que lo que amamos no muere y ello se justifica realmente sólo si hay Alguien que es Presente Perpetuo: el Eterno. Si al exprimir el más grande dolor no cae una gota de sentido, Dios sería sólo una proyección de nuestras conveniencias y temores. Pero la más grande pérdida nos hunde en el más eterno pozo que sólo puede llenar y alcanzar Alguien que sea Eterno, de lo contrario, el vacío tendría la última palabra. Podemos descubrir que la vida ama a quien ama la vida y tiene fe en ella a pesar de todo. Dios es la Vida Misma y esta vida sólo puede ser entonces para siempre. Vivir es más vivir. Y vivir de verdad es lograr dar gracias a la vida desde el peor momento de nuestra vida. Si hallamos la Gracia en nuestra gran desgracia es porque existe Dios. Lo específicamente humano es que optamos por buscar un sentido a lo que nos ocurre y si buscamos con fe en Dios ese sentido, seremos capaces de vislumbrar la Esperanza en medio del tormento; y que la lucha de la Fe es la loca lucha por la posibilidad, pues, no se cree sino cuando no se descubre otra posibilidad. Dios significa en definitiva, que todo es posible y que todo es posible, significa Dios.
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